Mariana aún no había tenido tiempo de agacharse cuando sintió que alguien le agarraba el brazo y, de repente, la empujaban al suelo.Podía sentir claramente que alguien la cubría. Esa persona respiraba con dificultad, y su aliento era especialmente cálido a su lado.Mariana tomó suavemente el dobladillo de su camisa, reconociendo al que la protegía: Walter.Cerró los ojos, y su corazón, que estaba en vilo, encontró un pequeño respiro gracias a su protección.—¿Mariana, estás bien? —preguntó él, su voz resonando en su oído.Mariana asintió levemente, sin poder articular palabras, cuando de repente se escuchó un estruendo ensordecedor. Un estallido de luces brillantes iluminó el almacén, seguido de un fuerte rugido que resonó en sus oídos, y la abrasadora ola de calor se lanzó hacia todos.Un grito desgarrador atravesó el aire: era el lamento de Jimena.—¡Ay, duele! —exclamó ella.Mariana, mirando a través de una rendija, vio la situación de Jimena. Estaba rodeada por un torbellino de fu
—¡Mi hija!—¡Jimena!—¡Ah!El grito desgarrador de la mujer resonó en sus oídos.Mariana se dio la vuelta y vio a los policías y familiares que entraban a toda prisa.Hadya casi corría, desesperada por lanzarse sobre Jimena.Jimena yacía en el suelo, retorciéndose, hasta que, poco a poco, dejó de moverse.Ella siempre había estado observando a Mariana, pendiente de cómo se movían sus labios. Tal vez estaba tratando de decir un "lo siento", o quizás un "no puedo creerlo"...Pero todo eso ya no importaba. Así fue la vida de Jimena, una vida que ella misma eligió...Podría haber vivido en paz, ser la consentida de la familia López, la hermana querida de Mariana... Pero eligió un final así.—Jimena... —La voz de Hadya era desgarradora.La pantalla de la televisión seguía transmitiendo esta absurda tragedia. Los internautas observaban la escena, atónitos, incapaces de escribir una sola palabra. Creyeron que verían a Walter tomar una decisión, pero se encontraron con la imagen de Jimena sien
Walter parpadeó, sorprendido al ver a la mujer frente a él. Sin pensarlo, la abrazó por la cintura, acercándola a su pecho.—Gracias por amarme —dijo Mariana, envolviéndolo en un abrazo suave.—Mariana, quien debería dar las gracias no eres tú. Soy yo quien te agradece por elegirme con tanta determinación —respondió Walter, acariciando su cabello antes de mirar hacia Leo.Los policías no podían acercarse. Leo estaba en un estado de alerta total, todavía quería escapar. O quizás... estaba ganando tiempo, esperando que alguien de la Ciudad de Fantasía viniera a rescatarlo.—Yago, ¿has pensado en algo? ¿Qué hacemos con esto? —preguntó Yahir, sacudiendo el brazo de Yago.—¿Viste que se besaron? —comentó uno de ellos.—¡Estás loco! ¿En medio de todo esto todavía te importa si se besan o no? —respondió César, sin poder creerlo.En el otro extremo del auricular, Joaquín estaba confundido.—¿Eh? ¿Qué? ¿Quién se besó?—¡Dame el chisme! —exclamó Joaquín, ansioso.Lucía intervino: —¿No estás vien
—Mariana, no te hagas ilusiones de que te amaré.El hombre la agarró del cuello, empujándola contra el sofá y la insultó con una cara llena de disgusto: —Mi paciencia contigo ya llegó al límite, así que te aconsejo que te portes bien. ¡En seis meses nos divorciaremos!—De verdad no empujé a Jimena... ¡Fue ella misma quien cayó en la piscina!Mariana Chávez tenía la voz débil y estaba empapada hasta los huesos, con su cuerpo delgado temblando sin cesar, mostrando que aún no se había recuperado del miedo de haber caído al agua hace un momento.—No te justifiques más. ¡Has sido su amiga durante años, sabes que le tiene miedo al agua! —gritó furiosamente, mientras sus acciones se intensificaban y su semblante feroz insinuaba que si algo le pasaba a Jimena, ella también tendría que enfrentar las consecuencias.La simple frase -amiga durante años- la condenó directamente.Los ojos de Mariana se fueron humedeciendo y una lágrima se deslizó lentamente por su mejilla; en ese instante, el sonido
