El cielo matutino se apreciaba limpio y despejado después de semanas de nevadas y tormentas, nubes blancas se mecían a la par del gélido, pero suave viento que soplaba moviendo con gracia todo a su paso, ojos zafiro de selva salvaje apreciaban verdaderamente aquella delicada distracción que el buen clima ofrecía, todo venia pasando tan deprisa que se sentía al borde de un colapso nervioso, los muchos problemas se habían tornado completamente insoportables, se sentía asfixiada, su pecho permanecía en un dolor sordo y constante, y nada parecía mejor, al contrario, iba cada vez a peor.
– Deberías tomar algo…prácticamente no has probado alimento…te ves ya bastante enferma, quizás sea momento de ver a un médico – la voz de Belmont interrumpió los pensamientos de Ceres.
Mirando a aquel casanova de ojos cielo, Ceres asintió&he
La lluvia de esa mañana era ligera, el viento frio soplaba en apacible calma, era un nuevo día gris…sus huellas una vez más pisaban en el cementerio haciendo un eco que resonaba en cada rincón y recoveco del lugar…iba empujando la silla de ruedas de Ceres, el rubio, aun no le dirigía la palabra, estaba más allá de la indignación por su decisión de perdonar a Auguste…era doloroso, pero esta vez, no cedería ante su adorado hermano.“No tienes que temerle a la muerte Ceres”Me había dicho la primera vez que hablamos de eso y que yo me eché a llorar. “Es algo tan natural como la vida misma porque es parte de ella, solo es un paso más para completar el cielo, ¿sabes por qué el cielo es tan estrellado?” Recuerdo haber negado mientras ella me secaba las lágrimas, esa ta
El sol se asomaba por la ventana, besando con sus cálidos rayos de luz el rostro de Ceres, sin embargo, e igual que siempre, no se sentía con ánimos de levantarse de la cama, se había convertido en una gran perezosa que dejo de ejercitarse debido a los calambres que le daban, casi todo el tiempo se hallaba durmiendo, era como si su cuerpo le exigiera más descanso del acostumbrado, levantándose de todos modos, tomo una ducha.Dejando que el agua caliente reconfortara su dolorido cuerpo, Ceres se sintió sorprendida al notar en el reflejo del mosaico como sus pechos parecían haber crecido un poco más…además…había algo que estaba pasando por alto…no le había llegado su periodo…desde hacía un mes…con tantas cosas que estaban atravesando, no se había detenido a pensar ni un solo momento en ello, y aunque al principio si noto la ausencia de este, se lo
La brisa salina golpeaba su rostro con gentileza, la belleza paradisiaca del mar, era algo que lograba asombrarla completamente, Ceres no había asistido jamás una playa, por eso, se sentía como una niña en dulcería…corría con impaciencia por todos lados, aquella felicidad momentánea, aunque sabía que no sería eterna, lograba hacerla olvidarse, aunque sea por un momento de sus sufrimientos.Estaba embarazada y con temor de que su cruel medio hermano la encontrara y arrasara con todo a su paso si se enterase de ello, pero por ahora…solo por ese instante, no quería pensar en nada de ello.Mirando el océano frente a ella, se sintió reconfortada, feliz…las aguas turquesas de las playas de Linapacan, en Filipinas, eran verdaderamente hermosas, la arena blanca y las aguas cristalinas eran algo realmente hermoso y digno de admirar…acariciando su aun pequeño vientre, Ceres se negaba a pensar en todo el dolor que habían atravesado, ahora mismo, una nueva vida crecía en su interior
El viento frio soplaba con fuerza azotando las ventanas, aquella tormenta no parecía tener fin, Eros estaba más halla de ira Ceres se había escapado, junto a Auguste Dupont y Belmont Fortier, todos los demás también se hallaban en paradero desconocido, y sobraba decir que el infame pelinegro estaba más allá de la furia atroz, el, por otro lado, ¿Qué podría haberla orillado a tomar aquella decisión? Por ahora, sin embargo, bastaba saber que se encontraba lejos y a salvo de el...de aquella irá asesina que estaba sintiendo y ese pensamiento solo lograba enfurecerlo aún más, aunque, como todos, sabia que aquello no podría durar para siempre, por ello, había movilizado todo de sus fuerzas armadas para obligar a que volviesen Ceres y compañía quienes se habían vuelto invisibles a sus ojos, los ojos del poderoso y temido Eros Dagger…su ira devastadora, esta vez, si podría quemarlo todo.– Maldición – decía Eros arrojando su teléfono.No había respuestas, nadie sabia nada del pa
