—¿Qué fue exactamente lo que dijo Clarissa para que Giovanni esté de tan buen ánimo?Salvatore no lo entendía. Maxence se tapó la cara y escribió en un papel: —Clarissa le preguntó a Giovanni si él estaba ligando con ella. Salvatore lo leyó, confundido y sorprendido. —¿"¿Ligando" es una palabra rara, no es lo mismo que salir con alguien? No tiene nada de especial. ¿Giovanni seguía siendo una persona normal? Al ver la expresión incrédula de Salvatore, Maxence lo miró, serio. —Caso cerrado. Mi querido compañero Salvatore, tú también eres un diamante de primera. En el hotel, Clarissa seguía con la cara roja por las palabras de Giovanni. Se tapó la cara con las manos, sintiendo el calor subir por su cuello. Si Giovanni admitía que, en muchos momentos, había estado intentando atraerla, entonces todo cobraba sentido. No era que ella estuviera imaginando cosas. Sus clavículas apenas visibles, su pecho firme, su voz baja y grave cerca de su oído… cada detalle parecía haber s
La voz del hombre era grave y profunda, como el sonido de un instrumento de cuerdas, con un toque delicado. Con cada pregunta, parecía acercarse más a ella. Cuando habló del beso, sus labios ya estaban cerca de su oído, y su voz, con un tono seductor, pronunció su nombre con una ternura que resultaba irresistible. Clarissa se despertó de golpe, sentándose en la cama. Su cara ardía, sus oídos estaban calientes y su cuerpo se sentía débil. No le sorprendía la idea de que, si intentaba pararse, probablemente se caería al instante. —¿Me estoy volviendo loca…? ¿Por qué había tenido un sueño así por unas simples palabras? Avergonzada, mordió el cojín entre sus manos, golpeándola un par de veces con su cabeza. A su lado, Vittoria, medio dormida, se frotó los ojos con pereza. Los movimientos de Clarissa la habían despertado, y con voz medio dormida, murmuró: —Clarissa, no importa cuántas veces lo intentes, golpear la almohada no te va a hacer ningún cariñito. Clarissa se puso a
Esta vez, Clarissa ni siquiera se molestó en llamarla "mamá". Lo que Caterina había hecho dejaba claro que nunca la había respetado. Si le tuviera un mínimo de consideración, no habría contactado a los periodistas sin consultarle antes ni la habría engañado para que viniera a la mansión solo para informarle después de su decisión. Pero así era como actuaba la familia Ferrucho. Cuando Luca fue fotografiado con Giulia en el auto, en lugar de enfrentar la situación, su reacción inmediata fue presionarla para que diera explicaciones públicas y limpiara el escándalo. El ambiente en la sala se volvió tenso. Enrico y Caterina se miraron. Ambos sabían que la situación se había complicado. Si Clarissa no cooperaba, toda la preparación que habían hecho sería en vano. Mientras tanto, Luca, sentado en la mesa, miraba su celular de vez en cuando. Ni siquiera estaba prestando atención a la conversación. De repente, se puso de pie y dijo con un tono despreocupado: —Salgo un momento,
Caterina ni siquiera creía en sus propias palabras. Enrico comía en silencio, como si todo esto fuera un asunto entre Caterina y Clarissa, como si no tuviera nada que ver con él. Sin embargo, su mirada, aunque discreta, se posaba en Clarissa constantemente, lo que dejaba claro que él también valoraba su presencia. Clarissa bajó la mirada, sacó un montón de fotos de su bolso y las tiró sobre la mesa. Había tantas que se dispersaron al instante. Las imágenes daban vergüenza: En algunas, solo puro y literal porno, una pareja desnuda se besaba calientemente en la ducha. En otras, se abrazaban en una mesa de billar. Había fotos en oficinas, en distintos lugares, follando o abrazándose. Las mujeres cambiaban, pero el hombre siempre era el mismo: Luca. Un montón de fotos explícitas, una pequeña montaña de pruebas innegables. Clarissa habló con calma, su mirada perdida hacia la nada.—Enrico, Caterina. Se detuvo un segundo antes de continuar. —Estas son algunas de las “
