Reunión

—Sepáralas.

—¡Señor!

—No tengo que repetirlo dos veces. Hazlo —ordenó con firmeza.

El corazón de Paola comenzó a latir con fuerza mientras obedecía. Con movimientos lentos, separó sus muslos. La palma de su mano descansó sobre su rodilla, y luego empujó la tela de su falda hacia arriba de manera firme, pero medida. Su otra mano se unió en el acto, y, en cuestión de segundos, sus piernas quedaron expuestas al aire fresco de la oficina.

Paola sintió una mezcla de vergüenza y vulnerabilidad, pero rápidamente recordó que él era su esposo. Sin embargo, todo esto estaba ocurriendo en su oficina. Él continuó levantando la falda hasta dejar al descubierto sus bragas rojas.

—¡Bragas rojas! —murmuró, mientras el corazón de Paola latía con fuerza desbocada.

Colocó su mano en el dobladillo de la braga, intentando deslizarla hacia abajo, pero ella permaneció inmóvil.

—Me preparaste un café amargo... ¿No crees que deberías compensarme por arruinar mi boca? —preguntó con una voz cargada de intención
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