P.O.V. Anabela Comienzo a abrir mis ojos. Sé que estoy en la casa de Dante; el plan salió algo diferente, no pensé que este demente me secuestraría. Pero supe fingir muy bien mi desmayo. Usa su intento de secuestro a mi favor. Sé que Vladímir vendrá a buscarme, así que debo de actuar rápido. Me levanto de la cama y rápidamente me acerco a la puerta. La abro y salgo de ahí. Veo por todas partes; no estoy en la casa de Dante. Me acerco a una ventana y observo que no hay nada alrededor. Sigo viendo en dónde estoy. Creo que estoy en una bodega porque entre más camino veo basura y muchas cosas tiradas. Llego hasta donde veo las escaleras, bajo rápidamente y me encuentro en la enorme sala. Veo a lo lejos la enorme puerta y me acerco a ella. —¿A dónde vas, mi niña? —Escuchó la voz de Dante. Doy un fuerte respiro e intento actuar como tímidamente. Me volteo con cara de asustada. —Déjame salir, Dante —le exigí completamente enojada. —No me digas que tienes prisa, si apenas llegamos —me
Le quita el costal de la cara y veo a una mujer un poco mayor. Que se parece a mí y recuerdo la fotografía de mis padres cuando se casaron. Pero puede ser un error. —No te creo, esta mujer puede ser una impostora —añadió enojada. —Sabía que pensarías en eso y aquí está una persona que sabe la verdad. ¡Mateo, entra! —grita y veo que de las sombras sale Mateo—. Dile, Mateo, esta mujer, ¿quién es? —Es verdad lo que dice esta mujer, es tu madre —confirma, pero no sé si confiar en ellos. —¿Cómo te creo? Mi madre murió intentando escapar con otro hombre. —Le gritó a Mateo y se acercó a él. —Esta mujer fingió su muerte. —Si me dice eso, me confunde aún más. —¿Qué mierdas me estás diciendo? ¿Por qué haría eso? —Necesito toda la verdad. —Porque el hombre con el que se quería escapar es mi padre; ella es mi madrastra. Yo no sabía que era tu madre hasta ver una fotografía de ella en la casa de tu padre —me dice. —Esto no puede ser. —Me volteó hacia esa mujer—. Tú estás muerta. Tú estás e
Estoy encerrada con esta mujer, tengo tantas preguntas, pero a la vez tengo tanto odio.Veo que me mira atentamente. Pienso en todas las cosas que pasé por culpa de esta mujer.—Anabela —me dice la mujer, volteó a verla—. Eres muy hermosa, te pareces a mí.—Por desgracia —¿por qué tuvo que decir eso? Solo hace falta que me enoje más y más.—Sé que estás muy enojada conmigo —continúa hablando y la interrumpo antes de que siga.—Lo que me sigue de enojada. Tengo ganas de matarla —le gritó enojada.—Déjame explicarte todo —continúa. Y sé que aunque me diga que no lo haga, lo va a hacer.—Piense bien sus palabras y no se le ocurra ocultarme nada o la mataré aquí mismo —le digo amenazándola.—¿Qué es lo primero que quieres saber? —Eso me hace enojar más.—Por mí no quiero saber nada, todo está más que claro: abandono a sus hijos por estar con el padre de Mateo y uso a otro hombre para fingir con mi padre que su amante era el padre de Dante. Por usted es que sufrí todo esto. —Le enseño las
AnabelaLos hombres de Dante me traen de nuevo a la habitación en la que desperté. Me empujan y caigo al piso.—Portante bien, perra —me insulta uno de los hombres. Saco uno de mis cuchillos de mi pierna y lo lanzo contra él. Y me doy en la cabeza.—Descansa en paz, perro —le digo y veo cómo el otro cierra la puerta de inmediato—. Ja, ja, ja, ¡no corras!Me levanto del piso y pongo mis manos alrededor de mi vientre.—Estás bien, bebé, ya te dije que te voy a proteger y así será, no dejaré que nadie te haga daño —murmuro a mi vientre acariciándolo.Llego a la cama, me levanto el vestido y veo que solo me queda un cuchillo. Tengo que ser cuidadosa y usarlo en un momento adecuado.Ha pasado un rato y no escucho nada de ruido. Escucho pasos acercándose a la puerta. En eso veo entrar a Dante cojeando y a otra persona con un maletín.—Qué buena puntería —me dice Dante, volteando a ver el cuerpo de uno de sus hombres. En eso entran como seis hombres con él—. Agárrenla.Los hombres se abalanz
