—¿Está bien? —Samuel se colocó al lado de Jacqueline, quien estaba sentada en el comedor de la cocina. Nidia le pasó una taza de té para que se calmara, puesto que aún temblaba de la impresión.
—Sí, gracias. Si ustedes no hubiesen llegado a tiempo... —Lágrimas cubrieron sus ojos. Samuel se acercó, dudó un poco, pero verla tan vulnerable lo conmovió. Entonces, se atrevió. Jacqueline agrandó los ojos al sentirse cubierta por los musculosos y firmes brazos del grandulón. Lloró sobre su pecho, su calidez le inspiraba confianza y por primera vez se sintió bien la protección de un hombre; tal vez no estaba mal dejarse cuidar de vez en cuando.
Después de que todos salieron de la conmoción, frente a la puerta de madera, Samuel se debatía entre tocar o no. Quería verla, pero temía imp¡Tres años! Todo ese tiempo cubriendo su rostro, temerosa de que alguien la descubriese. Sus manos temblaban y lágrimas mojaban sus mejillas, su corazón latía con brusquedad y su respiración estaba acelerada. Se sentía tan expuesta y vulnerable, tan fea.Arthur se acercó estupefacto y levantó su mentón; sus miradas se encontraron y ella no supo descifrar ese brillo en sus ojos cafés.—¡Eres tan hermosa! —Limpió las lágrimas que rodaban por su piel y la abrazó—. Te amo, Sam y me duele que te hayan hecho daño.Ella lloró sobre su hombro. Él sostuvo su rostro entre sus manos y la observó con fascinación.—Tus labios son tan lindos... Tu nariz es perfecta, todo tu rostro es simétrico y hermoso.—No lo es. —Ella sollozó y él acarició la
El frío de la noche y la soledad la torturaban y, pese a que estaba cubierta con sus sábanas, aquella sensación gélida no la dejaba dormir. Las lágrimas mojaban sus mejillas y su pecho dolía.—Papá... —balbuceaba hipando en posición fetal. Lo extrañaba y necesitaba. ¡Si tan solo no se hubiera casado con Daniel! Si su padre no se hubiese muerto, ¿ese hombre la trataría con respeto? Se levantó de la cama con intención de tomar aire fresco, en el pasillo, unos quejidos llamaron su atención. Corrió hacia la habitación de su esposo y su corazón empezó a palpitar con rapidez. Sabía lo que ellos hacían, pero verlo con sus ojos era muy doloroso.Salió corriendo de allí y volvió a su habitación, una vez en su lugar seguro, lloró con libertad.
Arthur y Sam caminaban por las calles asfaltadas del pueblo. Ella aferrada a su brazo y escondiéndose detrás de él cuando las personas se les acercaban a saludar. El día estaba hermoso y las calles alegres y coloridas.Mujeres y hombres le daban regalos y bendecían su relación, pues Arthur era una persona muy querida en su región porque ayudaba a los más necesitados. Llegaron a un puesto de flores y a Sam le brillaron los ojos.—Quiero un ramo colorido para esta hermosa dama —pidió Arthur sonriente mientras la abrazaba por la cintura. Parecía un niño pequeño aferrado a Sam, cosa que a ella hacía feliz, pero también le causaba tristeza. ¿Cuánto le duraría la felicidad?Después de recorrer el pueblo y comprar chucherías, bailar en las plazas y jugar con un grupo de niños; Arthur la montó sobre su cabal
Anabela escuchaba a Arthur avergonzada. Después de la cena, él se sentó junto a ella en una parte solitaria del patio para conversar sobre su comportamiento de la mañana.—Lo sé y estoy muy apenada. —Ella miró las estrellas, sonrojada—. Les pediré perdón antes de partir, lo prometo.—Bien, preciosa. —Él la abrazó—. Pero me preocupas, ¿acaso te interesa Samuel?Ella suspiró y mordió su labio inferior.—No lo sé... Cuando Iván me dejó, él se me acercó y fue muy lindo. Luego se alejó y me evadía, yo ignoré el asunto, pues estaba muy herida. Sabes lo mucho que amé a Iván, teníamos tres años de noviazgo y pronto íbamos a casarnos.—Sí, lo sé. El muy tonto se casó con la hija de Rom&a
Frotaba su pequeña barriga con temor y lágrimas en sus ojos. Tenía cuatro meses de embarazo y su peso era muy bajo. Temía por su bebé y las consecuencias que su mala alimentación, el maltrato, la falta de chequeo médico y la forma tan precaria en la que vivía le podían traer a su criatura. Sabía que su barriga debía estar un poco más grande, entendía que muchas primerizas no hacían grandes panzas, pero era consciente de que en ella influía la desnutrición y la anemia.Como animal peligroso, estaba encerrada en un pequeño y sucio cuarto cerca de los establos. Sin cama ni muebles, solo paja y un plato sin lavar donde le echaban mala comida una vez al día. Tenía que sobrevivir y ser fuerte por su hijo o hija. Temía el no poder parir a su bebé o que se muriera en cualquier momento.—Debemos esca
Sus labios se movían a la par y sus lenguas se acariciaban con deseo y delicadeza a la vez. Sus dedos acariciaban la cicatriz en la mejilla de su novia mientras ella jugaba con el lacio cabello de él.—¿Nadamos? —Arthur rompió el beso y ella sonrió ante su propuesta. Se pararon de la larga tela que yacía sobre la grama y Sam se deshizo de su anticuado vestido quedando con unos pantalones cortos por encima de la rodilla y una blusa ceñida al cuerpo. Arthur la miró con escrutinio por unos segundos y luego se quitó su camisa, dejando su torso desnudo.—¿Mojarás tu pantalón? —Ella inquirió y él peinó su cabello con las manos.—Traje otro, hermosa. —Sonrió.Ambos se metieron al agua y se atacaron con el fresco líquido. Risas y forcejeos se escuchaban en el solitario lugar. Cansados de jugue
Sam fue visitada por los amigos de Arthur, maestros en medicina y drogas. Tomó clases intensivas con ellos, quienes la ayudaron a poner su laboratorio con sus firmas y reconociéndolo ante la ley. Varios meses pasaron y, aunque no lo hacía muy seguido, Sam aún tenía que seguir aprendiendo y su laboratorio ser inspeccionado cada cierto tiempo por expertos. Ella trabajaba junto a un grupo de casi graduados en el área, todos ellos muy buenos y sobresalientes.Ella se miró en el espejo por última vez y sonrió. Poco a poco había cambiado su forma de vestir y sus compras con Anabela le habían llenado el clóset de vestidos más juveniles y bonitos. Después de aplicarse un lindo labial, puso su velo sobre el rostro, pues solo Arthur tenía el privilegio de verlo.La velada con su novio fue romántica y especial, Arthur la trataba como si ella fuese una reina y siempre se
Un beso tras otro…Estaba sorprendido, pero no iba a desaprovechar el momento haciendo preguntas, aunque algo faltaba...—Samuel... —Anabela se distanció agitada—. Quiero que lleguemos a algo más que una amistad.Él se quedó petrificado. ¿Acaso estaba soñando?—¡Por supuesto! —se apresuró en responder—. Sabes que eres especial para mí y es lo que más deseo.Un beso selló el comienzo de su relación.Jacqueline daba vueltas en la cama. Se sentía tonta, no entendía aquel enojo, aquel dolor.—Él fue solo sexo —se repitió por tercera vez—. Ya tomó su decisión, él se lo pierde. —Trataba de convencerse a sí misma, aunque la sensación de tristeza e impotencia eran más fuertes. ¿Por qu&eac