La semana había pasado más rápido de lo que Samuel hubiera querido. Cada día con Eliana había sido como un sueño del que no quería despertar: juegos, risas, helado con chispas de chicle y largas noches en las que se dormía sintiéndose querido y protegido. Pero ahora, el día que tanto temía había llegado.El sonido del coche de su padre estacionándose afuera lo hizo tensarse. Su pequeño corazón latía con fuerza, y un nudo incómodo se formó en su estómago. No quería irse. No quería volver a la casa donde siempre sentía que sobraba.Eliana, sin embargo, intentó mantener una sonrisa serena mientras doblaba la última prenda de ropa de Samuel en su mochila. Lo miró de reojo y notó su expresión triste.—¿Listo, campeón? —preguntó con dulzura.Samuel no respondió de inmediato. En su lugar, bajó la cabeza y jugueteó con los cordones de sus zapatos.—No quiero irme —susurró.Eliana sintió un leve pinchazo en el pecho, pero intentó mantener la calma. Antes de poder responder, el sonido de la puer
El camino de regreso a casa transcurría en un incómodo silencio. Samuel seguía con los brazos cruzados y el ceño fruncido, aunque su respiración ya no era entrecortada por el llanto. Se limitaba a mirar por la ventana, pero su expresión dejaba claro que no estaba conforme con haber dejado a Eliana.José Manuel, por su parte, mantenía ambas manos en el volante con firmeza, sintiendo el peso de la situación. No quería discutir con su hijo, pero tampoco podía ignorar la manera en que Samuel se había aferrado a Eliana, como si separarse de ella fuera lo peor que podría pasarle.Suspiró. Sabía que tenía que decir algo para calmarlo.—Si te portas bien, si comes juicioso y obedeces, te llevaré a ver a Eliana de nuevo —dijo finalmente, con un tono más relajado.Samuel parpadeó y giró la cabeza con rapidez, su expresión cambiando de inmediato.—¿De verdad? —preguntó con los ojos muy abiertos, como si quisiera asegurarse de que había escuchado bien.José Manuel asintió con una leve sonrisa.—S
El reloj marcaba la 1:37 a. m. José Manuel había salido de casa unas horas antes, dejando a Samuel dormido. No tenía intención de beber demasiado, pero necesitaba despejar su mente, acallar la tormenta de pensamientos que lo perseguía desde que Samuel le mencionó aquel bebé en el cielo.Se había repetido una y otra vez que no debía pensar en eso, que no debía buscarla… pero al final, sus pasos lo llevaron a la casa de Eliana.Se quedó un momento frente a la puerta, con el corazón golpeándole el pecho. Tocó. Una, dos veces. El sonido resonó en la silenciosa madrugada.Eliana se removió en la cama cuando escuchó el golpeteo en la puerta. Estaba profundamente dormida, pero el ruido la sacó de ese refugio momentáneo. Miró la hora en su teléfono: pasaban de la 1:30 a. m.Frunció el ceño, confundida y preocupada. ¿Quién vendría a buscarla a esa hora?Se puso una bata ligera sobre su camisón y se acercó con cautela. A través de la mirilla, su corazón se detuvo un segundo.Era José Manuel.Du
La tormenta rugía afuera, pero dentro de aquella casa, el verdadero huracán se desataba entre dos almas destrozadas. Eliana tenía el corazón en la garganta mientras miraba a José Manuel frente a ella. Su presencia lo llenaba todo, y su mirada… Dios, su mirada estaba cargada de un odio que la desgarraba por dentro.—Dímelo, Eliana. —Su voz era un filo de acero que cortó el aire—. ¿El hijo que perdiste era de tu amante?Eliana sintió que el alma se le desplomaba dentro del cuerpo. Se tambaleó levemente, como si sus piernas perdieran fuerza, como si su corazón dejara de latir por un instante.—¿Q-qué? —balbuceó, incapaz de comprender lo que acababa de escuchar.José Manuel la miraba con un desprecio gélido. Cada palabra que salía de sus labios estaba llena de veneno.—Escuchaste bien —insistió, su voz teñida de furia contenida—. Quiero que me digas de quién era ese bebé.Eliana llevó una mano a su pecho, como si pudiera contener el dolor que se expandía por su ser.—¿Por qué me preguntas
