Capítulo 185
Dicho eso, Mariana se giró bruscamente, dispuesta a saltar por la ventana del coche.

El hombre se quedó atónito y sus ojos se abrieron de par en par como si hubiera visto un fantasma. ¿Esa mujer no tenía miedo de morir? Si caía de esa manera, no quedaría ni rastro de sus huesos. ¡Cualquier vehículo que pasara podría aplastarla como carne molida!

Rápidamente extendió la mano y la agarró con fuerza, maldiciendo furiosamente: —¡Estás loca! ¿Prefieres que te atropelle un coche a ahogarte en el mar?

Sin embargo, el grito del hombre hizo que Mariana no pudiera evitar reír.

Ese secuestrador era demasiado gracioso, incluso le preocupaba si moriría cómodamente.

Aprovechando un descuido del hombre, ella le dio una patada en el estómago.

El hombre dejó escapar un grito de dolor y, por instinto, soltó su agarre. Mariana, como una serpiente ágil, se deslizó de vuelta al coche por la ventanilla.

Él estaba a punto de levantarse cuando vio que Mariana ya sostenía una aguja plateada contra su cuello.

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