La primavera había comenzado a recoger sus colores, dejándole el camino libre al irradiante sol del verano para que alumbrase todo a su paso, y junto a esa nueva estación; venía consigo el sentimiento de amor sembrado en los pechos latentes de dos amigos que comenzaban a desear ser mucho más que eso.
Mia se encontraba haciendo tarea de historia junto a su gato Vincent, recién había llegado del colegio, había decidido adelantar algunas páginas de su ensayo para tener un poco de tiempo para su sagrada lectura, esta vez, releía otro de los libros que su amada hermana le había obsequiado: La masacre de Nunca Jamás.
Axael Velasquez lograba atraparla con cada verso de sus ejemplares.
Era lunes, por ende habían pasado dos días desde la fiesta de su nueva amiga Bea Francis. Por más que la pelirroja intentaba prestar atención a su tarea, su mente se negaba a disipar al menos momentáneamente la historia de
El castaño y la pelirroja se quitaron los cascos y le dejaron la bicicleta a uno de los guardias encargados del lugar.—Espérame aquí —le dijo Eliot a la chica cuando vio una bodega cerca—, no tardo nada.Ella sólo asintió y se sentó al borde de una ámplia fuente que adornaba la entrada del sitio. Un letrero yacía colgado en el rocoso muro metamórfico, el letrero tenía especie de la silueta de un arco sobre las letras perfectamente hechas con molde y de color negro "El Eden" era lo que se leía, a su lado; una gran carrueta de madera barnizada con piedras medianas y metamórficas al igual que el muro. El suelo estaba adornado con granitos y pequeñas piedras igneas con minerales variados entre éstas.Mia desconocía completamente aquel sitio, pues no sabía que era un lugar turístico. Observaba las afueras del lugar, eran un m
semanas habían pasado luego de los sentimientos mutuos y revelados de Romeo y Julieta. Caminaban por el parque una tarde de junio con la compañía de su amiga Bea. El castaño estaba en el medio, sujetando las manos de ambas mientras transitaban por el sendero de concreto.—El profesor no había tenido chance de corregir los trabajos —Mia comentó sobre el silencio del trío—, saqué un diez. Creo que te cobré el haberte ayudado con la maqueta del sistema solar —soltó una exhalación de gracia y se aferró al brazo de su novio.—¿Eso te dijo? —inquirió Bea con una ceja levantada hacia el chico.—¿Qué? —cuestionó Mia, a la espera de recibir una pregunta más concreta.—¿Qué de qué? —interrumpió Eliot, soltando la mano de su amiga para hurgar en el bolsillo de su pantalón de chándal —Bea, traete unos refrescos y unos elotes que hay harta hambre —le tendió unos pesos, la chica le dio una mala mirada—. Anda, y te compras a
Abuela y nieta bebían tazas humeantes de café tranquilamente mientras esperaban que los tintes hicieran efecto en sus cabellos. Mia pensó que sería buena idea compartir alguna similitud con su nana, también estaría genial un pequeño cambio de imágen.—¿Ya pensaste en qué regalo le darás a Eliot, mija? —preguntó la mujer mayor, agarrando una galleta de canela junto a su café.Mia asintió.—Compré para hacer un pequeño picknick, le diré para ir a la azotea de su edificio a comer y pasar el resto de la tarde —alzó la comisura de sus labios—. Pensaba en ir al cine, pero a él le gustan las cosas simples, lo extravagante no llama su atención.—Ay, Mia Susej —la señora negó con la cabeza—. S
