Capítulo 204
Al reconocer a quien tenía delante, Mariana no pudo evitar exclamar una vez más que Yacuanagua realmente era un lugar pequeño.

¿No se suponía que esa ciudad era bastante grande?

¿Por qué entonces siempre tenía que encontrarse con personas que no quería ver en lugares como ese?

El hombre soltó una risa sarcástica mientras se acercaba a su lado para lavarse las manos.

Mariana, molesta, tomó dos toallas de papel y se secó las manos con fuerza. Sus dedos, largos y blancos, se veían tan delicados como obras de arte.

Walter la miró de reojo en el espejo y, con voz grave, dijo: —Mariana, ya basta.

—¿Qué quieres decir? —Mariana frunció el ceño, preguntando con disgusto.

Walter se enderezó y la miró a los ojos a través del espejo. La tenue luz amarilla iluminaba su rostro, haciéndolo parecer una pieza de jade fino, y sus ojos eran como dos imanes poderosos que atraían el acercamiento de cualquiera.

De repente, sintió una molestia en su interior, como una tormenta de verano que llega sin aviso.
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