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Jules cogió el décimo bocadillo y lo llevó a la boca sin saborearlo. Estaba tan absorto en sus pensamientos que no se había dado cuenta que llevaba rato comiendo y Dylan solo ponía plato tras plato delante de él.

–¿Estás bien?– le preguntó el lobo rellenando su vaso.

–¿Ehh?– él sacudió la cabeza –¿Decías algo?–lo miró confundido.

–Jules, qué si estás bien, aunque sé que puede parecer estúpido preguntarlo–habló con mucha paciencia.

Él asintió con la cabeza con una sonrisa fingida.

–Mejor, no tienes que preocuparte– se llevó la mano a la sien y la apretó intentando quitarse el malestar constante y los recuerdos confusos que venían e iban. Aun la sensación de estar dentro de un cuerpo y no ser dueño de sus propios movimientos estaba vigente y eso lo incomodaba. ¿Qué decía? Lo aterraba y mostrarse fuerte le estaba pasando factura.

Extrañó cuando era un simple humano sin más preocupaciones que su empresa, que por el momento se mantenía estable y gracias a su mano derecha, él podía dirigirl
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