Luca miraba a Giulia, la mujer frente a él, con una cara que solo reflejaba preocupación y devoción. Giulia era la persona que siempre tenía en su mente. Los hombres tienen esa debilidad: cuando ven a una mujer frágil y bonita, su instinto protector de daddy a socorrer una princesa en apuros se despierta. Más aún cuando Giulia se parecía tanto a Sofia. Incluso si hubiera querido reconocer que era su culpa, su parecido con Sofia le impedía hacerlo. —Giulia, siempre has estado de mi lado. Giulia pensaba en él todo el tiempo, pero Clarissa… No solo coqueteaba con otros hombres, sino que, además, en la exposición de arte, se atrevió a humillar públicamente a Sofia y a Giulia, haciendo que su trabajo perdiera toda credibilidad. Como si fuera poco, ahora hasta se había mudado de la casa. El recuerdo de ese día, cuando Maxence le tiró agua con una botella, lo hizo molestarse. Pero, por ahora, necesitaban que Clarissa aclarara ante la prensa que no había problemas en su matrimoni
— Solo tengo un hermano, Gabriel. Así que nunca me vuelvas a decir hermana Clarissa. No tenemos ningún parentesco para que me llames de ese modo. La voz de Clarissa era cortante. —Si tienes algo que decir, espérate mejor a que terminemos de comer. Deja comer con tranquilidad a los demás y no jodas. Giulia solo pudo asentir, queriendo dar lástima. Luca, en un intento de consolarla, le buscó un asiento junto a él y, con cuidado, le sirvió un tazón de caldo de pollo. Cinco años de matrimonio, y Luca jamás había hecho algo así por Clarissa. ¿En qué momento se le había ocurrido tener esperanza de que fuera diferente? Ya estaban a punto de divorciarse, y aun así, por un instante, se había permitido esperar algo más. Clarissa bajó la vista. Con el cuchillo y el tenedor cortó el pastel en su plato, pero al probarlo, su expresión cambió un poco. Esencia de rosa. Sintió una punzada de ironía. La familia Ferrucho quería complacerla, eligiendo con mucho cuidado cada plato par
—¿No es esto lo que realmente querías? ¿Convertirte en la esposa de Luca gracias a tu hijo? Clarissa miró fijamente a Giulia. La joven parecía indefensa, con la cara pálida y los ojos llenos de lágrimas, como si fuera una víctima. Pero Clarissa sabía que todo era una farsa. Detrás de esa máscara de fragilidad, podía ver claramente algo oculto en su mirada, podía ver que se estaba burlando de ella. Clarissa extendió la mano y agarró con fuerza el mentón de Giulia, inclinándose hacia ella. Giulia sintió que su respiración se volvía agitada, y con voz temblorosa la llamó: —Hermanita Clarissa… Clarissa sonrió con desprecio. —Tratar de engañarme a estas horas del partido es ridículo, mosquita muerta. Su tono era suave, pero sus palabras eran como golpes. —No necesitas abortar. Ten a tu hijo. Vas a ser la esposa de Luca. Cada palabra era como una daga al corazón de Giulia. —Lo sabes bien. Ahora que estás embarazada de su hijo, Luca hará cualquier cosa por ti y por s
Enrico y Caterina pensaron que Luca se había vuelto loco. ¿Acaso podía hacer lo que se le diera la gana? ¿Tener un hijo y luego dárselo a Clarissa? ¿Existía un mundo donde Clarissa lo aceptaría? Ella tenía pruebas de su infidelidad y, con un hijo como prueba irrefutable, podía pedir el divorcio en cualquier momento. Si eso pasaba, la familia Ferrucho quedaría sin nada. Giulia también sintió que Luca había perdido la cabeza. Su plan era claro: usar su “embarazo” para obligar a Luca a divorciarse de Clarissa y quedarse con ella. Pero nunca imaginó que, en lugar de eso, Luca insistiera en no divorciarse y además quisiera darle el bebé a Clarissa. No podía decir que no sin delatarse, así que solo pudo seguir actuando y fingir que estaba de acuerdo, con lágrimas en los ojos y una actitud de mártir. Luca estaba decidido. Ni Enrico ni Caterina pudieron detenerlo. No hubo otra opción más que cancelar la rueda de prensa y ofrecer un par de regalos a los periodistas para evit