Time Lapse
Había pasado una semana desde los últimos acontecimientos, y las tensiones entre los protagonistas no hacían más que intensificarse. Los gemelos, siempre tan sincronizados en pensamiento y acción, no podían ignorar la presencia silenciosa pero insistente de Isabella. Aunque intentaban mantener una fachada impenetrable, la sombra de lo ocurrido con ella los perseguía. ¿Podría Isabella soportar la marca si decidían aceptarla? La pregunta rondaba en sus mentes, cargada de dudas y temores. Ambos sabían que lo que le había sucedido era traumático, pero también que lo que ella buscaba iba más allá de la compasión: Isabella quería pertenecer, ser elegida y amada.
Rocío, por su parte, luchaba con un pensamiento recurrente que la consumía más con cada día que pasaba. No podía borrar de su men
Punto de vista de IsabellaAhora vestía una falda tubo negra que acentuaba sus largas piernas. Aunque no tenía un gran trasero, sus caderas bien definidas le daban una figura elegante. Combinaba la falda con blusas lenceras que dejaban entrever un poco de piel en el escote, completando el look con un blazer que le daba un toque formal. Su cabello estaba recogido en una cola alta, y el maquillaje que usaba era más sofisticado, reflejando una madurez que no sentía completamente, pero que proyectaba con determinación.En el trabajo, Isabella sonreía y coqueteaba con sus colegas, aunque en el fondo se sentía vacía. Había decidido no comer en el hospital últimamente, dándoles espacio a los gemelos. Los extrañaba, claro que sí, pero también le dolía verlos coquetear con otras mujeres.—Isabella, vamos a comer —le propuso Sofía mientras recogía sus cosas.—No, gracias —respondió ella con una sonrisa forzada.—Está bien, pero avísame cuando termines.—Sí, Sofía.Conforme avanzaba el día, Isabe
Punto de vista Isabella—¿Cómo... a tener relaciones con ambos al mismo tiempo? —repitió Isabella, con un nudo en la garganta y el rostro encendido por el calor de la vergüenza. Había algo en esas palabras que la hacía sentirse pequeña y confundida, pero no podía ignorar la pregunta que había brotado de su propia boca.Rafaella, su tía, la miró con una mezcla de comprensión y paciencia, como si esperara esa reacción.—Sí, Isabella —dijo con un tono suave pero firme—. Los dos deben estar dentro de ti. Y cuando estén por acabar, te morderán, para dejar su marca. Así es como se produce la marca de los gemelos.Isabella abrió los ojos desmesuradamente. Su mente se llenó de imágenes que no deseaba, pero que ahora no podía evitar. Trató de sacudir esos pensamientos, pero su corazón latía con fuerza, acelerado por una mezcla de incredulidad y algo que no podía identificar del todo. Era como si una parte de ella entendiera, aunque no quisiera aceptar lo que significaba.Rafaella asintió, como
Punto de vista de MaxEsta última semana ha sido tranquila, al menos en apariencia. Aunque he visto a Rebeca casi todos los días en la oficina, he cumplido con mi promesa: no volvería a repetirse lo que pasó aquella vez, y así ha sido. Sin embargo, su presencia sigue siendo una prueba para mi autocontrol. Hay algo en su forma de mirarme, en cómo sus ojos parecen buscar algo que ella misma no se atreve a admitir, que me vuelve loco. Pero no me permito cruzar la línea. La conocí en compañía de su esposo esta semana, un hombre imponente, tan alto como yo, quizá descendiente de algún Alfa, por su porte y tamaño. Es evidente que la ama, y ella a él. No voy a interferir en eso.Por otro lado, Anastasia se ha convertido en una carga cada vez más difícil de manejar. Sus escenas de celos son constantes, y cada vez más públicas. Parece empeñada en marcar su territorio, sobre todo frente a Rocío o cualquier mujer que me dirija la palabra. Me abraza, se cuelga de mí, y no me deja ni siquiera traba
