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En mi huida, encontré mi refugio.
En mi huida, encontré mi refugio.
Por: Marcia N.
Entre el amor y el odio,la ilusión y la desilución;me volví a enamorar.

Al caminar hacia su trabajo, Catalina lleva puesto los audífonos, dónde va escuchando la lista de sus canciones favoritas. Al doblar en la esquina de la calle, con la principal avenida se encuentra frente a frente con Gabriel, su esposo; aún no se ha divorciado de él, no ha tenido la valentía de pedir el divorcio. Su cuerpo le tiembla, sus piernas y pies le pesan, sin poder dar un paso, se queda paralizada, sudando de miedo al estar frente al hombre, que constantemente le amenaza con matarla.

Cómo de costumbre, comienzan los insultos, las amenazas, y los reclamos. La hace culpable, del fracaso de su matrimonio, sin poder emitir palabra, respira entrecortado, en silencio se aconseja, que tenga calma, que nada sucederá, que él no se atreverá a dañarla frente al escaso público que se desplaza en esos momentos, tanto de a pie como en vehículo.

—Al fin te encuentro, te ves más delgada, al parecer no te dan descanso, dime ¿cómo te lo hace, mejor que yo?

—Lo siento, debo continuar—dijo al fin cuando pudo sacar voz, se escuchó a si misma temblorosa, trató de mantener su voz con enojo, así él no notará el pavor que le provoca.

—Imagino, que vas a ver a tú amante, ¿o atiendes a domicilio, ahora?yo te pago,¿cuánto me cobras?

—Por favor, quítate—dijo, tragando saliva junto con su miedo.

—Como quieras, espera, te debo un deseo, ojalá te mueras sola—dijo Gabriel, y en su voz había odio y despecho.

Continuó, Catalina, su camino, tragándose cada lágrima junto con el dolor.

Sin entender, que había hecho para que la tratara de esa forma. Como se podía amar y al mismo tiempo destruir.

Caminó lo más rápido que pudo, tomó el autobús, que la lleva hasta su trabajo, de recepcionista, de un hotel en el corazón de Etruria.

Al llegar, le espera su compañero de trabajo, y amigo, Sebastián.

—Hola, guapa, ¿por qué, traes los ojos rojos?¿estuviste llorando, o no has dormido, durante la noche?

—Me acabo de encontrar, a Gabriel.

Al abrazar, Sebastián, a Catalina, notó que estaba temblando, la apretó con más fuerza, contra su pecho, al tiempo que le da, un largo beso en la cabeza.

—Tranquila, todo estará bien, ya pasó, no te encontrará aquí, y si lo hace yo te defenderé.

Sebastián, sabía solo una parte, de todo lo vivido por Catalina.

Él, no sabía las muchas veces, que la forzó a tener sexo, o las veces que la empujó con ira, o las veces que la tiró puerta afuera, al enviarla, con un amante inexistente.

Con el abrazo, de Sebastián, sus ojos, derramaron lágrimas, como si se le hubiesen abiertos dos llaves de agua en ellos.

—Siempre, estaré para ti, ahora a secarse las lágrimas, que el trabajo espera.

—Te quiero—le dijo Catalina, se puso en puntillas, para darle un beso, en la cara a Sebastián.

Él solo sonrió, dejando ver su hermosa sonrisa, mostrando sus perfectos dientes blanco, dejando ver su hoyuelo, que se le hace en la mejilla derecha, al sonreír. Catalina, le dice, que parece galán de telenovela, con su estatura de 1,80 centímetros, sus ojos verdes, su cabello, de color castaño claro y su tez, siempre dorada, por el sol de aquel lugar.

Continuó su turno, sin contratiempo, había cambiado el número, de su teléfono, para evitar las constantes amenazas, de muerte, de parte de Gabriel. Se había cambiado de departamento, cuando la amenazó, que iría a incendiar aquel lugar.

