—¿Cómo sabe que la fingió?—Tengo años en esto, sé cuando fingen una lesión —suspiró Katrina—. Hoy, casualmente, no vino su reemplazo o Joanne ya podría olvidarse del protagónico. Las demás chicas no le dirán porque esperan que el reemplazo no regrese a los ensayos y entregue el protagónico a alguien más.—¿Hacen esas cosas a esta edad?—¿En el ballet? Oh, sí, es el deporte más despiadado que existe.Alessia miró alrededor, las niñas se veían tan dulces y amables con sus ropas rosas y mallas del mismo color; pero supuso que su ambición era como las cicatrices que tenían en los pies, no visibles a simple vista.—Joanne no es una niña a la que se pueda obligar a hacer las cosas —recordó Alessia—. Si ella no quiere…—Es que sí quiere —insistió la profesora—. Sólo necesita hablar con alguien…Alessia asintió. La profesora se despidió, debía empezar su siguiente clase, y entró al salón.—¿Nos vamos? —preguntó Joanne cuando Ale llegó a su lado.—Andando.Alessia ayudó a Joanne con su bolso
—¡Lo tengo! —gritó Nathan a mitad de la madrugada cuando Alessia estaba por caer dormida arriba de su taza de café. —¿Qué? ¿Qué pasó? —preguntó Matthew al tiempo en que se sentó en el sofá donde llevaba un rato durmiendo—. ¿Están todos bien?Alessia bostezó y dijo:—Sí, creo… ¿Qué pasa, Nathan?Nathan no habló, sino que sus dedos se movían a toda velocidad sobre el teclado de la computadora.Alessia y Matthew intercambiaron una mirada, lucían agotados, pero era la última noche antes de la junta donde enfrentarían a Renaud… o lo intentarían, porque no tenían nada en su contra más que simples conjeturas.—Prepararé más café —comentó Matthew y se incorporó—. ¿Quieren?—Sí, por favor —respondió Alessia.Nathan siguió mudo.Alessia espabiló y revisó sus mensajes; Celine y Lisa se encontraban en la oficina trabajando en el informe donde incluirían los avances de su nueva autora. No sólo se habían conformado con eso, sino que eligieron más novelas que encontraron interesantes de diferentes
Alessia explicó a detalle todo el calendario del año con las publicaciones programadas, nombres de novelas, sinopsis y los nuevos géneros a los que se afianzaría la editorial. Sin embargo, las fechas no eran las reales, pues no querían poner todo en bandeja de plata para Renaud.El padre se mostraba renuente, no era un gran amante de las novelas juveniles, mucho menos del romance, pero le pareció atractivo el plan y creyó que podría resultar.—Es arriesgado —dijo el hombre cuando Alessia terminó de hablar.—Pero funcionará —aseguró Matthew—. Sólo necesito un año.—¿Y en ese año continuarán peleando entre hermanos? —preguntó uno de los hombres que también pertenecía a la junta—. Nos provoca seguridad enterarnos de esas cosas.—No, no habrán más peleas —sonrió Nathan.—Claro, porque se disculparán por intentar dañar mi buen honor —dijo Renaud—. Es los que sigue, ¿no? Una disculpa.Alessia y Matthew intercambiaron una mirada, luego la primera miró a Celine.Celine palideció. Su cuerpo en
El escándalo por el arresto de Renaud era inmenso. Por lo general, las noticias relacionadas con los negocios no solían salir de ese sector, pero Renaud, Matthew y Nathan se robaron el corazón del camarógrafo y fueron el centro de atención en la televisión.El reportaje del arresto fue transmitido en todo el país; pronto las redes sociales se llenaban de preguntas «¿Quién era ese atractivo hombre? ¿El otro era su gemelo? ¿Son trillizos?».Incluso Renaud acumuló admiradores, pues las mujeres —y varios hombres— estaban de acuerdo en que los hermanos eran lo suficientemente atractivos para ser modelos. Y se cumplió el cliché del «bad boy», pues Renaud llamó la atención mientras era esposado y metido a la patrulla. Entretanto Matthew hablaba con uno de los oficiales de policía y Nathan se unió minutos después, el resto era historia.Se convirtieron en los hermanos más famosos del país sin siquiera ser figuras públicas.Pronto las redes sociales de Matthew estallaron en seguidores. Pasó d