Punto de vista de MaxSe levantó sobre las puntas de sus pies para besarme, y en cuanto sus labios rozaron los míos, noté su inexperiencia. Un beso torpe, tímido, pero lleno de deseo. Mi mano se posó en su cadera y, en el mismo instante, sentí un calor recorrer mi cuerpo como un incendio imposible de contener. Pero si ella fuera mi mate, ya lo habría reconocido. No lo era. No podía serlo.Aun así, no pude resistirme. Volví a besarla, y esta vez sentí una corriente eléctrica estallando entre nosotros, encendiendo cada fibra de mi piel. Me separé de golpe, con el pulso descontrolado.—Rocío, si continúo… después no podré detenerme —advertí con voz ronca, casi suplicante.Sus ojos miel ardían cuando me respondió:—No te detengas.Y esa respuesta fue mi perdición.Arremetí contra su boca, devorándola con hambre.—Abre la boca, Rocío —murmuré contra sus labios.Ella me miró con un leve titubeo, pero un segundo después, obedeció. Su boca se abrió para mí, y no dudé en invadirla con mi lengu
Punto de vista de max—Me tienes loco, Rocío —susurré contra sus labios, devorándola con los ojos, con las manos, con la respiración entrecortada por el deseo.Ella temblaba. No sabía si era de nervios o de placer… probablemente ambas. Me ayudaba a quitarme la ropa, torpemente, como quien se atreve por primera vez a desvestir al deseo.—Qué rico hueles, Rocío… —le murmuré, besando el hueco entre su cuello y su hombro.La tomé en brazos y la llevé a la cama, sin dejar de besarla. Su cuerpo desnudo se enredó con el mío sobre las sábanas, su piel caliente, su respiración agitada, sus ojos brillando entre el miedo y la entrega.—Max… —susurró cuando me acosté sobre ella, apoyándome en mis codos para no aplastarla—. Nunca… lo he hecho.Sus palabras cayeron como un rayo. La miré, sorprendido. Su mirada se clavó en la mía con honestidad, con una timidez hermosa que me hizo amarla aún más en ese instante.—¿Eres virgen? —pregunté con la voz ronca, y ella asintió.Todo dentro de mí se detuvo.K
Punto de vista de MaxLa habitación aún olía a sexo y piel. El aire estaba cargado de deseo, pero también de algo más profundo… algo que no se podía explicar con palabras. Rocío reposaba sobre mi pecho, dibujando con sus dedos figuras invisibles sobre mi piel, mientras yo acariciaba lentamente su espalda desnuda.—¿Te duele? —pregunté en voz baja, preocupado.Ella alzó la mirada, con sus mejillas todavía sonrojadas, y una sonrisa suave curvó sus labios.—Un poco…Mi pecho se contrajo. La ab
Punto de vista de MaxEl amanecer apenas asomaba por los bordes del ventanal, tiñendo la habitación con una luz tenue y dorada. Rocío estaba tumbada sobre las sábanas revueltas, su cuerpo brillante de sudor, el cabello pegado al rostro, la respiración aún agitada.Max la observaba desde el borde de la cama. Estaba ardiendo. El deseo seguía vivo, latiendo bajo su piel como una bestia sin cadenas. Su lobo rugía, salvaje, deseando marcar cada rincón de su cuerpo, hacerla suya una y otra vez.—No he terminado contigo, princesa —susurró con voz ronca.Ella lo miró entreabriendo los ojos, sus labios aún húmedos, hinchados d
Punto de vista de RocíoEl agua de la ducha aún goteaba desde sus cabellos cuando Rocío se acurrucó en los brazos de Max, ambos desnudos, envueltos en las sábanas tibias, el cuerpo cansado, pero el alma inquieta.Por un momento, reinó el silencio. Max acariciaba su espalda, dibujando con la yema de los dedos formas invisibles sobre su piel. Rocío, aún temblorosa, se aferró a él, pero su mente ya no estaba solo en lo que habían compartido… sino en lo que no se habían dicho.—Max… —susurró, sin mirarlo directamente—. ¿Y Anastasia?El cuerpo de él se tensó bajo su tacto. Roc&iacut