La noche cayó y envolvió el cielo con su negro manto. El bosque que nos rodeaba cambió por completo. Habían muchas sombras. Los sonidos producidos por el viento, al soplar a través de la copa de los árboles, el crujir de las hojas secas y las ramas; y el cantar de los búhos se escuchaban con mayor claridad. Entre toda la oscuridad resaltaba un punto luminoso de tonalidades que iban entre rojo, amarillo y naranja: nuestra hoguera.
Estábamos sentados alrededor de ella asando malvadiscos y salchichas. Los habíamos encajados en varas delgadas. Lisa se encontraba sentada sobre una roca. A su derecha estaba Calvin. El otro gemelo se acomodó frente a la matriarca. Michael, estaba sobre un tronco fumándose otro cigarrillo. Dylan, cocinaba sobre el fuego tres malvadiscos a la vez y en la misma vara. Yo, me senté junto a Lucas. Disfrutaba del contenido de una bolsa de crujientes patatas fritas."Hola a todos". Escuchamos la voz de Brenda. Recién había salido de la tienda
Tritiriiii triritiriiiii tiritriiiiEra el primer día del curso y obviamente mi despertador había recuperado su odioso trabajo. Pero esa vez no fue él el que me hizo pasar por la peor de las torturas. Esa vez fue mi madre. No había acabado mi reloj de sonar y ya estaba ella abriendo de par en par las cortinas.—Vamos Natasha.—Cinco minutitos más.—Nada de minutitos.¡Vamos!—Me zarandeó—Vas a llegar tarde y es tú primer día del curso.—Mamá, no me hagas esto.—Supliqué.—Cuando tengas treinta y nueve años, vivas en tu propia casa y tengas trabajo para sostenerte te podrás levantar a la hora que quieras. Mientras vivas aquí llegarás a tiempo—Volvió a agitarme— ¡Apresúrate que tengo que despertar a Joseph también!—Sí, sí, ya voy, ya voy.Me senté en la cama con dificultad. Froté mis ojos. Estiré todo mi cuerpo . Extendí mis brazos hacia arriba. Solté u
El estrepitoso sonido del timbre dio la señal de que podíamos retirarnos de la institución. Justo como Lucas dijo hacían seis horas: Jaime estaba esperándome para llevarme a casa.—Buenas tardes señorita Natasha—Me saludó cordialmente cuando me vio acercarme al coche negro.—Buenas tardes Jaime ¿Cómo estás?—Muy bien ¿y usted?—También.—El señorito Lucas me pidió que la llevara a su hogar.—Sí, lo sé. Me lo dijo antes de irse echo una furia.Me trasladé hacia la puerta e intenté abrirla.—Natasha, permíteme-Se apresuró a ayudarme.—Gracias—Sonreí y luego entré al vehículo.Durante el trayecto intenté llamar a Miller, pero su teléfono estaba apagado.—¿Por casualidad sabes dónde está Lucas?-Pregunté a Jaime.—Él salió de la mansión de sus padres muy eno
Me encontraba tumbada boca abajo sobre la cama, con una de las almohadas perfectamente acomodada debajo de mi cabeza. Con la totalidad de mi cuerpo desnudo pude sentir las suaves y abrigadoras caricias de las sábanas que me rodeaban. El grosor del cobertor impedía que el calor que emanaba de mi piel escapase al exterior.Me hubiese quedado en esa posición eternamente, pero algo dentro de mí no me lo permitió, quizás el hecho de que en pocas horas tenía que estar en la escuela.Abrí mi ojo derecho lentamente. Me cegó un poco la tenue luz de la lámpara de la mesita de noche cuando atravesó mi pupila. Moví completamente hacia arriba el párpado de ese ojo para enfocar la hora en mi reloj. Eran las seis de la mañana. Faltaba una hora para que mi despertador comenzara a hacer el insoportable ruido de siempre.Ubiqué mi cuerpo sobre mi espalda con las palmas de mis manos descansando sobre mi abdomen. Con el ceño fruncido y los ojos semiabiertos miré hacia el lado op
