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—Hay acuerdos y sé el peso que tienen— Mateo salió del agua, mientras Anthony sacudía su pelo con las manos. —Comprendo las situaciones. El inconsciente aquí es Vladimir, no yo. —Cierra el pico, cabrón. Ni siquiera es de mí de quién hablan— mantuvo la mano en el felino de pelaje oscuro que cargaba con él. —Además, hoy no es buen clima para una pelea. Mateo se colocó la camisa, soltando un bufido. —Volviendo a tu…inversión —Anthony aclaró la garganta. —Estoy al tanto de todo, no creas que porque me mantengo al margen lo ignoro. Una traición sigue siendo una traición, y como tal podría juzgarse si llega a oídos de otros. Ten en cuenta que si lo dejo pasar, no es por el acuerdo.Vladimir le dio una mirada fugaz, con la misma advertencia. —Sé lo que tengo en las manos —Mateo palmeó la espalda de Horus para hacerlo avanzar. Anthony lo alcanzó, para que segundos después el felino de pelaje oscuro los superara a gran velocidad. Vladimir se rió con un gesto de presunción cuándo los dejó
—Me asustaste, maldit0 cretino —lanzó el manotazo, mientras la otra la llevó a su pecho.Mateo miró su hombro en donde aterrizó el golpe, luego a ella, viéndola con la boca cubierta al darse cuenta de lo que había hecho. —No era para tí— trató de explicar, sacudiendo la mano, pues fue prácticamente darle un golpe a la pared. —¿Qué comes para estar así? No es normal. Mateo se dedicó a ver la mueca en su rostro. Enfado y dolor. Eso era algo nuevo en ella. —Cada vez creo más lo que se decía de tí en casa de los Bohemond— se dio la vuelta para entrar, pero la oscuridad no le gustó. Sentía que algo dentro podía acabarla en un instante, ni siquiera tenía que dudar en alejarse de eso, pero lo hacía. Una parte de ella quería darle la oportunidad de lograrlo. Sería más fácil. —¿Le temes a la oscuridad? —Mateo habló detrás suyo, mirando el interior del lugar. —Claro que no. Pero había un…sujeto— culminó mirando la esquina de la puerta. —¿No lo viste? Mateo miró a ambos lados con el ceño
El primer tramo de su viaje los llevó a Reikiavik, donde tuvieron que hacer una escala, debido a las medidas de seguridad que debían implementar. Si algo no le gustaba a Mateo eran los retrasos, pero tampoco tener que seguir protocolos que lo limitaran. Harper, en cambio, buscó un lugar para acomodarse, aceptando el café que le ofrecieron, mientras leía o trataba de leer una revista sobre una mesa que buscaron para ella. Pero el islandés no era un idioma por el que antes se interesó. Pasó las páginas, al ritmo de los minutos, alzando la vista, sólo para encontrar al mafioso sentado en uno de los muebles frente al suyo. Con las rodillas alejadas la una de la otra, sus brazos cruzados, y la camisa a la medida para no verse muy suelta, ni una talla menos, una medida exacta para mostrar sus…pasó saliva al descubrir esos ojos tan fríos en su dirección y ese aura apresante que destilaba de cara poro. Tenía que dejar de verlo, pero el infeliz sonrió. Ella apartó la mirada para ver la revi
Mateo dejó la copa vacía, mientras Harper se interesó en otro de los espectáculos presentados. Su nariz respingada se arrugó al ver a los acróbatas tener su propio público. Jamás había visto una boda de ese…estilo, sí se podía decir así, porque no tenía claro el concepto. De igual manera, se puso de pie para recibir a la novia que le sonreía al socio o lo que fuera de los Crown. Escuchó la ceremonia y presenció una boda extraña, pero entretenida, incluso en la parte final cuándo a todos se les invitó a darle un beso a la persona a su lado. Harper alzó la mirada hacia el hombre que la vio por un momento. —No te hagas ilusiones— señaló causando que el mafioso esbozara una risa que la hizo aplaudir como todos los demás. No tenía mente para todo lo que tenía encima. Se escudaba en el ballet, porque era lo único que la hacía liberar sus cargas y expresar todo lo que la atormentaba. No cometería el error de buscar consuelo en las caricias de alguien, cuándo no encontraba paz en ella mis
