En Caracas Bernhard se sentía como fiera enjaulada acostumbrado a ir y venir, hacer lo que le viniera en gana, disfrutar hoy de un lugar y de una mujer y mañana de otro en la parte contraria del globo terráqueo, ahora estaba confinado a los escasos metros de su oficina, podía tener buena conversación con su hermano y su cuñada, incluso disfrutaba de la compañía de su sobrina consentida, pero estar preso, y la despiadada Verónica Santiani, no le permitía ni asomarse, se dejaría ver en público dentro de unos días en un evento de caridad e iría con ella, debía reconocer que era estimulante estar con una mujer que no le tuviera el más mínimo respeto, sonrió al recordar a Verónica, esa mujer, era imposible ponerla incomoda o sacarle los colores, era franca directa y ladina como él, no era raro que esta mujer llamara su atención, e
Elena fue a su habitación a vestirse para la rueda de prensa, sabía que la prensa le haría preguntas, pero no era conveniente que ella hablara, sin duda la estrategia de Verónica era la mejor, se puso un vestido color arena ceñido sin mangas con cuello cuadrado, llegaba por debajo de las rodillas y unos zapatos de tacón, estaba terminando de arreglarse cuando recibió una llamada a su celular de un número desconocido. — Hola Elena, estoy preocupado por ti. — ¿Quién habla? — Vaya, ya no recuerdas mi voz. — Sergio, ¿Cómo conseguiste mi número celular? — Eso no importa, Elena debes alejarte de esa familia de delincuentes, ya la verdad de ese sucio Bernhard Larsson salió a la luz, hoy obtuvo su merecido. — Cómo te atre
Los abogados de Bernhard lograron sacarlo a la mañana siguiente bajo fianza, lo entrevistaron una y otra vez, la detective trataba de confundirlo y ver si decía alguna mentira, pero él se mantuvo imperturbable, incluso por un breve instante era ella quien contestaba preguntas a él, en definitiva su don de encantador de mujeres estaba intacto a pesar del agotamiento, le dijo a la detective Carolina que esperaba que la próxima vez pudieran conversar en un lugar más bonito y con un mejor café, la investigación continuaba ya que Bernhard tenía muchos gerentes firmantes, la cuenta de donde vino el dinero pertenecía a la corporación de Bernhard Larsson, pero no había pruebas de que fuera él quien sacara el dinero. El investigador de Bernhard llegó muy temprano al hotel, no quiso llamar por teléfono, ni aceptó h
— Donna perdóname el incidente de la otra noche en Margarita, Dante tiene razón, no podemos involucrarnos. — Si nosotros queremos, no es problema de Dante. — Donna yo no quiero que tengamos una relación, no es buena idea. — Sigues con la chica del restaurante, no te importa que no pueda decidirse entre tu tío y tú, que haya mandado a sacar del camino a una mujer que le quería quitar a Bernhard. — Lo que dicen los tabloides siempre está lejos de la realidad, ese cuento es tan inverosímil como un perro azul, pero igual no es de tu incumbencia, con permiso. — Sé que yo no fui la mejor de las mujeres, pero tú en verdad me importas, vengo como amiga, no me importa que no me quieras, yo misma me lo busqué, pero no es justo que seas víctima de alguien peor.
Hablaron con el abogado, Elena se había montado en un taxi común, él no vio nada raro ni que indicara peligro. Llamaron a la policía, pero no era aún momento de poner una denuncia, Pablo llamó al detective Raúl, él le caía bien, le parecía buen hombre, le explicó lo sucedido y este le preguntó si estaba seguro que no se trataba de un escape, Pablo le aseguró que no y que por favor lo ayudara a buscarla, todos los teléfonos se mantuvieron colgados, Sebasthian llegó al restaurante y abrazó a Brenda, después de un minuto Brenda salió de la oficina, lo recomendado en estos casos era esperar la llamada en la que pedían rescate, en los últimos días Elena fue noticia, quizás unos maleantes quisieron sacar provecho de la situación. Elena sintió que detuvieron
Elena despertó, sentía la boca seca y un terrible dolor de cabeza, en realidad le dolía todo el cuerpo, abrió los ojos lentamente ya que el sol le daba de frente a su rostro, estaba en un auto, acostada en el puesto trasero, Sergio iba conduciendo. — Por fin despertaste amor. Amor, Sergio siempre la había llamado amor. — Si a esto que haces le llamas amor, que será si me odiaras. — Ahora eres muy respondona, esa gente te han cambiado, eres presumida y malvada. — Tú me secuestras y yo soy la malvada, ya está bueno Sergio, di tu precio ¿Cuánto por dejarme ir? — No, tú te quedarás conmigo y empezaremos otra vez, tendremos la vida que ese Bernhard nos arrebató. — Sergio es que estás demente, yo no te quie
Dante estaba sorprendido. Se sentó en el sofá cuando sintió el peso de la locura que había hecho su hermana, Donna se privó llorando y no le salían las palabras. Dante Pasó sus manos por el cabello y se obligó a escuchar y ver como hacía para librar a su hermana esta vez.— Yo no sabía que era un asesino, yo solo quería que se desapareciera con la tal Elena y que Pablo pensara que ella lo había traicionado, y entonces él la rechazaría y yo podría tener oportunidad de recuperar a Pablo. Dante abofeteo a su hermana, era la primera vez que lo hacía, no pudo controlarse y se arrepintió en el acto, Donna no era más que una niña malcriada y mucho era su culpa, pero esta vez se había pasado de la raya, Sonia intervino.
Elena quería quedarse encerrada en el baño lejos de Sergio, pero quizás podría escapar cuando viniera el servicio, o pudiera pegarle con algo a Sergio y escapar corriendo, así que se armó de valor, mirándose al espejo notó que tenía el cabello lleno de costras de sangre, el golpe que le dio Sergio en la cabeza, la había rotó y aunque ya no botaba cantidad de sangre seguía húmedo y dolía, quizás necesitaría puntos de sutura, en cuanto salió consiguió a Sergio inhalando polvo por la nariz, así que eso era, Sergio estaba drogado, él no tenía ese vicio mientras estuvieron juntos, ahora entendía su locura. — Sergio, esto es una locura, no podemos estar aquí eternamente, yo me siento mal debo ir a un médico. — Estas bien, solo fue tu primer viaje —Sergio
Una vez en la comisaria, Pablo le dijo al detective que la llamada indicando el paradero de Elena había sido anónima, el detective no vio razones para desconfiar, Pablo no sabía cómo su amigo se había enterado, aun le faltaba ir a casa de Dante. Pablo dio un apretón de mano al detective Raúl. — Muy agradecido amigo, sepa que estoy en deuda con usted y no dude en llamarme si algún día llega a necesitar algo de mí. — No se preocupe, Larsson, es mi trabajo, esperó no tener que visitarlo por trabajo, quizás vaya por visitar a la bonita parlanchina. Pablo sonrío. Elena despertó en la cama de una clínica, se sentía bastante mejor, tenía una vía pegada al brazo, de un frasco el suero caían ráp