Walter soltó una risa sarcástica; sus ojos destellaban con hostilidad mientras miraba a Serafín de manera penetrante. —¿Pareja ideal? Hmph, no lo creo.Al escucharlo, Mariana tomó del brazo a Serafín deliberadamente y, con tono desafiante, dijo: —¿Oh? Entonces deberías mirar bien, señor Guzmán.Las palabras lograron encender el fuego de la ira en el corazón de Walter.¿Qué quería decir con eso? ¿Acaso estaba desafiando sus límites?Mariana se acercó a Serafín, mostrando una postura más íntima, mientras preguntaba con provocación: —¿En qué no somos una pareja ideal?Walter apretó los dientes de rabia, al tiempo que su rostro se oscurecía cada vez más.Jimena, notando su cambio de humor, se apresuró a tomarle la mano, tratando de calmarlo.Pero Walter mantenía la mirada fija en Mariana, con una luz feroz en los ojos, como si quisiera devorarla viva.Mariana, por su parte, no se inmutaba; su sonrisa se volvía aún más brillante y su provocación más evidente.Walter la observó por un moment
Al reconocer a quien tenía delante, Mariana no pudo evitar exclamar una vez más que Yacuanagua realmente era un lugar pequeño.¿No se suponía que esa ciudad era bastante grande?¿Por qué entonces siempre tenía que encontrarse con personas que no quería ver en lugares como ese?El hombre soltó una risa sarcástica mientras se acercaba a su lado para lavarse las manos.Mariana, molesta, tomó dos toallas de papel y se secó las manos con fuerza. Sus dedos, largos y blancos, se veían tan delicados como obras de arte.Walter la miró de reojo en el espejo y, con voz grave, dijo: —Mariana, ya basta.—¿Qué quieres decir? —Mariana frunció el ceño, preguntando con disgusto.Walter se enderezó y la miró a los ojos a través del espejo. La tenue luz amarilla iluminaba su rostro, haciéndolo parecer una pieza de jade fino, y sus ojos eran como dos imanes poderosos que atraían el acercamiento de cualquiera.De repente, sintió una molestia en su interior, como una tormenta de verano que llega sin aviso.
Walter agarró con violencia la muñeca de Mariana, la giró y la empujó contra la pared.Así, el tatuaje en la espalda de ella se reveló como una mariposa vivaz, revoloteando ante sus ojos.Walter contuvo la respiración por un segundo mientras su corazón latía de manera frenética, con una imagen borrosa de una niña pasando fugazmente por su mente.Mariana, pegada a la pared y exasperada, se giró y lo miró con odio, luchando mientras gritaba: —¡Suéltame ya!Walter seguía observando fijamente el tatuaje de mariposa en su espalda, con la mente hecha un caos. Sin darse cuenta, apretó más su agarre y su voz se volvió grave y ansiosa: —¿Cómo te hiciste esta herida?—¡Suéltame! —Mariana, ignorando su pregunta, continuó forcejeando y exclamó— ¡No me obligues a darte un golpe!Walter levantó la mirada hacia ella. Sus pestañas eran espesas y largas, que parecían una barrera natural en el baño ligeramente oscuro, ocultando perfectamente sus emociones.Por alguna razón, una ola de ira surgió en su c
Desde que Walter fue secuestrado, Jimena parecía estar enferma constantemente, visitando el hospital cada dos por tres.Pero Serafín no parecía prestar demasiada atención a la respuesta; sonrió ligeramente y dio el primer paso hacia el elevador. —Vámonos.Mariana asintió y lo siguió.Frente a la puerta del ascensor, ambos guardaron silencio y el aire pareció haberse congelado por un momento.Serafín recorrió con la mirada el cuello y los hombros de Mariana y, tras una breve vacilación, finalmente no pudo evitar preguntar: —Entonces... ¿cómo te hiciste esa herida?Mariana se quedó aturdida.¿Así que él también había escuchado la conversación entre ella y Walter?—Lo siento, no fue mi intención —Serafín notó su desconcierto y se apresuró a explicar—. Es que vi a Jimena en la puerta del baño y, por curiosidad, me acerqué y accidentalmente escuché.Mariana hizo un gesto con la mano, indicando que no le importaba.—Cuando era niña era muy traviesa, una vez me caí del balcón y rompí un jarró
