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Después de la visita a la clínica, el resto del día había transcurrido con interminables conversaciones con Daniel, Fátima y Lily discutiendo todo lo que básicamente se les ocurría. Mateo se había ido a trabajar después de que Fátima saliera sonriendo como una loca.

Ahora, en los confines de su apartamento Fátima haciendo la cena mientras Daniel estaba sentado junto a la encimera observando, estaban sentados en silencio con la excepción del tintineo de los utensilios. Fátima se afanaba en cocinar, queriendo evitar cualquier posible conversación sobre el matrimonio, que sabía que acabaría resurgiendo.

No es que no estuviera contenta con todo aquello, pero a veces le resultaba cansina la perorata de Daniel. O bien hacía grandes planes sobre la ceremonia matrimonial o la luna de miel, que a Fátima le parecían sencillamente descabellados porque sabía que, dadas sus limitaciones económicas, ambos eran incapaces de deleitarse con tales fantasías.

Independientemente del amor que sentía por D
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