Con cada amenaza, llamó a la policía, pero la respuesta que obtuvo de ellos, fue"si no la ha lastimado, quitándole un brazo, o dejándola a punto de morir,  no podemos ayudarle señora".

Se sentía sola, lejos de sus padres, lejos de sus hermanos, sin poder recurrir, por protección, ni siquiera a la policía.

Su llanto, lo ahoga en las largas duchas, que se da por las noches antes de dormir.

—Buenos días, usted habla, al hotel Del Sur, de la ciudad de Etruria, quien habla, es Catalina.

—Buenos días, señorita, le habla Julián. Hice una reserva, y quería confirmarla.

—Espere un momento, señor. Su reserva está hecha para mañana, y es la habitación 401, cuarto piso.

—Muy amable, señorita, hasta pronto.

Al finalizar su turno, a las 17 horas. Al salir a la calle, mira hacia todos lados, en busca de su esposo, aquel acto, lo hace de forma automática. Vive a sobre salto. Las únicas partes, en las que se siente segura, es en el autobús, ahí, nunca lo encontrará, para él, viajar en autobús, es para perdedores y mediocres.

Al llegar a casa, como siempre, se da una ducha, se pone ropa cómoda, acaricia a su gato, Odín, y se prepara un jugo de naranja.

Su mayor temor, radica en su estatura, con apenas un metro sesenta, ¿cómo podría defenderse de Gabriel, si él con su metro setenta y ocho, y su cuerpo musculoso, la había obligado hacer cosas, que no quería hacer?, temblaba y lloraba, al recordar aquel enorme cuerpo, sobre el de ella, tan pequeño y diminuto, comparado con el de Gabriel. Por lo único que agradecía, era que no habían hijos, no porque ella no hubiera querido, a él no le gustaban los niños.

Todos los planes que hicieron juntos, antes de casarse, Gabriel, con apenas un manotazo los destruyó.

Aún recuerda aquellas noches de soledad, durmiendo junto a Gabriel, escuchando, mientras ronca, sin preocupación, o sin inmutarse por lo que había hecho.

Su mejor amiga, le dió la espalda, al comentarle, de los abusos de Gabriel.

Cómo iba a creer, que aquel hombre, tan amable, y atractivo, iba a ser capaz de cometer, tal atrocidad.

Sus conocidas, solo la llamaban, para saber, cómo estaba su esposo, si seguía tan guapo como de costumbre. O si había vuelto con él, o si había conocido a alguien, con el cual salir. Aquella última pregunta, es una forma de eufemismo, de preguntar, si te ves, desnuda con alguien.

Así se fue sintiendo, cada vez más sola, y se aisló por sanidad mental.

Su soledad, siempre la acompañó, ya sea que estuviera, casada o no.

Odín, llegó para alegrarle con sus ronroneos.

Al salir de la ducha, miró la hora en su reloj de pulsera, que tenía en el velador, caminó hacia el ropero, y extrajo unos jeans, clásico de color negro, blusa roja de seda, zapatos de tacón, color café, y extrajo al mismo tiempo, una casaca de cuero, del color de los zapatos.

Se vistió rápidamente, y salió aprisa, hacia la parada, del autobús, miró hacia todos lados, como de costumbre.

—Buenos días, a todos—dijo al llegar, al puesto de trabajo.

—Hola, cariño—saludó Sebastián, brindándole, una sonrisa—espero que hayas descansado, hoy tenemos una comitiva, de pasajeros, de las empresas de seguridad, más grande del país—aseguró, Sebastián, a Catalina.

—Entonces, manos a la obra—dijo con entusiasmo, Catalina.

—Me alegra ver, qué amaneciste con buen ánimo.

—Debo superar mis miedos, mi pasado, y todo lo malo.

Al terminar de hablar, hace su entrada, un señor bien vestido, con traje echo a la medida, cabello color castaño claro, tez blanca, y enormes ojos de color celeste, lo primero que llegó a ella, fue el exquisito aroma, a buen perfume del atractivo hombre.

—Buenos días, señorita, soy Julián—dijo con voz de locutor de radio f.m.

