Mariana observaba la cantidad de datos que aparecían en la pantalla, mientras su mirada se perdía por la ventana.Su asistente la llamó varias veces, pero parecía no escuchar.Finalmente, el asistente se acercó y, con preocupación, preguntó: —¿Directora, te sientes bien? ¿Quieres que regresemos a descansar?Al escuchar su nombre, Mariana volvió en sí y negó con la cabeza, indicando que no había nada que la incomodara.Se frotó las sienes y le dijo: —Tú sigue revisando los datos, yo iré a sentarme un momento en la sala de descanso.El asistente asintió y observó cómo Mariana se alejaba del laboratorio.El silencio reinó en el lugar, y el asistente se preguntaba qué podría estar preocupando a Mariana. Había estado tan concentrada en su investigación últimamente. ¿Acaso era por el señor Guzmán?Mariana se acomodó en el sofá de la sala de descanso y comenzó a revisar su WhatsApp.Justo cuando iba a deslizar hacia abajo, recibió un mensaje de Yolanda.Al abrirlo, frunció el ceño al ver que
Si Mariana venía esta noche, significaría que aún había esperanza para él.Walter suspiró, frotándose las sienes; ya se sentía exhausto.Los problemas recientes en la empresa, junto con lo de su abuela, se sentían como una pesada losa sobre su pecho, dificultando su respiración.Sus ojos se posaron sobre la mesa de centro, donde había una caja de joyas.Era el regalo que quería darle a Mariana.De repente, alguien llamó a la puerta.Walter se sorprendió; el camarero acababa de servirle más bebida, así que no esperaba que regresara. ¿Sería...?Apresurándose, fue a abrir la puerta. Justo iba a pronunciar un nombre, cuando escuchó: —Señor Guzmán.La esperanza que había en su mirada se desvaneció al instante. No era Mariana... era el camarero.—Señor Guzmán, hemos recibido una llamada de una señora llamada Mariana. Ella tiene un mensaje para usted.Walter frunció el ceño, confundido.—Ella dijo que el instituto está muy ocupado, que no vendrá y que espera que usted cuide de su salud y regr
Cuando Walter vio a la persona en la puerta, su corazón se hundió un instante.Una mezcla de sorpresa y desconsuelo lo invadió.Sorpresa porque ella había llegado, y desconsuelo porque, por fin, se había presentado.Walter nunca había esperado a nadie con tanto anhelo como a Mariana, quien era la única que deseaba estar a su lado con tanta intensidad.—¿Sabías que vendría? —preguntó, con la voz baja y rasposa, como si le doliera.Mariana lo miró, sus ojos reflejaban calma.Los ojos de Walter estaban enrojecidos, la fatiga acumulada y una noche sin descanso lo hacían sentir roto.Vestía una camisa blanca, la corbata deshecha, y su aspecto mostraba su agotamiento.Sin embargo, la sorpresa en su mirada al ver a Mariana no podía ocultarse.—¿Señor Guzmán, te sientes mal? —preguntó Mariana, con un tono perezoso.—¿No debería sentirme así? —replicó él.Mariana sonrió. —Esperar a alguien puede ser realmente largo. Pero es una lección de vida que debemos aprender.Sin necesidad de matrícula, e
Walter se quedó sin palabras ante lo que ella había dicho.El silencio se prolongó hasta que finalmente él habló: —Te va a gustar este collar.Mariana no respondió, observando cómo Walter abría la caja de joyas sobre la mesa.Al ver el contenido, su boca se movió, pero no logró pronunciar palabra.No era cualquier joya; era el elegante collar de forma de mariposa que había visto en la última exposición de joyería de Vicente.Mariposa...—Te va a gustar —repitió él.Mariana miró el collar, y en su corazón algo se agitó.No era tanto el collar lo que le gustaba, sino que él parecía recordar que le encantaban las mariposas.Bajó la vista, sin saber qué decir.—Mariana, no te enojes… Sé que en el pasado no fui bueno contigo, pero no te decepcionaré de nuevo. Dame otra oportunidad, aunque sea como un extraño.Quizás podrían volver a conocerse…Luego ser amigos, después él podría cortejarla y, al final, ser pareja.Deseaba que algún día pudiera ser el esposo de Mariana.Si algún día se casab