—¡¿Walter?! ¿De dónde saliste tú?Nerea, al verlo, abrió los ojos desmesuradamente, como si hubiera visto a un extraterrestre. Ella y Abril habían actuado en secreto, así que ¿cómo supo él que estaban allí? ¿Alguien les habría filtrado la información?—Abuela, no te confundas. Fui yo quien lo llamó —Mariana se apresuró a aclarar.En la entrada de la oficina, se amontonaba gente y sus miradas curiosas, como reflectores, se dirigían hacia adentro, ansiosos por descubrir el misterio.Finalmente, cuando la puerta de la oficina se cerró lentamente, la multitud soltó un largo suspiro de decepción. ¿Qué asunto tan importante estaban discutiendo que incluso Walter, que rara vez se veía, estaba presente?Dentro del despacho, Walter se acercó y extendió la mano para ayudar a Nerea a levantarse. —Vámonos, las llevo a casa.Pero Nerea lo apartó con un movimiento del brazo, cruzó las manos sobre el pecho y resopló: —¡No me voy a ir!—Abuela, estamos en el hospital, Mariana tiene que trabajar. No ca
Mariana contemplaba a Walter y no podía evitar preguntarse si ese amor seguía siendo tan intenso como al principio.Quizás aún quedaba algo, pero parecía más un apego a sus esfuerzos pasados y una desgana.Su mirada recorrió el rostro apuesto del hombre, y sus pensamientos regresaron de repente a los días cuando recién se habían casado.Yolanda le había preguntado: —¿De verdad lo amas tanto? ¿Prefieres ser tratada con frialdad después de casarte y aun así no te arrepientes?Su respuesta en aquel entonces fue firme: —¡Así es! Lo amo sólo a él, ¡no me voy a casar con nadie más que él!Pero ahora, ya no era capaz de proclamar su amor con la misma valentía.Pensando en eso, Mariana esbozó una sonrisa amarga. Esta vez, quería mantener la cabeza en alto frente a Walter, vivir con un poco más de dignidad.Walter comenzó a inquietarse ante su mirada, sintiendo que su sonrisa era como una afilada cuchilla que silenciosamente atravesaba su defensa psicológica.Después de un momento de silencio,
Walter frunció el ceño y volvió la mirada hacia Mariana, con la mente en un torbellino.Mariana sabía que las palabras de la abuela lo habían puesto en un dilema.También temía que Walter malinterpretara, pensando que ella estaba montando a propósito la escena para retenerlo.Así que sonrió y le dijo: —No te preocupes, no voy a hacer una petición tan absurda.Con eso intentaba darle a Walter un poco de tranquilidad, pero cuanto más calmada era su explicación, más irritado se sentía él.La puerta de la sala privada se cerró de golpe.Mariana bajó la cabeza y la sonrisa en su rostro se desvaneció sin dejar rastro como si se la llevara el viento.Nerea suspiró y dijo con una ligera nota de reproche en su voz: —Mari, ¿por qué dijiste eso? ¿No ves que él está dudando? Eso te está diciendo que...—Abuela, ¿tienes alguna otra cosa que decirme?Mariana la interrumpió rápidamente por miedo a que Nerea dijera la respuesta que menos quería escuchar: que Walter en realidad no quería divorciarse.D
Después de terminar su frase, Mariana levantó su hermoso rostro y volvió a mirarlo.Walter, por su parte, frunció el ceño y apretó el cigarro en su mano.La verdad era que a Mariana le resultaba insoportable el penetrante olor del tabaco, como un grillete que la mantenía atada y del que no podía liberarse.Por supuesto, no se refería sólo a eso, sino también a ella misma.Sonrió suavemente como una brisa de primavera, y dijo en voz baja: —Lo siento, Walter.No fue hasta que soltó esas palabras que sintió que se había quitado todos los pesos de encima y que finalmente estaba libre.Walter bajó la mirada, como si se estuviera aclarando la mente. Finalmente, apagó el cigarro de un soplido, respiró hondo y dijo: —Lo que dije en la sala, lo repito.Levantó la cabeza, con sus ojos llenos de una paciencia y sinceridad sin precedentes, y pronunció cada palabra: —Está bien lo que quieras hacer.Mariana asintió vigorosamente mientras su sonrisa se volvía más radiante. —Entonces vamos a divorciar