—¡Espero que hayas estado practicando tu mejor sonrisa para las cámaras! Hoy al fin nos quitaremos de encima a este maldito dolor de cabeza —dice el comisario con una gran sonrisa entrando en la oficina de Gabriel.
—Creo que lo mejor es no adelantarse a sacar conclusiones —murmura el detective con una fuerte inquietud apoderándose de él.—¿Qué? Tienes los correos sobre los policías que envío al constructor desde su cuenta, y con la gente importante que ha matado, será suficiente para que el juez decida encerrarlo de por vida —anuncia el comisario considerando que no hay razón para darle más vueltas al caso.—Es que fue… he estado pensando, y esto fue demasiado simple, el asesino no hubiera cometido ese error. Ha demostrado ser muy hábil para borrar to sus rastros, no puede convencerme de que haya caído por unos simples emails —afirma Gabriel cada vez más de que no tienen al hombre correcto.—¿Estás tratando de decirme que ese maldito sigue sueGabriel golpea la puerta de la oficina del comisario con preocupación, el hecho de que lo haya mandado a llamar en vez de ir a visitarlo a la oficina de él como suele hacerlo, le indica que es un asunto serio, probablemente hasta burocrático.—Pase, Detective Martínez, pase —grita desde el otro lado de la puerta el Comisario.El hecho de ser llamado de esa manera le termina de confirmar al Detective que alguien más está allí, y por lo visto alguien de arriba. Empujando la puerta lentamente posa su mirada primero en el rostro cansado del Comisario, y luego en un hombre de traje negro que se mantiene de pie mirando por la ventana que da a la calle.—Mandó a llamarme, señor —dice Gabriel intentando ver el rostro del extraño en el reflejo del vidrio, pero sin conseguirlo.—Así es, Asuntos Internos ha considerado necesario enviar a un agente para supervisar el caso del justiciero —anuncia el Comisario esforzándose por sonar cordial a pesar de
Gabriel y Ana caminan tomados de la mano paseando por el centro de la ciudad, pasan por las coloridas vidrieras de las tiendas ante las que varios curiosos cuchichean por las ofertas que buscan atraerlos. El Detective piensa que esta se puede catalogar como su primera salida formal, ya que en su anterior cita proyectada, él había cometido el gran error de olvidar ir por estar demasiado absorto en la carta que el Justiciero le había enviado. Y aunque ahora no está menos dedicado al caso, ha sido incapaz de rechazar la invitación de Ana a ver una película al cine, ante el solo recuerdo de su anterior fiasco no puede evitar sonreír con una mezcla de diversión y culpa, eso podría haber significado que Ana ni siquiera volviera a dirigirle la palabra, pero por alguna razón esa maravillosa mujer ha decidido brindarle otra oportunidad, una que por suerte él no se ha permitido echar a perder.—Es una noche hermosa, tenía razón en que sería mejor venir caminando —susurra
Gabriel toma un sorbo de su taza de café mirando su reloj que marca las nueve de la mañana, aún no es capaz de creer que haya sido capaz de dormir hasta tan tarde. Esa salida con Ana no solo fue capaz de aclarar sus ideas sobre el caso, sino que cumplió el objetivo de la mujer: darle calma en medio de tanto caos. La película que miraron era una comedia romántica, bastante diferentes a las de terror que tanto prefiere, pero no había estado tan mal, o no lo estuvo por la agradable presencia de Ana, esa mujer seria capaz de hacerlo reír hasta en un velorio. Algo que él valora mucho, ya que no se lo puede catalogar de ser una persona que ríe mucho, de hecho la mayoría lo tiene como un solitario y taciturno Detective que ha tomado como compañero de vida a su trabajo. Lo cierto es que no están muy lejos de la verdad, pero al menos ella es capaz de sacar a relucir una parte más agradable de él, una que creía haber enterrado junto a su familia.Sacudiendo la cabeza se dispone a de
—¡Fue una jugada a nuestras espaldas, un claro intento de pasar por encima nuestro y dejarnos en ridículo! —reclama Ana en la casa de Gabriel con tanto enfado que no puede contener el tono de su voz.—Creo que me tocó un buen día para no estar en la comisaría —bromea el Detective sirviendo un oscuro café en la taza blanca de porcelana que extiende a su invitada.—Ni te imaginas lo que era ese lugar, nadie decía una palabra, pero en todos estaba el mismo rostro lleno de resentimiento hacia ese… ese… ese ambicioso viejo de pacotilla —espeta la mujer atacando con voracidad una dorada medialuna, como si quisiera descargar a mordidas el furor que se ha apoderado de ella desde que vio esa conferencia de prensa.—Ja, ja, ja. Puedo imaginarme tu rostro, pasar por al lado tuyo se habrá sentido como tratar de caminar al lado de una manada de leones —bromea Gabriel riendo con ganas.—No te pases de vivo, Gabriel Martínez —advierte Ana sin poder evitar sonreír ante l