Emery sintió un escalofrío cuando sus piecitos lo llevaron fuera del teatro. Miró alrededor un par de veces, abrumado por la inmensidad de la ciudad a la que nunca se había enfrentado y, casi al final de la calle, divisó a la mujer de abrigo café corriendo lejos.—¡Mami! —gritó con todas sus fuerzas sin saber que era imposible escucharlo con el ruido del tráfico.Tenía frío. No pudo colocarse el abrigo que cargaba su abuelita, así que sólo se bajó bien las mangas del suéter y revisó el bolsillo de su pantaloncito; encontró una hoja doblada.Emery abrazó el papel. Era su último dibujo de su mami y un camello, intentó imitar la fotografía —o lo que recordaba de ella—. No supo el motivo por el que pensó en llevar ese dibujo con él, quizá fue el destino.—¡Emery! —Escuchó a su papá llamarlo desde el interior del teatro.El pequeño echó un vistazo sobre el hombro, respiró hondo y tomó una decisión.Esta vez lucharía por su mami porque ya era un niño grande y le demostraría que podía cuidar
Matthew sostenía la mano de Joanne mientras aguardaban en la sala de espera del hospital. Lea dormía en dos de las sillas mientras Alessia se mantenía a su lado arropándola con una manta. Emery estaba de pie frente a la habitación de su mami en espera de poder entrar a verla.Matthew recordaba con horror la llamada de Alessia para decirle que iban camino al hospital porque Renata sufrió un accidente; le llamó de otro celular y encontró el de su novia en el camino.Emery se había congelado en medio de la calle con un automóvil en su dirección, su madre lo empujó y recibió el golpe que arrojó su cuerpo un par de metros. Renata había sido una mala madre hasta esa noche en que no dudó en arriesgar su vida por proteger a su hijo. Matthew reflexionó sobre eso y debió respirar hondo para contener el llanto.—Ahí vienen, papi —avisó Emery, se apartó de la puerta y corrió al lado de su papá.Matthew se incorporó cuando salió el médico y las enfermeras. Alessia les dio espacio.El médico expl
Renata abrió los ojos y contempló el techo blanco. Por unos segundos, no supo en dónde estaba ni qué pasó, pero al girar un poco el rostro encontró a Matthew durmiendo en el sofá y recordó en un segundo a su pequeño hijo luchando por entregarle un dibujo mientras un automóvil se acercaba a toda velocidad.—¡Emery! —gritó al tiempo en que se sentó.Matthew brincó por la sorpresa.—¿Qué? ¿Qué pasa?—¡¿En dónde está Emery?! —chilló Renata con las lágrimas cayendo por su rostro—. ¡¿Está bien?!Matthew espabiló y trató de contener a Renata, quien ya trataba de incorporarse. —Te vas a lastimar —advirtió el hombre—. Y Emery está bien, no tiene ni un solo golpe y está durmiendo en casa, tranquila…Renata al instante se relajó y las dolencias de su maltrecho cuerpo se manifestaron. Su brazo dolía, no podía moverlo por el cabestrillo, y tenía hinchado el ojo derecho; ella no podía verse, pero lucía morado. También su abdomen dolía, lo palpó y encontró una superficie irregular.»Tuviste una hemo
Alessia todavía sentía vértigo cuando miraba desde el balcón hacia las calles de Manhattan. Llevaban ya un par de meses en el nuevo departamento, en el mismo edificio, pero se encontraba varios pisos arriba y a veces, cuando había neblina, ni era posible ver el suelo de la ciudad. El anterior, en opinión de Matthew, resultaba pequeño para todos.Esa mañana de Navidad era fría. Los dedos de la mujer estaban enfundados en guantes gruesos, tenía un gorro de lana, bufanda y el abrigo más pesado que encontró en el armario. Lo más coherente era no poner un pie en el balcón a esa altura y a esas horas, pero era una costumbre de Alessia. Todas las mañanas de Navidad salía a tomarse un café. No importaba en dónde estuviera, era su ritual privado y eso no cambió ni al formar su nueva familia. Bebía su café, reflexionaba sobre el año que se iba y se ilusionaba con la reacción de Lea al ver sus regalos nuevos; ya podía emocionarse pensando también en las caras felices de Emery y Joanne.Y había