—¡Fue una jugada a nuestras espaldas, un claro intento de pasar por encima nuestro y dejarnos en ridículo! —reclama Ana en la casa de Gabriel con tanto enfado que no puede contener el tono de su voz.
—Creo que me tocó un buen día para no estar en la comisaría —bromea el Detective sirviendo un oscuro café en la taza blanca de porcelana que extiende a su invitada.
—Ni te imaginas lo que era ese lugar, nadie decía una palabra, pero en todos estaba el mismo rostro lleno de resentimiento hacia ese… ese… ese ambicioso viejo de pacotilla —espeta la mujer atacando con voracidad una dorada medialuna, como si quisiera descargar a mordidas el furor que se ha apoderado de ella desde que vio esa conferencia de prensa.
—Ja, ja, ja. Puedo imaginarme tu rostro, pasar por al lado tuyo se habrá sentido como tratar de caminar al lado de una manada de leones —bromea Gabriel riendo con ganas.
—No te pases de vivo, Gabriel Martínez —advierte Ana sin poder evitar sonreír ante l
—Andrada, quiero que analicen cada centímetro de esta casa. El asesino estuvo en este lugar, tuvo que haber dejado algún rastro. Tomen cada huella que encuentren, muestras de saliva en cada vaso o taza, cada cabello que hallen —pide Gabriel al agente de la policía científica queriendo conseguir por fin algo que lo lleve alasesino.—Sí, señor. Ya hemos comenzado a recolectar evidencia. ¿No cree que debería hacerse ver por los médicos? —pregunta el policía mirando con preocupación el corte en la ceja del Detective.—Estoy bien, lo único que necesito es que atrapemos a este maldito —responde Gabriel soportando el nudo que se le forma en la garganta al posar nuevamente la mirada en el cadáver.—Pobre Mirtha, no merecía esto. Quiero decir, ella era un pilar de nuestra comunidad, no he conocido una mejor persona que ella —lamenta Andrada cabizbajo tratando de acumular el coraje para comenzar a tomar las fotografías del cuerpo y la escena.—¡Qué
—Es al segundo entierro de una amiga al que asisto en una misma, semana, es difícil no pensar que el próximo podría ser el mío —murmura Rafael cabizbajo contemplando el ataúd que comienza a descender hacia la fosa que han cavado como lugar de descanso de Mirtha.—No digas eso, papá. Nada va a pasarte —replica Gabriel sin siquiera querer ser capaz de imaginar que algo le sucediese.—Somos seres frágiles, hijo. La muerte está al acecho desde cualquier lugar hacia donde volteemos la mirada, no se puede escapar de ella, es algo que debes de tener muy presente con tu trabajo —afirma el anciano con los ojos enrojecidos por el llanto que ha sido incapaz de controlar desde que recibió la noticia.—Aún tienes mucho por vivir, papá, tienes dos hijos testarudos a los que debes seguir guiando y aconsejando —dice el Detective con sinceridad, realmente no sabe qué hubiese sido de sus vidas sin la constante dedicación y amor de ese hombre hacia ellos.—Mis n
Gabriel se detiene en la acera de la Comisaría para estirar el cuerpo, el viaje a Bolívar es de solo una hora, pero su espalda parece haberlo sentido como si acabara de recorrer medio país en coche. Ha pasado el viaje de regreso dándole vueltas a la información que consiguió Carlos, ¿Es posible que el origen de los asesinatos sea ese incendio que no fue investigado? El reclamo de justicia podría llegar a desprenderse de ese suceso, aunque al pensarlo de esa manera, ¿Dónde sitúa al Agente Pérez? Él sería el principal interesado en ese pedido de justicia, perdió a sus padres, la protección de su hogar, el amor de su familia, y los mismos compañeros de su padre ni siquiera se preocuparon en investigar el siniestro. ¿No sería ese el objetivo que lo impulsó a decidir ser parte de la policía a la temprana edad de dieciocho años? Su presencia en la ciudad antes de los homicidios, y su interés por formar parte de esa investigación tomarían sentido, siendo él mismo el asesino podría supervis
Gabriel se mantiene sentado al volante del vehículo de su padre aún frente a la casa de Theodoro, inmóvil y con la mirada perdida hace resonar mentalmente una y otra vez las palabras del ex policía: “estaba convencido de que fue un homicidio"… “era una abogada, Cristina Aguilera"… Mordiéndose el labio inferior intenta contener las lágrimas que comienzan a juntarse en sus ojo, se suponía que la muerte de su madre cuando él tenía apenas tres años había sido por un accidente de auto. Después de trabajar incansablemente en un caso, se había quedado dormida al viajar de regreso a su ciudad. Pero ahora… ahora estaba ante la posibilidad de que hubiese sido asesinada, el Agente Alberto Pérez había muerto por investigarlo. Lo cierto es que no puede asegurar si realmente se siente preparado para investigar el presunto homicidio de su madre, ¿Cómo podría siquiera decirle a su padre que esa posibilidad existiera? ¿Y acaso el interés del Justiciero se extendería hasta incluso ese posible crimen