—Andrada, quiero que analicen cada centímetro de esta casa. El asesino estuvo en este lugar, tuvo que haber dejado algún rastro. Tomen cada huella que encuentren, muestras de saliva en cada vaso o taza, cada cabello que hallen —pide Gabriel al agente de la policía científica queriendo conseguir por fin algo que lo lleve alasesino.—Sí, señor. Ya hemos comenzado a recolectar evidencia. ¿No cree que debería hacerse ver por los médicos? —pregunta el policía mirando con preocupación el corte en la ceja del Detective.—Estoy bien, lo único que necesito es que atrapemos a este maldito —responde Gabriel soportando el nudo que se le forma en la garganta al posar nuevamente la mirada en el cadáver.—Pobre Mirtha, no merecía esto. Quiero decir, ella era un pilar de nuestra comunidad, no he conocido una mejor persona que ella —lamenta Andrada cabizbajo tratando de acumular el coraje para comenzar a tomar las fotografías del cuerpo y la escena.—¡Qué
—Es al segundo entierro de una amiga al que asisto en una misma, semana, es difícil no pensar que el próximo podría ser el mío —murmura Rafael cabizbajo contemplando el ataúd que comienza a descender hacia la fosa que han cavado como lugar de descanso de Mirtha.—No digas eso, papá. Nada va a pasarte —replica Gabriel sin siquiera querer ser capaz de imaginar que algo le sucediese.—Somos seres frágiles, hijo. La muerte está al acecho desde cualquier lugar hacia donde volteemos la mirada, no se puede escapar de ella, es algo que debes de tener muy presente con tu trabajo —afirma el anciano con los ojos enrojecidos por el llanto que ha sido incapaz de controlar desde que recibió la noticia.—Aún tienes mucho por vivir, papá, tienes dos hijos testarudos a los que debes seguir guiando y aconsejando —dice el Detective con sinceridad, realmente no sabe qué hubiese sido de sus vidas sin la constante dedicación y amor de ese hombre hacia ellos.—Mis n
Gabriel se detiene en la acera de la Comisaría para estirar el cuerpo, el viaje a Bolívar es de solo una hora, pero su espalda parece haberlo sentido como si acabara de recorrer medio país en coche. Ha pasado el viaje de regreso dándole vueltas a la información que consiguió Carlos, ¿Es posible que el origen de los asesinatos sea ese incendio que no fue investigado? El reclamo de justicia podría llegar a desprenderse de ese suceso, aunque al pensarlo de esa manera, ¿Dónde sitúa al Agente Pérez? Él sería el principal interesado en ese pedido de justicia, perdió a sus padres, la protección de su hogar, el amor de su familia, y los mismos compañeros de su padre ni siquiera se preocuparon en investigar el siniestro. ¿No sería ese el objetivo que lo impulsó a decidir ser parte de la policía a la temprana edad de dieciocho años? Su presencia en la ciudad antes de los homicidios, y su interés por formar parte de esa investigación tomarían sentido, siendo él mismo el asesino podría supervis
Gabriel se mantiene sentado al volante del vehículo de su padre aún frente a la casa de Theodoro, inmóvil y con la mirada perdida hace resonar mentalmente una y otra vez las palabras del ex policía: “estaba convencido de que fue un homicidio"… “era una abogada, Cristina Aguilera"… Mordiéndose el labio inferior intenta contener las lágrimas que comienzan a juntarse en sus ojo, se suponía que la muerte de su madre cuando él tenía apenas tres años había sido por un accidente de auto. Después de trabajar incansablemente en un caso, se había quedado dormida al viajar de regreso a su ciudad. Pero ahora… ahora estaba ante la posibilidad de que hubiese sido asesinada, el Agente Alberto Pérez había muerto por investigarlo. Lo cierto es que no puede asegurar si realmente se siente preparado para investigar el presunto homicidio de su madre, ¿Cómo podría siquiera decirle a su padre que esa posibilidad existiera? ¿Y acaso el interés del Justiciero se extendería hasta incluso ese posible crimen