Otra mañana de soledad llegó junto al cielo que empezaba a esclarecerse, y con los diecisiete años de Mia.Los brazos arrugados de su nana rodeaban sus hombros mientras le susurraba la canción de Las Mañanitas al oído. La cumpleañera sólo suspiraba y se acurrucaba bajo el manto de la única mujer que la ha querido incondicionalmente durante lo que llevaba de vida.—¡Hola, hola, holaaaa! —Bea Francis apareció en la escena con una bandeja de desayuno de madera y unos globos de helio flotando en cada esquina —¡Felices diecisiete, mi a-mor!Dejó la bandeja con sandwiches, ensalada de frutas, galletas, café y jugo en la cama y se acercó a besarle sonoramente la mejilla a su amiga.—No sabía qué color te gustaba, eh... —rascó su cabeza—. Así que compré los globos de todos los colores... Ahm, sí... Espero que te guste.Mia emitió una risilla por la gracia que le causó verl
Alerta de contenido sexual no explícito.Mia le echaba un vistazo más a su reflejo en el espejo de la peinadora de su habitación. Llevaba puesto un lindo vestido acampanado de color ébano con las mangas a los lados, sus zapatillas de tacón hacían una perfecta combinación con el vestido y con su cabello, el cual estaba atado en un moño alto y con unos mechones sueltos, detras de sus orejas.Ladeaba su anatomía, se movía de adelante hacia atrás y daba pequeñas vueltas, aún pensando que algo le faltaba a su atuendo.Eliot tocó la puerta de su habitación sólo para avisar de su llegada, pues estaba abierta.—Esperaba encontrar a mi novia, pero me puedo escapar un rato contigo, guapa. No c
Pasadas las ocho de la mañana, el sol veraniego compartió un porcentaje de su luz para hacer saber a Mia que un nuevo día estaba comenzando. Ella se estiró e hizo una mueca de dolor ante los pequeños espasmos que se manifestaron más abajo de su pelvis.—Buenos días, el sol te dice hola —emitió Eliot, quien había abierto la ventana—. ¿Sientes dolor?Mia asintió.Él le hizo un nudo improvisado a las cortinas para que no se cerraran y se apresuró a agarrar la pastilla que había llevado junto a la bandeja del desayuno y un vaso de agua. La pecosa la bebió y se recostó del espaldar de la cama.Eliot tomó la bandeja de metal, la colocó en el regaso de su novia y le dio la espalda para adentrarse al cuarto de baño.—¿Me preparaste el desayuno? —inquirió ella, deteniendo su trayecto.—Obvio —respondió él. Se giró confuso cuando escuchó la risa de su novia—. ¿Qué?
Los días y las semanas transcurrían junto a los paseos de la mano, los besos en la mejilla, las risas, el amor... Y los engaños.Eran pocas las tardes en las que la soledad de apoderaba del ambiente, pues casi todos los días una nueva aventura tocaba a la puerta de los dos adolescentes cautivos bajo el hechizo del primer amor.Entonces las madrugadas eran sagradas para Mia Suarez, pues eran las únicas horas en las que podía leer sin interrupciones, se transportaba mentalmente a todos esos escenarios de los libros que leía, se perdía entre las letras, siendo inconsciente de que en el mundo real se estaba perdiendo a sí misma.Y el sermón de la señora Gertrudys todas las mañanas era bello, intentaba hacer entrar en razón a su nieta sobre las consecuencias que le traería a mediano plazo leer a esas horas.
Ambos caminaban por el borde de la ascera como dos niños acostumbrados a añadir diversión a todas sus travesías. Eran adolescentes despreocupados que iban por la vida actuando como infantes, pero amando como veteranos.El sol iluminaba la tarde, pero no de forma exagerada. Cálida. Los pajaros cantaban su sonata de despedida para zarpar hacia una dirección donde no les diera tanto frío. Las hojas empezaban a teñirse poco a poco de un color ocre que pasaría a ser cobrizo en unas semanas.—Entonces, ¿Irás a la universidad? Este cuatrimestre te gradúas —dijo Mia, con sus brazos extendidos a los lados para mantener el equilibrio.—¿Debería ir? Pensaba en buscar un trabajo y ya —respondió Eliot, copiando su acción—. La universidad ocupa mucho tiempo, y yo quiero est