Sangre, la sentía goteando desde su nariz llegando hasta su mentón para caer directo al suelo, dolor, no podía abrir sus ojos, estaban tan golpeados que podría jurar que había perdido al menos uno de ellos, gritos, podía escuchar los gritos desesperados de su amada gritando y suplicando por su vida…pero, sabia ya que nada podía hacerse, lo había traicionado, y estaba pagando el precio su traición…solo rogaba, que María Fernanda no sufriera daño alguno…ni tampoco la vida inocente que crecía en el interior de su vientre.– Por favor, déjalo en paz…el no ha hecho nada malo – suplicaba María de rodillas al cruel Eros Dagger.– Cállate perra, ¿Por cuánto tiempo mas planeabas esconderte de mí? Ese hijo que esperas podrá ser mío, pero no obtendrás nada mas que dolor, te lo arrancare de
El viento frio soplaba con fuerza azotando las ventanas, aquella tormenta no parecía tener fin, Eros estaba más halla de ira Ceres se había escapado, junto a Auguste Dupont y Belmont Fortier, todos los demás también se hallaban en paradero desconocido, y sobraba decir que el infame pelinegro estaba más allá de la furia atroz, el, por otro lado, ¿Qué podría haberla orillado a tomar aquella decisión? Por ahora, sin embargo, bastaba saber que se encontraba lejos y a salvo de el...de aquella irá asesina que estaba sintiendo y ese pensamiento solo lograba enfurecerlo aún más, aunque, como todos, sabia que aquello no podría durar para siempre, por ello, había movilizado todo de sus fuerzas armadas para obligar a que volviesen Ceres y compañía quienes se habían vuelto invisibles a sus ojos, los ojos del poderoso y temido Eros Dagger…su ira devastadora, esta vez, si podría quemarlo todo.– Maldición – decía Eros arrojando su teléfono.No había respuestas, nadie sabia nada del pa
La brisa salina golpeaba su rostro con gentileza, la belleza paradisiaca del mar, era algo que lograba asombrarla completamente, Ceres no había asistido jamás una playa, por eso, se sentía como una niña en dulcería…corría con impaciencia por todos lados, aquella felicidad momentánea, aunque sabía que no sería eterna, lograba hacerla olvidarse, aunque sea por un momento de sus sufrimientos.Estaba embarazada y con temor de que su cruel medio hermano la encontrara y arrasara con todo a su paso si se enterase de ello, pero por ahora…solo por ese instante, no quería pensar en nada de ello.Mirando el océano frente a ella, se sintió reconfortada, feliz…las aguas turquesas de las playas de Linapacan, en Filipinas, eran verdaderamente hermosas, la arena blanca y las aguas cristalinas eran algo realmente hermoso y digno de admirar…acariciando su aun pequeño vientre, Ceres se negaba a pensar en todo el dolor que habían atravesado, ahora mismo, una nueva vida crecía en su interior
Pasos débiles y trémulos, dando uno a la vez, Ceres Gultresa intentaba encontrar una forma de escapar en aquella prisión que comenzaba a desquiciarla, aquel cuarto infantil le parecía el infierno, uno del que quería escapar con premura para poder reunirse con su amado Auguste.Lejos de allí, Helios Benjamín intentaba ponerse de pie con ayuda de uno de sus hombres a quien había llamado para que los sacase del lugar en donde se encontraban..– ¿Ella está bien? – cuestiono el maltratado albino antes de preocuparse por sus propias heridas.– Solo esta inconsciente, debemos llevarla lejos de aquí, tengo mi auto, hay que apresurarse – dijo aquel hombre observando el vientre abultado de María Fernanda.– No…tú debes llevártela, nosotros tenemos que ir a rescatar a Ceres Gultresa – dijo Helios Benjam&ia