Capítulo 1137
Mariana aún no había tenido tiempo de agacharse cuando sintió que alguien le agarraba el brazo y, de repente, la empujaban al suelo.

Podía sentir claramente que alguien la cubría. Esa persona respiraba con dificultad, y su aliento era especialmente cálido a su lado.

Mariana tomó suavemente el dobladillo de su camisa, reconociendo al que la protegía: Walter.

Cerró los ojos, y su corazón, que estaba en vilo, encontró un pequeño respiro gracias a su protección.

—¿Mariana, estás bien? —preguntó él, su voz resonando en su oído.

Mariana asintió levemente, sin poder articular palabras, cuando de repente se escuchó un estruendo ensordecedor. Un estallido de luces brillantes iluminó el almacén, seguido de un fuerte rugido que resonó en sus oídos, y la abrasadora ola de calor se lanzó hacia todos.

Un grito desgarrador atravesó el aire: era el lamento de Jimena.

—¡Ay, duele! —exclamó ella.

Mariana, mirando a través de una rendija, vio la situación de Jimena. Estaba rodeada por un torbellino de fu
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