—Buenos días, señor, yo le atendí ayer, tenga —dijo entregando la llave de la habitación—le ayudarán de inmediato, con su equipaje.

—Muy amable, gracias—luego se retiró, mientras se dirige al ascensor, se va desabrochando, su chaqueta.

Luego empiezan a llegar, los demás pasajeros del hotel. Cada uno va retirando sus llaves, y comienzan a subir a sus habitaciones.

Al finalizar su turno, camina a la salida, junto a Sebastián, hacia la playa.

De pronto recuerda, las amenazas de Gabriel.

—¿Podemos dejar el paseo, para otro día?

—¿Que pasa?, Si aparece Gabriel, yo te defiendo—dijo inocentemente, Sebastián.

—Lo sé, es solo que tengo que hacer otras cosas.

—Como quieras—dijo con desilusión Seba; como ella le llama con cariño—Te acompaño a tu departamento—sentenció.

—No te preocupes, debo pasar por  casa de una amiga, a buscar algo, que me tiene guardado.

—Esta bien, nos vemos mañana—luego le dió un beso en la frente.

Caminó Catalina a la parada del autobús, con dirección a su departamento.

¿Cómo le diría a Seba, el riesgo que corre al estar cerca de ella?. Recordó la amenaza de Gabriel"Si te llego a ver con alguien, él y tú me las pagan, crees que me importa ir a prisión por una puta como tú, habría una menos en la tierra ".

Lágrimas rodaron por su cara, mientras mira hacia afuera, ve como van pasando los enormes edificios. Ve a parejas, tomados de las manos, que caminan por la acera.

No sería responsable, por lo que pudiera hacer Gabriel, a Seba, solo por obviar, las amenazas.

Además, Seba, es un buen hombre, su madre depende de él, solo se tienen, el uno al otro, y ella no quería cargar, con culpa alguna si podía evitarla.

A veces, siente ganas de gritar al mundo, que no se enamoren, que aquel estado, solo les traerá dolor y soledad.

Recordó, las veces que lloró de camino al departamento, que compartía con Gabriel, mientras caminaba, a las diez de la noche, sin importar, lo que le pudiera suceder.

Caminaba tan lento, rogando a Dios, que aquel camino, fuera eterno, pidiéndole, que se la llevará, porque una cobarde, no merecía vivir rodeada, de tan bello lugar.

Al llegar, era el mismo shows de siempre, con quién estuviste, o a qué motel te fuiste a desnudar.

Sabía que al llegar, estaría obligada a tener sexo, solo porque él así lo quería, o ser despertada a las tres de la madrugada; solo por qué tuvo un sueño, dónde la veía con otro hombre, para luego exigir el nombre de su amante.

Con el pasar de los días, se fue sintiendo tan sola, se ahogaba y adormecía entre licor y marihuana. Así el sexo, no lo recordaba, dormía toda la noche, ya no lloraba en silencio, total se estaba matando lentamente, se la pasaba mareada, por el alcohol, y con sus sentimientos planos, con la hierba alucinógena.

No era la mejor forma de vivir, pero así se mantenía sobreviviendo.

Recordó su matrimonio, cuando el dijo amarla y protegerla, ¿Cómo es que destruyes, lo que se supone que amas?.

Al separarse, sus amigos, le dejaron de hablar, su familia la culpó, ¿cómo fue a separarse, de ese buen hombre?, A su dolor, le agregaron la culpa.

Sus amigas, buscaron a Gabriel, para darle consuelo.

Se quedó sin nada, comenzar de cero, no es fácil, se cambió de trabajo, de barrio a uno más modesto.

Para Catalina, la vida no le ha sido fácil.

Se fue conformando sola, que todo pasaría, que un día aquella pesadilla acabaría, y que Gabriel sería de nuevo, el hombre del que se enamoró y casó.

