Manuel observó a Walter con una mezcla de incredulidad y desprecio. —¿Qué demonios haces aquí? ¿Has venido a arruinar la fiesta? ¡Mira cómo asustaste a mis chicas!Las dos mujeres asustadas se metieron en los brazos de Manuel, quien apenas podía sostenerlas.Walter lo miró con frialdad, acercándose lentamente a él, emanando un aire de invierno que hacía que la atmósfera se volviera pesada.Se lo tomaba en serio. Eso hizo que Manuel frunciera el ceño, comenzando a tomar a Walter con la misma seriedad.Walter fijó su mirada en Manuel, su voz helada: —¿No sabes lo que hiciste?—¿Qué hice? ¡Yo estoy aquí disfrutando con estas bellezas! ¿Y tú qué?Desde que perdió su mercancía y sus socios, Manuel se había entregado al placer en Yacuanagua.¿Negocios? ¿Venganza? Prefería sumergirse en el hedonismo y que todo se acabara pronto.Walter frunció el ceño, apoyando las manos en la mesa de café, con una mirada gélida hacia Manuel.Manuel lo miró fijamente, sin mostrar debilidad.El corazón de Walt
—¡Tú, cuídate! —Walter empujó a Manuel y se dio la vuelta para irse.Manuel quedó tumbado sobre la mesa, sintiendo el sabor a sangre en su boca.Mirando la figura de Walter alejarse, una risa cruel escapó de sus labios, dejando que la sangre resbalara por su garganta, intensificando el espectáculo.—¡Walter! —gritó su nombre—. ¡Te estaré vigilando desde las sombras! ¡No cometas un solo error!Walter guardó silencio, su rostro helado. Manuel observó el reservado vacío y luego su propia imagen descompuesta. No pudo evitar reír a carcajadas.¿Qué podría ser más doloroso que ver a su familia sufrir?Todo el sufrimiento que había soportado, Walter también debía experimentarlo.Unos segundos después, la expresión de Manuel cambió drásticamente, tornándose feroz.Se secó la cara y tomó su teléfono.En la pantalla, dos mensajes que había dejado sin responder.A: [Colaboremos. Haré que sufra. No te apresures a responder, observa mi actuación.]A: [¿Qué opinas?]Al leer los mensajes, Manuel resp
—Pero Mariana, solo puedo sentirme tranquilo si te encargo el cuidado de mi abuela —Walter frunció el ceño, con un toque de vergüenza en su mirada.Mariana suspiró. Si hubiera sido ella de antes, habría aceptado sin dudarlo. Pero lamentablemente, ya no era la misma.—Walter, antes era tu esposa. Podía pensar en tu familia y en ti sin titubear. Te habría respondido sin dudar y corrido a tu lado. Pero ahora no somos nada, ni siquiera amigos. Así que puedo rechazar tu petición sin ningún remordimiento —Mariana miró a Walter a los ojos, su tono rebosante de sinceridad.Walter bajó la mirada y sonrió levemente. —He cruzado la línea.—No es que hayas cruzado la línea; es que antes yo te daba demasiada tranquilidad. Cuando no estabas con la familia Guzmán, yo me ocupaba de todo —Mariana lo miró fijamente.De un afecto profundo a una calma distante, solo habían pasado tres años de tormentas.Walter asintió, reconociendo que Mariana tenía razón. Gracias a ella, su vida había sido tan pacífica,
Mariana levantó la vista y le pidió a Joaquín que le enviara de inmediato la foto de esa persona.Joaquín respondió: —Lo seguí hasta la salida del hospital, pero subió a un taxi. Una vez en el centro, perdí el rastro. Jefe, hice todo lo posible.Mariana preguntó: —¿Tienes alguna imagen clara de su rostro?Joaquín contestó: —No, este tipo tiene una gran habilidad para el contraespionaje; nunca mostró su cara. Pero por su figura, parece un hombre corpulento. Se nota que es fuerte, como si hubiera sido militar.Mariana guardó silencio durante tres segundos y le dijo a Joaquín: —Haz que César regrese al equipo. Necesito que investigue a este hombre. Hazlo lo más pronto posible.Colgó el teléfono y, al darse la vuelta, se encontró con Walter de pie detrás de ella.Mariana se detuvo un momento, apretó el teléfono en su mano y retrocedió un paso, observando a Walter en silencio.Walter frunció el ceño y preguntó: —¿Quién eres tú de verdad?Mariana sonrió. —¿Qué pregunta es esa, señor Guzmán?
