Nunca podría tenerte

Los dos guardias frente a la sala se inclinaron ante Paola. Ella miró a uno de ellos y preguntó:

—¿El rey está adentro?

—Sí, lo está —respondió cortésmente el guardia.

Paola llamó a la puerta, y la voz de Nolan resonó desde el interior.

—Adelante.

Paola abrió la puerta y entró. En cuanto Nolan la vio, esbozó una amplia sonrisa, se puso de pie y la recibió con cortesía.

—Por favor, siéntate.

Paola tomó asiento, y Nolan se sentó justo frente a ella.

—¿Cómo estuvo tu noche? Espero que ya hayas desayunado —preguntó él.

—Sí, gracias. ¿Tú también estás bien?

—Estoy bien, aunque en una hora tendré una reunión con los alcaldes de la ciudad —respondió Nolan mientras miraba su reloj de pulsera.

—Oh… Nolan, por favor, tengo una petición que hacerte —dijo Paola.

—Claro, adelante —respondió él, enderezándose en su asiento, mostrando su disposición a escucharla.

—Los niños quieren hablar con su padre. De hecho, les dije que había viajado a un país lejano porque decirles la verdad, que había sido es
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