Walter miró a Mariana y le dijo: —Mi abuela está de nuevo en estado crítico.Mariana se sintió confundida; ¿no había mejorado la salud de su abuela? Antes de venir, había ido a verla y estaba bien.—¿Quieres que vayamos juntos? —Walter, sabiendo que Mariana estaba preocupada, hizo la pregunta.Mariana asintió de inmediato. Ambos se subieron al coche; hacía tiempo que no viajaba en el auto de Walter.Walter abrochó el cinturón de seguridad, pero Mariana notó que su estado no era el mejor.Lo miró en silencio durante un momento y, antes de que él pudiera arrancar, le dijo: —Déjame conducir.Walter frunció el ceño, confundido. —¿Eh?Mariana abrió la puerta del coche y salió, rodeando el vehículo hasta llegar al asiento del conductor. Le hizo una señal para que saliera, —Yo manejaré.Walter se quedó mirándola por un momento, y finalmente asintió, ocupando el asiento del pasajero.Durante el trayecto al hospital, Walter la miró varias veces, como si nunca se cansara de observarla.Nunca hab
¿Y el objetivo de su provocación resultó ser Walter?Era evidente que él estaba en la sombra, mientras Walter estaba a la vista.Cuando Walter vio el papel, su rostro cambió.Apretó el papel en su mano, su expresión se tornó fría, pero no dejó escapar su ira frente a su familia.Walter miró a Mariana y le preguntó: —Mariana, ¿puedes quedarte con mis padres un momento?Mariana pareció intuir lo que Walter iba a hacer.Probablemente sabía quién había dejado ese papel.Asintió. —Entendido.Walter la miró, sus labios se movieron como si tuviera algo más que decir.Mariana sacudió la cabeza. No necesitaba decir más.¿Qué podía pensar él que ella no supiera?Ella siempre había dicho que era la persona que mejor conocía a Walter, pero había quienes no creían en eso.Walter asintió y se dio la vuelta para irse.Mariana lo llamó de nuevo: —Walter, ten cuidado. —su expresión era compleja.Walter sonrió, bajo la mirada; no se volvió, pero agitó la mano detrás de él, con un gesto despreocupado.Ag
Manuel observó a Walter con una mezcla de incredulidad y desprecio. —¿Qué demonios haces aquí? ¿Has venido a arruinar la fiesta? ¡Mira cómo asustaste a mis chicas!Las dos mujeres asustadas se metieron en los brazos de Manuel, quien apenas podía sostenerlas.Walter lo miró con frialdad, acercándose lentamente a él, emanando un aire de invierno que hacía que la atmósfera se volviera pesada.Se lo tomaba en serio. Eso hizo que Manuel frunciera el ceño, comenzando a tomar a Walter con la misma seriedad.Walter fijó su mirada en Manuel, su voz helada: —¿No sabes lo que hiciste?—¿Qué hice? ¡Yo estoy aquí disfrutando con estas bellezas! ¿Y tú qué?Desde que perdió su mercancía y sus socios, Manuel se había entregado al placer en Yacuanagua.¿Negocios? ¿Venganza? Prefería sumergirse en el hedonismo y que todo se acabara pronto.Walter frunció el ceño, apoyando las manos en la mesa de café, con una mirada gélida hacia Manuel.Manuel lo miró fijamente, sin mostrar debilidad.El corazón de Walt
—¡Tú, cuídate! —Walter empujó a Manuel y se dio la vuelta para irse.Manuel quedó tumbado sobre la mesa, sintiendo el sabor a sangre en su boca.Mirando la figura de Walter alejarse, una risa cruel escapó de sus labios, dejando que la sangre resbalara por su garganta, intensificando el espectáculo.—¡Walter! —gritó su nombre—. ¡Te estaré vigilando desde las sombras! ¡No cometas un solo error!Walter guardó silencio, su rostro helado. Manuel observó el reservado vacío y luego su propia imagen descompuesta. No pudo evitar reír a carcajadas.¿Qué podría ser más doloroso que ver a su familia sufrir?Todo el sufrimiento que había soportado, Walter también debía experimentarlo.Unos segundos después, la expresión de Manuel cambió drásticamente, tornándose feroz.Se secó la cara y tomó su teléfono.En la pantalla, dos mensajes que había dejado sin responder.A: [Colaboremos. Haré que sufra. No te apresures a responder, observa mi actuación.]A: [¿Qué opinas?]Al leer los mensajes, Manuel resp