En los ojos de Mariana no pudo evitar asomarse una pizca de desdén. ¿Cómo podía Walter pensar que ella se preocupaba por él?Lo cierto era que lo que le preocupaba era su propia seguridad, su vida era lo primero.Mariana le lanzó una mirada fulminante y murmuró: —Está bien, si no necesitas descansar, llévame al instituto. No sé desde cuándo te gusta ser el chofer.Walter, al escucharla, sintió que sus quejas eran dulces.Desearía que Mariana le hablara más, eso le hacía sentir que la distancia entre ellos no era tan grande.Así que, sin pensarlo, entró al ascensor, sintiéndose mucho más alegre.Mariana lo reprendió: —Tu abuela aún está en el hospital, y tú no te preocupas por eso, en cambio, te pasas el tiempo en mí. Walter, no sabes distinguir lo que realmente importa.—Tú y mi abuela son igual de importantes. Si elijo llevarte, eso significa que no debo preocuparme por ella. Pero si hoy decidiera quedarme en el hospital cuidándola, estoy seguro de que tampoco dirías nada. ¿Verdad, Ma
Mariana bajó la mirada. —Entonces, ¿comerás algo?A Vicente le gustó escuchar esas palabras. —Claro, entonces iré a recogerte esta noche.—No, no es necesario. Yo manejo. Dime dónde estás y yo iré —Mariana se recogió el cabello hacia atrás y volvió a mirar a Walter.Esta vez, sus miradas se encontraron, como si fuera un encuentro inevitable.Mariana sonrió, como si eso fuera un saludo para Walter.¿Acaso no era una provocación? Hablar con otro hombre y sonreírle.Walter mantuvo su rostro impasible, deseando poder detener el coche al lado de la carretera y enfrentar a Mariana.Pero al recordar lo que ella había dicho hoy, desechó esa idea.Mariana colgó el teléfono.Walter no pudo evitar preguntar: —¿Vicente?—Sí —Mariana no tenía intención de ocultarlo—. Vicente dijo que hay un lugar muy bueno para comer y me preguntó si quería ir con él.—¿Y aceptaste? —Walter replicó.Mariana se concentró en su teléfono. —Vicente es bastante sincero; si puedo, me gustaría probarlo.—Al fin y al cabo,
Cuando Mariana regresó al instituto, Clara la esperaba en la puerta.Mariana le echó un vistazo, pero su expresión era indiferente.Clara la detuvo. —¿No tienes nada que decirme?Mariana sonrió. —¿Qué debería decirte? ¿Acaso tengo que informarte sobre mi agenda? ¿A quién he visto?Clara la miró fijamente, sintiéndose muy molesta. ¿No tenía nada que contarle sobre Mariposa?Clara se sintió incómoda. Ella no solo conocía a Mariposa, sino que también la había visto en persona. Pero actuaba como si no sabía nada.—Mariana, ¿por qué no me dijiste que conocías a Mariposa?Clara sintió que había hecho el ridículo en la exposición de joyería.Mariana sonrió de nuevo. —No solo conozco a Mariposa, sino que también conozco a María; conozco a muchas personas. ¿Acaso tengo que informarte de cada uno de ellos?Clara frunció el ceño. ¿María? ¿Se refería a la doctora María, la famosa médico?—¿A qué María te refieres? —preguntó, ansiosa.Mariana empujó a Clara y siguió su camino hacia el instituto.Cl
Clara le había enviado otro mensaje, insistiendo sobre el asunto de Mariposa.A Clara le encantaba Mariposa, así que no le sorprendía su insistencia. Pero si Clara comenzaba a provocarla, Mariana no dudaría en mostrarle su descontento.Clara: —Todavía no puedo creer que realmente conozcas a Mariposa. ¿O solo lo dijiste para mantener las apariencias?Mariana: —¿De verdad lo necesito? ¿Crees que para mí la imagen es tan importante como para ti?Mariana pensó un momento y envió otro mensaje.Mariana: —Cuando tenga mi obra de regreso, te la mostraré, pequeña.Al ver la palabra "pequeña", la expresión de Clara se hundió.¿Así que en la opinión de Mariana, ella era solo una niña?Mariana apagó el teléfono justo cuando Vicente le preguntó: —¿Te va bien en el trabajo? He oído que hay alguien que siempre está en tu contra.Mariana levantó la vista. ¿Él sabía de eso?—Vicente, ¿tienes espías en el instituto? —Mariana inclinó la cabeza, mirándolo con curiosidad.Vicente tosió levemente, adoptando