—No tienes que ser tan malo conmigo, quizá tengas razón y podamos estar juntos —declara. —Sí, yo sé que podemos estar juntos y podemos llevarnos a nuestra hija lejos. —Veo que por fin ha recapacitado y ha mirado que solo puede estar conmigo. —Sí, tienes razón, nos iremos y seremos una linda familia feliz —me contesta y se comienza a acercar cada vez más a mí. Pensar en eso me vuelve el hombre más feliz; por fin tendré a mi niña y a mi hija. Siento su mano pasándose sobre la mía; se comienza a acercar cada vez más a mí que hasta puedo sentir tu aroma de nuevo, ese aroma que me vuelve loco. Veo sus lindos ojos azules tan hermosos. Comienzo a bajar mi arma; no aparto la mirada de sus hermosos labios. Veo cómo hace una pequeña abertura donde puedo ver sus pequeños dientes. Rápidamente, sin pensarlo, la beso y vuelvo a sentir su dulce sabor, ese sabor que tanto me enloquece. Me distraigo completamente en ella, contemplando ese hermoso momento, un momento anhelado desde que supe que e
Mateo Estoy de pie frente a este hombre, Vladímir. Me apunta con el arma. Tengo que hacer algo; sé que esta guerra no la podré ganar. Tiro mi arma al piso y la pateo con el pie lejos de mí. Levantó las manos en señal de rendición. —Por favor, déjame ir, yo no tengo nada que ver en esto —le explico y veo cómo me mira atentamente. —¿Y cómo te voy a creer si estás del lado de los Ferrara? Todo amigo de ellos es enemigo mío —me respondió y veo que está a punto de dispararme. —Yo ayudé a tu esposa cuando estuvo en el club. —Veo que su expresión cambia. —¿Tú quién eres? —me preguntó mirándome atentamente. —Mi nombre es Mateo —le digo y veo que está algo distraído y salgo corriendo. Escucho un disparo y eso hace que corra más. Salgo del lugar, me mantengo a una distancia segura. Pasan los minutos y veo que por fin se marchan todos. Verifico que no se encuentre nadie y se aproxima de nuevo a la bodega. Entro por la entrada que está hecha pedazos, camino hacia adentro, veo cuerpos por
Vladímir Han pasado dos días después de todo lo ocurrido. Estamos en el cementerio familiar solamente Francisco, Any y yo. Vemos cómo el ataúd de la madre de Any, mi suegra, está siendo bajado. Francisco no estaba convencido de enterrarla en el cementerio familiar, pero Any lo convenció. Pero Francisco puso de condición enterrarla alejada de su padre, enterrada en otro lado. Observó a mi reina que está sentada en una silla por la razón de los bebés. Pero no ha llorado, ni ha hecho el más mínimo sentimiento de tristeza o dolor. Pues para ellos ella estaba muerta. Pero sé que mi reina intenta disimularlo. Por fin vemos cómo tapan el ataúd con tierra, nos quedamos así unos momentos y veo cómo Francisco se marcha. Nosotros hacemos lo mismo y salimos del cementerio. Llegamos a casa y llevo a mi reina en mis brazos hasta la habitación; la recuesto en la cama. —¿Puedes traer a nuestra hija? —me dice. Voy a la habitación de mi hija y la tomo de su cuna. La llevo hasta nuestra habitació
Anabela—Puedes besar a la novia. —Escucho esa palabra tan familiar. Esa palabra cuando nos casamos Vladímir y yo.Veo cómo mi hermano besa a Laura con mucho amor. Eso me hace llorar; las hormonas del embarazo son muy fuertes y te hacen hacer escenas que no quieres en público.Tengo siete meses de embarazo y veo a mi hermano bailar con su esposa. Me alegra que mi hermano tomara la decisión de casarse con ella. Bueno, también se podría decir que fue porque ella quedó embarazada de él.Así se apresuró más antes de que se le notara el embarazo. Aunque veo en el rostro de Laura un poco de tristeza porque nadie de su familia está aquí.Pero se ven tan felices juntos. Siento la mano de Vladímir en mi hombro.—¿Quieres bailar conmigo? —me dice. Le dedico una sonrisa.—Me gustaría, pero no puedo con esta enorme barriga —le respondo.—Entonces me vas a deber un baile —menciona y me pone la mano en el vientre.—Estoy muy cansada. Ya no falta mucho para que nazcan; la doctora dijo que pueden nac