CAPÍTULO 76

Kyra se sentó con las piernas cruzadas en el suelo, observando atentamente cómo Darius, de seis meses, se reía y balbuceaba. Sus brillantes ojos azules bailaban de alegría mientras hacía que el móvil encima de su cuna giré cada vez más rápido.

El niño se enojó y las plantas a su alrededor empezaron a teñirse de café. Él estaba enojado.

—Cuidado, mi pequeño lobo —dijo Kyra suavemente. —¿Recuerdas lo que practicamos?

Ella extendió la mano y suavemente puso una mano sobre su brazo regordete. Darius la miró con curiosidad. Kyra pensó en brisas tranquilas y estanques tranquilos. Ella proyectaba serenidad en su toque, esperando que Darius la refleje.

Darius sonrió, está tranquilo de nuevo.

Sus cejas se fruncen con concentración. Las plantas vuelven a tener su color, las flores marchitas, regresan a tener vida. Kyra sonríe. —Buen trabajo.

Un golpe en la puerta rompe el momento. Darius chilló, haciendo que que una lloviznaba surja en el cielo. Kyra suspiró y luego fue a abrir la puerta.

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