Mateo vio a Harper bajar los hombros y quitarse los guantes. Siempre temía que alguien viera sus manos, se alteraba tan siquiera que vieran esa piel marcada, con relieves que recordaba lo que…no recordaba del todo. Sacudió sus pestañas, mientras su lengua se negaba a moverse. Trataba de convencerse de que le estaba dando armas a alguien que no tenía lástima por nadie. Al mismo tipo que odiaba por condenarla a estar por siempre bajo el dominio de Lorcan, al mismo mató su esperanza, al mismo que…esa noche debió haberla asesinado. —Mi abuelo, Edison— corrigió con su voz fallando. El escozor en su garganta la estaba por ahogar, no era buena expresando algo real, propio y tan profundo que incluso se había escondido de ella. —Era muy distraída a mis 16— rió y Mateo siguió escuchándola. —Solía perderme en mi…esa casa, era normal, entraba al dormitorio de Delphine o Alaric por accidente, si la viste sabrás que es muy confuso el…—Mateo asintió y ella ladeó una mueca—. Pero jamás entraba a
En cuánto aterrizaron, Harper le pidió a Beagle llevarla al apartamento, en dónde suspiró al visualizar el edificio ante ella. Mateo la vio con dudas de si despedirse o no, en lugar de verla titubeante, la tomó por el cuello para atrapar su boca.Beagle apartó la mirada hacia un rótulo en la calle, mientras la pelirroja le limpió la comisura a Mateo. —Por más que lo esquivas, esto va a seguir pasando— le aseguró él mirando su boca. —Por más que te guste, esto va a terminar— el mafioso rió y ella salió de la camioneta para entrar al edificio en dónde ese aroma seguía impregnado en su ropa. Esperó el elevador, con paciencia en lo que calmaba la temperatura de su piel que subía cada vez que lo tenía cerca. Acomodó los guantes y mantuvo la maleta en su mano. —Espero que tanta cercanía con él no te queme las neuronas que te quedan— dijo Lorcan a su lado. Ella ni se inmutó, pese al miedo que le tenía, su temple no le permitió volverse una aterrada figura que vivía para temerle.—Recuer
Harper salió con dirección del auditorio en el vehículo que Beagle conducía, para tener su rutina obligatoria con los instructores que asignaron para todos, mirando a Phiama con el gesto enfadado cada vez que la veía. —Le quitaste titulares, por eso está que se quema en su odio— rió Fannie comiendo una dona. Harper observó lo que mordía. —Le dije a alguien que quería tener algunas para comer aquí y las trajo mis favoritas. —¿Alguien? —Sí. Alguien— canturreó y ella se rió, para luego sacudir la cabeza. —Volviendo al tema, ¿recuerdas lo de la calificación?— Harper movió la cabeza. —Lo logró, le dieron un 9.3, porque se equivocaron. —Seguro— tomó una botella con agua.—Que no te asuste, importa pasar a la siguiente ronda en estos concursos, no con cuánto— indicó viendo al frente. —Cuándo llegues al último nivel, porque vas a llegar, ahí sí con todo. Que Phiama no sepa de donde vino el golpe. —Aún faltan algunas rondas para eso— indicó viendo el rostro conocido en el pasillo. Otra lo
Harper no sabía qué sucedía. No entendía qué pasaba. El aturdimiento era demasiado para comprender la situación. Solo veía la sangre de su esposo derramada en el suelo. Dos balas, una en el pecho y otra en la frente. Sus manos temblorosas envueltas en el mismo líquido la hicieron perder la noción de su entorno. Las pastillas para dormir que tomaba cada noche habían funcionado demasiado bien en esa ocasión, porque no escuchó los disparos. —Fue él. Fue Mateo Crown quien lo hizo —le dijo su suegro con la voz rota—. Lo mató porque no cedió a sus órdenes. Lo mató porque no aceptamos su dominio sobre nuestras vidas. No sabía quién era Mateo Crown. No entendía nada de lo que Lorcan decía. Sólo comprendió que habían matado a su esposo. Solo entendió que Mateo Crown había masacrado a casi todo un clan. La había convertido en una viuda. No amaba a su esposo, pero él la había mantenido segura de todos en ese lugar, y ahora estaba a la deriva. En el funeral de Orvyn Bohemond, solo