Era una cálida, fresca y agradable mañana de sábado en la que no pude dormir hasta doce del mediodía. No por culpa de mi despertador (tuve la previsión de desactivarlo el viernes por la noche) sino por mamá. Ella tocaba fuertemente la puerta, estaba muy interesada en que le abriera. Salí del confort de las sábanas. Encaminé mis pasos hacia la puerta y la abrí.Básicamente mi madre me dijo que fuera rápido hacia la puerta principal. Dakota estaba enfrente de la casa esperándome, que estaba muy arreglada y que quería despedirse de mí. Descendí por las escaleras lo más rápido que pude. Ya en la sala me recordé que ni siquiera me había lavado la cara. Dakota no me dejó tiempo para decirle ''buenos días '' directamente se abalanzó sobre mí (por poco me derriba), envolvió mi cuerpo entre sus brazos y me presionó con tanta fuerza contra su pecho que me sacó el aire.—Cuñada, te extrañaré mucho.—Yo también—respondí con dificultad—pero deja
Al día siguiente Lucas y yo pasamos gran parte de la mañana divirtiéndonos con Prince en el jardín de su casa. Miller le estaba enseñando muchos trucos divertidos al cachorro. Había logrado que Prince se sentara cuando se lo indicaba, que trajera de regreso una pequeña pelota de goma cuando la lanzaba. El perro incluso saltaba, giraba sobre el suelo y había aprendido a hacerse el muerto. Lo único que Lucas no había logrado conseguir era que Prince no mordisqueara sus zapatos y su ropa.Estaba a punto de morir de risa ante la visión de mi par preferido revolcándose, jugueteando sobre el verde pasto.Una de las empleadas se aproximó a nosotros portando entre las manos una bandeja plateada con dos copas de vidrio encima, llenas de piñascoladas. L Estaban adornadas con sorbetes de colores y con un triángulo de piña introducido en los bordes.
Nadie, nunca, está preparado para perder a un ser querido. Quizás puedes hacerte la idea. Tal vez sepas que sufrirás; pero la imaginación no se acerca ni un poco a esa cruda y cruel realidad.Recuerdo que aquel fue un día triste. El más gris que haya vivido y probablemente el más doloroso para Lucas y para su hermana.Marie, era una mujer con unas características bastante difíciles de asimilar. Mi relación con ella no era precisamente la mejor, pero ni cerca estuve de desearle la muerte ni de alegrarme cuando murió.Incluso la naturaleza lloró su pérdida.El día que se celebró (si es que se puede decir así) su funeral amaneció la mañana cargada con lluvia. Los truenos más que rugir parecían quejarse y sollozar. La luz proveniente de los relámpagos no salía de entre las negras nubes y cuando lo hacían caían a lo lejos; cerca de las montañas.Terminaba de cerrarme la cremallera del vestido negro que usarí
Las cenizas de Marie fueron colocadas cuidadosamente dentro de un pequeño jarrón chino lacado en negro, con un complejo diseño tradicional de finas líneas de polvo de oro.Era un recipiente extremadamente exquisito y muy costoso.Hay quienes afirman que ella lo había comprado tiempo después de haber decidió que quería ser cremeda cuando muriera. No me resultó difícil creerlo. Marie era del tipo de persona que consideraba que todo en la vida tiene un patrón inquebrantable y que existe un modo perfecto de hacerlo todo. Supongo que no quería dejar cabos sueltos ni nada fuera de lugar aún después de su muerte.Era como si lo hubiese planeado todo. Como si supiese que iba a morir. Y quizás sea lo más probable porque ella muy bien que conocía sus problemas de salud. Pero como dijo el doctor Gordory: ella estaba tan obsesionada con el quirófano que iría hospital por hospital, de médico en médico, ofreciéndoles dinero hasta que alguien aceptara
Al día siguiente cumplí con mi rutina matutina tranquilamente. Salí de casa como de costumbre, porque si me hubiese desesperado habría levantado sospechas. Papá, me dijo que él tenía suficiente tiempo para llevarme a la escuela en su coche. Por supuesto esa fue una proposición a la cual me con sutileza. Él no insistió mucho, supongo que sabía que necesitaba mis momentos a solas.Me alegré mucho de que mis padres tuviesen esa manera de ser, tan compresiva. Por un breve instante me invadió el colosal deseo de confesarlo todo, de decirles que no me dirigiría hacia la escuela aquella mañana, pero me contuve.No existe ninguna ruta de autobús que llegue hasta las cercanías de la mansión de los MillerGheat. Sólo había una en especial, la T-32 que me dejaría más o menos a un kilómetro del lugar. Mi plan