Probablemente, Sergio ya había recibido la falsa información que ella había filtrado. El hecho de que él la llamara de regreso para hacerle este tipo de preguntas indicaba con claridad que no estaba satisfecho con los resultados obtenidos de su investigación.—Samuel Mendoza... nunca he oído hablar de tal personaje en Hermosavilla —le dijo Sergio, observando la reacción de Marina en ese momento. Marina, por supuesto, no iba a mostrar ninguna fisura en su impecable fachada. Samuel era ella misma; ella era precisamente Samuel. Solo era una identidad falsa, por lo que no era sorprendente que Sergio no pudiera descubrir nada.—¿Cómo voy a saberlo yo? Tal vez sea un empresario extranjero —respondió Marina de manera indiferente, desviando el tema:—¿Me hiciste venir solo para preguntarme esto? Realmente, no tengo tiempo para responderte a estas preguntas tan aburridas.Marina hizo ademán de levantarse, pero Sergio al instante se contuvo y, como si estuviera cediendo, muy curioso le preguntó
Marina se apoyó en el sofá para levantarse, lanzándole a Sergio una mirada burlona con frialdad:—Ya te dije lo que querías saber. ¿Ya puedo irme?—¡Espérate un poco! —Sergio le agarró la muñeca: —¿A dónde vas? ¿Vas acaso a buscar a Xavier?—¡Suéltame!Marina apartó la mano de Sergio con brusquedad y le respondió con frialdad: —Adónde voy es asunto solamente mío, no tuyo.—¡Pero eres mi esposa carajo!Sergio dio un paso adelante, acercándose a Marina mientras se ajustaba la corbata:—¿No te gustaba anteriormente? ¿No querías estar conmigo? Ahora te voy a cumplir ese deseo, pero no pienses en ir a buscar a Xavier.Marina se sorprendió: —¡Sergio! ¿Te enloqueciste?—¡Sí, estoy loco! ¡Loco por haberte dejado salir a callejear tanto tiempo!Sergio le apretó la muñeca a Marina y la empujó de nuevo al sofá, con los ojos llenos de posesividad: —Esta noche no vas a salir de esta casa.—¡Sergio! ¡Suéltame!El esfuerzo de Marina solo enfureció más a Sergio.—¿Soltarte? ¿No era eso lo que quer
Después de todo, ¡la persona que rechazó no era alguien común y corriente, sino ni más ni menos que Sergio Blanco! En toda Hermosavilla, ¿había alguien más que se atreviera a no respetar a Sergio?En ese momento, en la oficina del presidente del grupo Blanco, Sergio miraba con el rostro sombrío las noticias en internet. Un titular que decía "#El presidente del grupo Blanco se rebaja a solicitar una reunión con el presidente del grupo Mari y es rechazado rotundamente#" se había vuelto tendencia.Todos estaban curiosos por saber quién era realmente el gran jefe detrás del grupo Mari, quien había surgido de la nada y tenía un respaldo tan fuerte como para atreverse a rechazar a Sergio.Jaime, notando el mal humor de Sergio, le dijo: —Señor, esta noticia seguramente fue filtrada con alguna intención. Ya he pedido que se inicie una investigación, y estoy seguro de que pronto tendremos resultados.—Es obvio que esto tiene que ver con el grupo Mari —respondió Sergio.Inicialmente, solo querí
Marina levantó un dedo y le dijo: —Y una cosita más, difunde que Samuel Mendoza, el presidente del grupo Mari, también asistirá. Así, todos disfrutarán al máximo del baile de máscaras.Felipe estaba confundido, pero Xavier, a su lado, ya había entendido lo que Marina pretendía. Ella, entretenida, jugaba con la insignia en su mano. Durante meses, había hecho que el nombre de Samuel fuera muy conocido, rodeándolo de misterio. Todo esto llevaba a este momento.La noche del evento del grupo Blanco, Sergio observaba a la multitud sin mostrar ni un rastro de alegría. Jaime, a su lado, comentó: —Señor, he confirmado que todos los grandes empresarios están presentes, excepto los no invitados del grupo Mari.—Entendido.Sergio parecía desinteresado. Jaime, con dudas, le preguntó: —Señor, ¿hay algo que le preocupe?Sergio guardó silencio por un momento y luego le preguntó:—¿No hay señales de movimiento por parte del grupo Mari?Jaime negó con la cabeza: —No he oído nada. Quizás sepan que no