Gabriel se baja del auto y se para frente a la tranquera de madera que cierra el paso hacia la quinta de su familia, inhalando el aire puro de ese hermoso lugar donde el verde de las plantas y árboles predomina en el terreno de una hectárea por poco olvida la razón que lo ha traído a este lugar. Con los brazos apoyados en la gruesa madera siente una especie de corriente recorriéndole el cuerpo, la misma sensación que lo asalta cuando está ante un descubrimiento importante. Sólo que esta vez no se siente a animado por lo que sea que vaya a descubrir, pero que más da, ya ha llegado hasta ese lugar, es tarde para volverse atrás.Con la tranquera ya abierta el Detective avanza con el vehículo hasta estacionar frente a la imponente casa blanca a la cual el tiempo parece no haber afectado en lo más mínimo, suelta un suspiro frente a la puerta de cedro donde con la mano temblorosa introduce la llave y la hace girar haciendo sonar un chasquido. Lentamente abre la puerta sien
—¿Entonces dices que escuchaste todo eso en un sueño? —pregunta Samuel ayudando a su hermano a buscar entre las cajas de su madre.—Sí, ¿Crees que haya sido solo mi imaginación? Aunque se sintió tan real —consulta el Detective esbozando una sonrisa al recordar a su madre.—No necesariamente, existe algo llamado Regresión, que sostiene que bajo cierta estipulación uno puede recordar eventos del pasado. Es posible que el volver a esta casa después de tantos años, y encontrarte con las cosas de mamá hayan producido que tu mente sacase a la superficie ese antiguo recuerdo —explica Samuel considerando seriamente esa posibilidad.—Sería muy conveniente que eso sea lo que ha sucedido… ¡Aquí está! —grita Gabriel las últimas palabras al hallar la carpeta con el rótulo “Víctor Andrade".Samuel deja caer en una de las cajas la carpeta que tenia en la mano y se apresura a junto a su hermano que ha apoyado los papeles sobre el escritorio, sin decir u
La alarma del celular de Gabriel suena encontrándonos ya despierto recostado en la cama con la vista fija en el techo, extiende su mano para silenciar el sonido, pero sigue de la forma en que estaba. No ha sido capaz de dormir más de cuatro horas, en su mente hay cada vez mayor número de pensamientos dando vuelta e inquietándolo, una y otra vez recuerda las palabras del Agente Pérez: “si encuentras el combustible apropiado puedes hacer arder a una ciudad hasta sus mismos cimientos”. Ciertamente el muy maldito ha logrado hacerla arder, casi como si estuviera presente puede ver las llamas devorando la casa del fiscal, tal y como se había predicho, para cuando los bomberos llegaron al lugar ya era demasiado tarde, incluso las llamas habían comenzado a ceder luego de haber consumido casi por completo la edificación. Al menos diez cuerpos completamente calcinados fueron recuperados de los restos del edificio, no sólo el que era el objetivo, sino incluso sus familiares cercanos.
El Detective Gabriel Martínez vuelva a la ruta, aunque está vez a una velocidad menor, pues no tiene idea en dónde buscar. La mejor opción con la cuenta es avanzar despacio intentando ubicar el móvil policial mirando a ambos lados, claro que sin perder de vista el frente, según ha podido ni siquiera han pasado por el peaje que tienen a mitad de camino. Lo que le deja una distancia de unos treinta kilómetros por recorrer, un tramo no muy largo, pero que para alguien que no está seguro en dónde buscar, puede parecer cruzar la provincia entera. La ruta está prácticamente despejada, solo uno que otro camión pasan por el otro carril en su carrera por entregar la carga, Gabriel suelta un suspiro cargado de ansiedad, no puede creer que haya sido tan tonto como para dejar que Ana saliera con ese tipo que bien podría haberla asesinado. El solo imaginar el cuerpo de la mujer ensangrentado le revuelve el estomago, aunque no solo eso, también le provoca una presión en el corazón, lo que s