—Papá, tenías razón, nunca podría entrar en el corazón de Walter. Sé que me equivoqué, quiero volver a casa.La voz ronca de Mariana resonaba en la vacía sala de estar.La familia Chávez era la más rica de la ciudad de Luzalta, un clan de médicos.Su abuelo era comerciante y su abuela era una famosa profesora de cirugía cardíaca, ambos haciendo una pareja perfecta. Desde pequeña, Mariana siguió a su abuela para estudiar medicina. La viejita decía que era una genio destinada a seguir ese camino.Sus abuelos le habían allanado el camino hacia el éxito, su padre había acumulado innumerables propiedades para que ella las heredara, y su madre prometía que podía ser la princesa de la casa para siempre.Pero ella lo había abandonado todo por Walter, degradándose a sí misma hasta llegar a donde estaba ahora.En aquel entonces, pensó que era una verdadera guerrera que luchaba por el amor, con gran entusiasmo y corazón valiente. Ahora que lo pensaba, su cabeza estuvo viviendo en las nubes.Mar
Walter se negaba a creerlo y buscó en todos los lugares donde Mariana podría estar: el jardín trasero, el estudio, la sala de proyección... Sin embargo, no sólo no encontró un rastro de ella, sino que sus pertenencias habían desaparecido, incluidos los libros de medicina en la estantería en el estudio que ella solía leer.Él raramente iba allí, y ahora, sin Mariana, la casa parecía haber sido abandonada durante mucho tiempo, sin huella de vida humana.Walter bajó las escaleras con paso pesado y, de repente, notó que la pared detrás del sofá estaba vacía. Cuando vio el cuadro dañado arrojado en el bote de basura, su respiración se contuvo por un momento. Después de casarse con Mariana, ella siempre le pedía que la acompañara de compras, pero como él estaba ocupado con el trabajo y la detestaba, la rechazaba una y otra vez.El día de su cumpleaños, ella fue a la empresa a buscarlo y le preguntó: —Walter, ¿me podrías acompañar en mi cumpleaños? Si estás ocupado, está bien sólo media hor
Mirando al hombre que la estaba llevando hacia adelante, Mariana pareció quedarse en trance.Fue igual que aquel año, cuando él tomó su mano y la sacó corriendo de aquellos que los perseguían.Si en aquel entonces Walter hubiera sido un poco peor con ella, tal vez no lo habría amado tanto ni habría insistido en casarse con él a pesar de romper con su familia.Pero de nuevo, ¿por qué estaba él allí? ¿Y qué estaba haciendo ahora?¿Acaso estaba celoso de verla coquetear con otro hombre?Pero en breve ella desechó esa idea.Walter no tenía corazón; nunca la había amado, así que ¿cómo podría estar celoso?Cuando Mariana fue empujada adentro del baño, el alcohol comenzó a hacer efecto y se sintió débil en todo su cuerpo.Walter la presionó contra el lavabo con el ceño fruncido. La luz sobre su cabeza le daba una apariencia borrosa, pero no era difícil ver su atractivo.—Mariana, ¡aún no estamos divorciados! —espetó entre dientes.Con la espalda pegada al lavabo, el tatuaje de mariposa en la
En esa noche, en el piso 33 del Hotel Solaz, se llevaba a cabo un banquete. A través de los ventanales grandes, se podía contemplar toda la vibrante vista nocturna de Yacuanagua.La melodía suave del piano flotaba en el aire, mientras Mariana se recostaba perezosamente en la barra, balanceando distraída su copa de vino tinto y observando a su alrededor sin mucho interés.Los hombres en el salón la miraban fijamente con codicia, deseando entablar conversación pero sin atreverse a hacerlo.Esa noche, ella llevaba un vestido largo negro con tirantes, con algunas arrugas en la falda que dejaban al descubierto sus delicados tobillos. El atuendo le quedaba holgado, pero resaltaba perfectamente sus curvas. Su cabello caía en cascada por su espalda, dejando entrever un tatuaje de mariposa, todo lo cual la hacía destacar demasiado.En ese momento, su celular sonó y, al echarle un vistazo, descubrió que era un mensaje.Papá: [¿Fuiste a la fiesta?]Mariana suspiró y escribió: [Ya estoy aquí.]Des