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Aunque Ivana lo sabía. Nada escapaba a la intensa mirada del mafioso y sin embargo ella se apoderó de ella con pequeños temblores que notó muy rápidamente. Ella no tenía miedo. 

Ella solo temía que él pudiera cavar más profundo en su alma herida y obligarla a enfrentar la dura y dolorosa realidad. Ivana se sintió culpable. Culpable de haber perdido la batalla contra las voces que no dejaban de susurrarle cuánto más dulce sería la muerte que la vida. 

Este pensamiento lo había trascendido cuando su cuerpo había comenzado a debilitarse y desde entonces ya no quería mirarlo en el espejo.

Ivana fue devuelta al momento presente cuando tomó su cabello en la mano para apartarlo a un lado, a lo largo de la nuca entumecida por los escalofríos que le enviaba cada vez que sus dedos la rozaban.

—Eres incre&i

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