Al llegar a casa, acarició como de costumbre a Odín, se tiró sobre su cama, y recordó el exquisito aroma, del perfume de Julián, pero solo recordó su aroma.Ella se había cerrado al amor, a sus treinta y dos años, se negó a cualquier motivo de felicidad, viviría con el miedo, por siempre.

¿Cómo podría confiar de nuevo en alguien, sin correr el riesgo de ser destruida nuevamente?

Recordó la primera vez que Gabriel, la acusó de algo, que no estaba ni en sus sueños de hacer.

Le llegó un mensaje, el cuál decía"¿te interrumpo, lo estás pasando bien, mientras no estoy, con quién estás, ahora?

Ahora se sentía tonta, al recordar, que en aquella primera ocasión, le llamó, tratando de convencerlo, que no lo engañaba, y que nunca lo iba a engañar, que solo lo amaba a él.

La fortaleza con la que se levantaba a diario, al mediodía se le escapaba.

Recordó varios episodios, que le hacían sospechar, que quien engañaba era él.

"Cómo fui tan tonta"se dijo a sí misma.

Trajo a su memoria, las veces que salieron a eventos con amigos, y que algunas mujeres mayores, lo halagan frente a ella, también visualiza, las veces, en las que él, se cambiaba dos o tres veces, la ropa, antes de salir juntos, a los cumpleaños de los amigos.

—Buenos días, linda,¿cómo estás hoy?—preguntó Seba 

—Muy bien, ¿y tú, que tal la noche?

—Bien, mi madre durmió sin problema. Dice que te diga, que la vayas a ver, cuando puedas.

—Dile que lo haré, muy pronto.

—Buenos días —al escuchar aquella voz, Catalina, levantó la vista de la hoja, donde escribía un registro, para luego pasarlo al computador.

—Buenos días, don Julián—contestó mirándole fijo a los ojos.

—Quiero conocer, un poco esta bella ciudad, ¿me puede recomendar algún lugar?—dirigiéndose a Catalina

—Si, por supuesto, aquí tiene una guía, ahí podrá encontrar recomendaciones, de acuerdo a su gusto—contestó Catalina, entregando el folleto de turismo, de la ciudad.

—Agradecido, por su atención.

Julián, es un hombre, de unos treinta y siete años, sencillo en su actuar y vestir, nadie sabe con exactitud, que hace o a qué se dedica, lo único cierto es, que cada vez que se encuentra en Etruria, se va a la playa, o a esquiar, al volcán, en la temporada invernal.

Aquella ciudad, se encuentra anclada, entre lago y volcán.Sus muchos restaurantes, y sus grandes hoteles, la hacen ser una ciudad, con gran atractivo turístico.

Sus termas, con caudales de agua proveniente del volcán, son sin duda, una de las grandes atracciones, para el turista.

—Se dice que aquel hombre, ha tenido, mala suerte en el amor, la noche, antes de casarse, su novia lo engañó, con uno de sus amigos, que luego desapareció. Posteriormente, conoció a otra mujer, que lo único que quería, era el dinero que acumula. Es un gran tipo, y le ha ido, tan mal con sus novias.

—Quizá, no las trata con amor.

—No lo sé, a mí me parece, un buen hombre, siempre respetuoso, y amable.

—Bueno, hoy podemos pasar a sentarnos a la playa, un rato¿Te parece?

—Hoy no puedo, debo llevar a mi madre, al médico, ¿lo dejamos para otro día?

—Si, por mi, está bien.

De pronto, Catalina, comenzó a sentirse, diferente, optimista con la vida, la vida y ella, tendrían que reconciliarse.

No podía llorar por siempre, un amor que nunca fue.

Amó de tal manera, a Gabriel; que si él, le hubiera pedido, que ella respirara por él, ella con gusto, lo hubiera hecho.

Hasta ahora aprendió, que hay una delgada línea, que separa el amor del odio, y que cualquier desequilibrio, provocaría la perdida, del uno o del otro sentimiento.

Caminó, por dos años, sobre las piedras, antes de tomar la decisión, de abandonar la comodidad, de aquel departamento, que tanto dolor le causó.