La puerta se cerró de golpe detrás de él, pero José Manuel apenas lo notó. Su respiración era errática, su corazón latía con furia en su pecho, y sin embargo, en su interior algo se resquebrajaba.Las palabras de Eliana seguían resonando en su cabeza."Nunca te engañé… Todo fue una trampa…"El viento helado de la noche golpeó su rostro, pero no le importó. Apenas se dio cuenta de que la lluvia caía con fuerza, empapándolo en cuestión de segundos. No hizo el mínimo intento por refugiarse.Caminó hasta su auto con pasos pesados, como si cada gota de agua sobre su piel intentara arrancarle esa rabia que hervía dentro de él. Abrió la puerta de golpe y se dejó caer sobre el asiento, sin importarle que el agua resbalara por su cabello, su rostro, su camisa pegada al cuerpo.Apoyó la cabeza en el volante, cerrando los ojos con fuerza.No podía entenderlo. Durante años se había convencido de que Eliana lo había traicionado, que lo había cambiado por otro hombre. Y ahora, con tan solo unas pal
Eliana pasó la madrugada en vela. Cada vez que cerraba los ojos, la voz de José Manuel resonaba en su mente, repitiendo con frialdad las mismas acusaciones que la habían destrozado. Apretó las sábanas con rabia. No podía creer que el hombre que tanto había amado hubiera sido tan ciego, tan injusto. No le había dado ni una oportunidad de explicarse. La condenó sin pruebas, sin siquiera preguntarle.Sin embargo, más allá del deseo de reivindicar su nombre, Eliana sentía una necesidad ardiente de que José Manuel enfrentara la verdad. No buscaba una reconciliación; ese puente se había quemado. Lo que anhelaba era que él cargara con el peso de su error, que sintiera la culpa de haberla destrozado injustamente.Cuando el sol comenzó a filtrarse por las cortinas, Eliana se levantó con el cuerpo agotado pero con la determinación firme. Si José Manuel había sido capaz de dudar de ella, si había preferido creer en esas fotos falsas antes que en su palabra, entonces él también debía enfrentar la
Mientras tanto, en la mansión de José Manuel el agua helada caía sobre su espalda, pero no lograba apagar el fuego de su rabia. José Manuel apoyó ambas manos contra la pared de la ducha, respirando con fuerza. Sus músculos estaban tensos, su cabeza aún palpitaba por la resaca y por la furia que lo había consumido la noche anterior.Las palabras de Eliana no dejaban de resonar en su mente. "Nunca te engañé." "Todo fue una trampa."José Manuel cerró los ojos con frustración. Quería creerle. Quería, pero no podía. No después de cinco años de vivir con la certeza de que ella lo había traicionado.Se pasó las manos por el rostro y salió de la ducha, secándose con movimientos bruscos. Su reflejo en el espejo le devolvió una mirada vacía, sombría. Sus nudillos aún estaban enrojecidos por haber golpeado la pared la noche anterior.Suspiró con cansancio y salió de la habitación. Cuando bajó a la sala, Samantha ya estaba esperándolo, vestida impecablemente como siempre, con una sonrisa melosa e
Eliana estaba en su oficina revisando unos documentos cuando su teléfono vibró sobre el escritorio. Al ver el número, su corazón dio un vuelco. Era Samuel.Sin dudarlo, contestó con una sonrisa en los labios.—¡Hola, mi amor! —su voz se suavizó al escucharlo respirar al otro lado de la línea.—Eliana, ¿puedes ayudarme con algo? —preguntó el niño con un tono ilusionado.—Por supuesto, dime qué necesitas.—En el colegio dijeron que cada niño debe llevar a su mamá a una reunión —explicó con rapidez—. Pero yo no quiero llevar a Samantha, ella es mala conmigo. Quiero que vengas tú.Eliana sintió una punzada en el pecho. Sabía que Samuel no tenía una buena relación con Samantha, pero escuchar de su propia boca que la consideraba mala le partió el alma.—¿Samuel, estás seguro de que puedo ir yo? No quiero causarte problemas.—Sí, sí, la profesora dijo que debía ser una mamá, y tú eres como mi mamá —insistió con emoción—. ¿Vas a venir?Eliana sonrió con ternura.—Por supuesto, mi amor. ¿Cuánd