En un mundo donde los hombres lobo existen y son protegidos por la Diosa Selene, también se mantienen marcadas diferencias sociales dentro de sus comunidades. Estas se organizan en una jerarquía clara, dividida de la siguiente manera:
Alfa: Líder de la manada. Fuerte, inteligente, estratega y valiente. Es responsable de la seguridad del grupo y del manejo de sus empresas, asegurando así la estabilidad económica de toda la comunidad.
Luna: Compañera y pareja del Alfa. Una vez que el Alfa la marca o se casa con ella —lo que ocurra primero—, se convierte en la Luna y dirige junto a él. Además de colaborar en la administración interna de la manada, también cumple funciones organizativas y económicas.
Beta: Segundo al mando. En ausencia del Alfa, es quien toma el control de la manada. Generalmente, es la persona de mayor confianza del líder. Supervisa el orden interno y actúa como consejero, además de vigilar el correcto funcionamiento económico de la comunidad.
Gamma: Tercer en la jerarquía. Se encarga de la comunicación con el mundo humano, así como del desarrollo de estrategias tanto para negocios como para conflictos. Es el principal planificador y coordinador de la información.
Delta: Guerreros de élite. Su labor principal es ejecutar maniobras de combate, proteger las fronteras y manejar información estratégica sobre otras manadas. Son expertos en defensa y vigilancia.
En la base de esta estructura se encuentran los Omegas, considerados los más débiles dentro de la jerarquía.
Por lo general, los Omegas son físicamente más pequeños y con menor masa muscular. Sin embargo, siguen siendo una parte esencial de la manada, contribuyendo al bienestar colectivo. Realizan labores cotidianas similares a las que desempeñan los humanos en cualquier ciudad. Aunque es poco común, existen Omegas que destacan tanto en inteligencia como en combate, llegando incluso a convertirse en guerreros o guardianes.
Los hombres lobo habitan en comunidades llamadas manadas, establecidas generalmente en bosques o junto a ríos. Estas “ciudades” están rodeadas por extensas áreas de vegetación, muchas de las cuales pertenecen a la propia manada. Dichos territorios les permiten correr libremente en su forma lobuna y vivir en armonía con la naturaleza.
A pesar de su conexión con lo salvaje, las manadas están adaptadas a los tiempos modernos. Cuentan con acceso a internet, supermercados, colegios y demás servicios. Incluso disponen de institutos gestionados por las autoridades de cada manada. Las universidades, por otro lado, se ubican en zonas neutrales, lejos de los límites territoriales de cada grupo.
En cuanto a las relaciones amorosas, los hombres lobo esperan encontrar a su mate: su pareja predestinada, una conexión sagrada otorgada por la Diosa Selene, creadora de su especie. Esta unión se reconoce al mirar a los ojos de la otra persona, por el aroma único de cada uno, o por el toque de piel, que genera una ligera descarga eléctrica.
La transformación en hombre lobo ocurre al cumplir los 18 años. En ese momento, los sentidos —especialmente el olfato— se agudizan, despertando el impulso de encontrar a su compañero o compañera de vida.
Sin embargo, no todos logran transformarse. Para ellos, el futuro suele ser duro: la manada los considera defectuosos y, aunque pueden vivir entre los suyos, con frecuencia sufren el aislamiento social. Lo más doloroso es que no pueden encontrar a su otra mitad. Aunque pueden formar pareja si alguien decide elegirlos, siempre sentirán un vacío. Muchas veces no pueden tener hijos, y si lo logran, existe el riesgo de que estos hereden la misma condición.