Guardó cualquier odio, que pudiera sentir hacia Gabriel, y alimentó, la compasión hacia él.

No tenía tiempo para el odio, o las maldiciones.

Lloró, todo lo que tuvo que llorar, analizó, buscando la culpa, que Gabriel, siempre le achacaba. Llegó a reclamarse, frente al espejo, por fracasar en su matrimonio. Dejó de visitar, y llamar a su familia. De que servía, seguir haciéndolo, si la culpaban, por abandonar, al buen hombre de Gabriel.

Ahora tenía planes de volar lejos, a otro lugar, otro país, comenzar a estudiar, y a escribir un libro, como siempre lo deseo.

Al caminar, hacia su pequeño, pero acogedor departamento. Por primera vez, disfrutó el camino, se detuvo a observar, las hojas moviéndose con el viento. Aquella brisa, que le fue tan poco buena anfitriona, en su pasado, y que sin embargo, ahora, le era tan cálida y generosa, al traer el aroma, de las rosas, y las lavandas. Miró en silencio a las aves volar, de un árbol a otro, mientras entonan bellas melodías.

Continuó caminando, y a medida que avanza, va sonriendo.

Al sonar su teléfono, lo sacó de su bolsa.

—Hola, Seba, ¿que ocurre?

—¿Llegaste a tu departamento?

—Si, acabo de entrar.

—Que bueno, no quiero preocuparte, al volver al hotel, para actualizar las reservas que olvidé hacerlo, antes de ir a casa. Me pareció ver entrar, a tu ex esposo, preguntando por el dueño, y que lo conocía, y que lo había visto en la ciudad.

—No entiendo, el dueño jamás viene por acá, y, ¿que tiene que ver, Gabriel, con el dueño del hotel?

—No lo sé, solo entró, preguntó y se retiró, cuando Rebe, le dijo, que el dueño, no ha venido y que jamás viene, por estos lados.

—Espero que no vuelva.

—No creo que lo haga, tendrás que tener  precaución.

—Lo haré, adiós.

—Adiós, te veo mañana.

Se quedó pensando, ¿que querrá Gabriel, con el dueño?

Ningún trabajador, conocía al dueño. No sabían si era hombre o mujer, era todo un misterio para ellos.

Al día siguiente, salió como de costumbre, con rumbo a su trabajo, esta vez mirando a todos lados, temía encontrarse con Gabriel, no sabía que dolía más, si el apretón en los brazos, o los insultos al tratarla, como si fuera una basura.

Todo pasará, se repetía a cada paso que daba, nada dura para siempre; aunque a ella le parecía demasiado el tiempo, que le estaba durando, su tormento con Gabriel.

Se trata de convencer, que aquella agonía, así como tuvo un principio, tendrá sin duda un final.

Al llegar al hotel, antes de entrar, se quedó mirando para todos los lados, luego hizo su ingreso, con precaución.

De pie detrás del mesón, anotaba algunos números, su concentración era tal, que no escuchó a Julián que le hablaba.

—Señorita—dijo por tercera vez.

Al levantar la vista, lo primero que vio fue a Gabriel entrando por la puerta giratoria de vidrio.

Su vista quedo fija en él, su cuerpo rígido y sus puños apretados.

—Señorita, ¿se encuentra bien?—preguntó Julián, con preocupación.

Sebastián, viendo a su amiga, en ese estado, se apresuró a socorrer.

—Permiso, y disculpe—dijo mirando a Julián, luego agregó—Vamos Cat. Lo atiendo enseguida, señor—dijo antes de perderse, con Catalina, por la puerta hacia una sala, que queda detrás del mesón, de atención al cliente.

Al volver Seba, solo pudo ver a Julián, esperando ser atendido.

—¿Se encuentra bien la señorita?—quiso saber Julián

—Si, no se preocupe, ha estado con algunos problemas últimamente, nada serio, pronto los resolverá, eso espero—susurró.

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