Ante la frialdad de Sergio, Sofía se quedó asombrada por un momento. Jaime se acercó a ella y le dijo: —Señorita Quiroga, por favor, acompáñeme arriba para cambiarse de ropa.Sofía bajó la cabeza y respondió: —… Está bien entonces.Apenas había dado unos pasos cuando Sergio, con frialdad, añadió:—Quítate el maquillaje antes de regresar.Sofía sintió un escalofrío en el corazón.—Pero…—Eres estudiante, ese maquillaje tan recargado y maduro no te queda para nada bien.Al escuchar esto, Sofía se sintió aún más dolida. Había puesto mucho esfuerzo en ese maquillaje, ¿realmente era tan inapropiado? Mientras seguía a Jaime, le murmuró: —Jaime, ¿no me veo bien con este vestido?Jaime apenas la miró de reojo y respondió con indiferencia:—Este vestido era para la señora.Al escuchar estas palabras, la expresión de Sofía cambió. ¡Ese vestido… era para Marina!—Pero el guardia de la entrada me dijo que lo habías traído para mí.—Entonces, el guardia se equivocó al dar el mensaje. Hoy, la señ
Marina temía que Alejandro, con su carácter impulsivo, pudiera causar problemas. A lo que de inmediato le dijo:—No te alteres, en verdad paso…—No te preocupes, hoy le voy a dar una lección a Sergio, ¡cueste lo que cueste!Dicho esto, Alejandro colgó el celular. Marina se quedó mirando la pantalla, sintiendo un mal presentimiento.—¿Qué sucede? ¿Quién te llamó? —le preguntó Regina, que estaba acostada en la cama jugando con su celular. Al ver que Marina se levantaba, ella también se puso de pie.—¿Vas a salir?—Voy al hotel el Amanecer.—¿Vas a la cena que está organizando Sergio? —le preguntó Regina, sorprendida—. ¿No decías hace un rato que no querías ir?—Alejandro dijo que iba a darle una lección a Sergio, y me preocupa que cause problemas —respondió Marina, frunciendo el ceño.Había escuchado que Hugo estaba enfermo esos días, así que Alejandro probablemente estaba asistiendo en su lugar. Sin Hugo para controlarlo, Marina temía que Alejandro realmente pudiera terminar golpeando a
Regina también le preguntó: —¿Y ahora qué está sucediendo? ¿Cuál es la situación?—Yo… —titubeó Jaime, y Marina decidió entrar de golpe.—¡Alejandro! ¡Alejandro! —llamó Marina mientras avanzaba.—¡Señora! ¡No puede entrar así! —exclamó Jaime, tratando de detenerla, pero Marina ya había irrumpido en la habitación. Adentro se escuchaban sonidos de una pelea, y justo cuando entró, vio cómo Sergio le daba un puñetazo a Alejandro en la cara.—¡Detente! —ordenó Marina, interponiéndose entre los dos. Al verla, Sergio frunció el ceño y le dijo:—¿Qué pasa? ¿También lo vas a defender a él?—¡Marina, apártate! ¡Voy a acabar con él! —gritó Alejandro, intentando apartarla, pero Marina lo reprendió:—¡Cierra la boca!—Sergio… Sergio, tengo miedo… —sollozó Sofía, acurrucada en la cama, envuelta en una manta, con la chaqueta de Sergio sobre sus hombros. Tenía la cara llena de lágrimas y evitaba la mirada de Marina.Sin perder la calma, Marina le preguntó a Alejandro en voz baja:—¿Qué fue lo que pas
Sofía sollozaba suavemente mientras tiraba de la manga de Sergio y, entre lágrimas, le decía:—Sergio… Todo esto es culpa mía por no haber cerrado bien la puerta. No es culpa del señor García. Ahora que las cosas han llegado a este punto, si llamamos a la policía, yo… yo no tendré cara para enfrentar a nadie.Mientras hablaba, Sofía lloraba cada vez más desconsolada. Al ver su actuación, Alejandro se enfureció, deseando intervenir, pero Marina le sujetó la muñeca y le hizo un gesto para que se calmara.Sergio miraba a Sofía con ternura y, dirigiendo su mirada con frialdad a Marina y Alejandro, dijo:—¿De verdad quieren que esto se haga público?—Según lo que dice Sofía, Alejandro solo entró en la habitación y no le hizo nada. Llamar a la policía es solo para aclarar lo que ocurrió. Ahora, ambos tienen versiones diferentes, así que claramente alguien está mintiendo —dijo Marina con un tono irónico mientras miraba a Sofía—. ¿Será que alguien tiene miedo de que la policía intervenga y des