PUNTO DE VISTA DE ARIA— Te veré en tres horas, no me gusta esperar —Douglas toma mi mano— Compórtate, le dije a Antonio que te lleve a comprar víveres, él sabe donde, compras todo lo que quieras, la tarjeta no tiene límite.— Gracias, amor —me acerco para besarlo, pensando que me recibirá con un pico, pero no. El beso es intenso, igual a cada beso que nos hemos dado. Pero ahora lo siento más que la primera vez.— Vayan con cuidado, te encargo la seguridad de mi esposa, Antonio —dictó DouglasDouglas se bajó, en menos de cinco segundos ya conducía de nuevo Antonio.— ¿Le dijiste a Douglas que tengo un amante? —pregunté— Yo solo hago lo que el me pide, señora Fraser.— ¿Qué te pidió exactamente, Antonio? —Antonio guardó silencio, debatiéndose en decirme o no— Te recuerdo que también trabajas para mi ahora.— Vigilar cada cosa que haga, con quién, si tiene amigos, novio, exnovio, cualquier cosa que pueda dañar al señor.— ¿Crees que soy esa clase de persona, Antonio?— Pienso que detr
PUNTO DE VISTA DE ARIAEl timbre sonó, pero nadie respondió el otro lado de la línea. Volví a intentarlo al menos dos veces más, hasta que me respondió.— ¿Aria? —me sorprendió que supiera que soy yo, parece que realmente estaba esperando mi llamado.— Doctor, que bueno que responde.— Esperaba tu llamada desde hace un par de días, tu mamá si te paso el mensaje, es lo bueno.— Si, hace dos días. Pero no me animé a hablarte hasta ahora —fui sincera— Me tomó de sorpresa que se haya ido, no lo esperaba.— No lo hice por gusto, Aria. Al parece a alguien le urgía que yo me fuera de esa plaza.— ¿Por qué?— No lo sé, me llegó una posible demanda por acoso sexual —sonaba molesto— Todo fue muy raro, el consejo me pidió que le escribiera una disculpa, me dieron la dirección y todo, fue tan rápido que cuando menos creí ya estaba volando a otra ciudad.— Realmente quería que llevara a cabo mi cirugía, me sentiría segura con usted dirigiéndola.— Los doctores que te deje son buenos, son colegas de
PUNTO DE VISTA DE ARIATomé aire profundamente, debo controlarme, no puedo alterarme, pero escuchar la risa de esa mujer en serio me enoja.— Levántalo y pásamelo, por favor —respondí con educación, la poca que me quedaba, tenía demasiadas ganas de gritarle. Se supone que es mi esposo, no puede hacerme esto.— No creo que funcione, ayer terminó muy cansado —suelta una risa nerviosa— Pero puedo intentar— No lo intentes, solo hazlo —ordené— A todo esto. ¿Quién eres tú?— ¿Quién eres tú? —me devolvió la misma pregunta.— Por favor, tú sabes quien soy yo, claramente Douglas me tiene registrada como su esposa… Por eso tienes esa voz de… barata.— No lo creo, no te tiene registrada —miente, de eso estoy segura. Douglas prefiere que su plan tenga éxito, es obvio que debe prevenir hasta el como me tiene registrada— Además, eso no me dijo ayer.— Mira, no me importa quién seas, dile que me llame en cuanto se despierte por favor.— ¿Por qué tienes mi maldito teléfono, Yadira? —de fondo, escuché
— Debo resolver eso, no quiero que muera por depresión.— Se que no debe meterme, pero realmente creo que su esposa está enferma. Estos días luce peor, no es solo una depresión, es lo que pienso. Intenté hablar con la señora Estela, pues ayer salió llorando de la habitación de la señora Fraser, pero ella solo evadió el tema, no me quiso decir absolutamente nada. — Está bien, resolveré esto cuando llegue hoy. Avísame si sucede cualquier cosa, si ella quiere salir, encárgate, por favor. — Si señor, que tenga buen día. Narrador Mientras Aria lucha una pelea por sobrevivir hasta que salga un donante de corazón, Douglas lucha con la idea de comprobar si Aria le dijo la verdad o no, pero hasta ahora todo parece ser que no. Aria no puede procesar la comida, no puede procesar los alimentos, pierde peso rápidamente igual que líquidos. La sangre que pierde por los movimientos bruscos, ha hecho que todo avance más rápido, es como una carrera contra el tiempo. Toc. Toc. Suena la puerta
Narrador Varios años atrás.— Hola, pequeño —la mujer pelinegra se acercó con cariño a aquel hermoso niño.— ¿Mamá? —preguntó el niño con un atisbo de sorpresa, pensó que nunca la conocería.Desde al menos dos años, el pequeño Douglas se había enterado de la verdad, pensó que nunca conocería su verdadera madre. Odiaba a la mujer con la que su padre se ha casado, no quería saber nada de ellos.— ¿Lo sabes? —preguntó aquella mujer con lagrimas en los ojos, su plan nunca fue presentarse como su madre— ¿Lo sabes?— Si.No pudo resistirse a la idea de poder abrazarlo, sentirlo. El pequeño quedó sorprendido con esa muestra de cariño, jamás nadie le había demostrado ese tipo de afecto.— ¿Regresaste por mí? —preguntó el niño en cuanto soltó a su madre.— No sabía si podría decirte quien era, has cambiado mis planes, pequeño.— ¿Sabes mi nombre?— Sé todo sobre ti, aunque no estoy en tu vida, me gusta lo inteligente que eres, hijo. Jamás pensé que hablaríamos de esta forma.— Esa mujer, la o
PUNTO DE VISTA DE ARIA — ¿Qué puedo hacer? ¿Deberé ir al hospital? — Primero, debemos controlar tu anemia, debes comenzar a tratarla, cariño —me responde mi tía— Tu madre está demasiado preocupada, pienso que deberías llamarla. — No puedo, ella se dará cuenta de inmediato que estoy mal. — ¿Por qué no le pides ayuda al señor Fraser? Puede que, por ser una persona importante, puedan moverte de la fila. — Tal vez si hacen eso, otra persona termine muriendo, no podría vivir con esa culpa. Salí con Antonio para ir con un doctor que mi antiguo doctor me recomendó. Supongo que esta visita que haría sería reportada a Douglas, mi esposo. Quizá con esto al fin crea todo lo que le digo, quizá con esto deje de meterse idea erróneas a la cabeza. — El doctor MonteCarlo me contó sobre su caso, creo que en cuanto antes necesita transfusiones, su cuerpo está muy débil señora Fraser —mira los resultados de mis estudios— lamentablemente, el hospital no cubre esos gastos a personas no aseguradas, p
NARRADOR Antonio le había avisado a la señora Estela que el señor llegaría con muchas preguntas, solo para que le dijera a su sobrina que estuviera preparada, así que Aria lo esperó durante al menos tres horas, pero Douglas no aparece. Douglas condució rápidamente por la estatal, para llegar a su casa, la noche es densa, por lo tanto sabe que es peligroso conducir con altas velocidades, pero su curiosidad es mas grande que su razonamiento. — Buenas noches, señor Fraser —saludó el guardia del portón. Douglas solo le dedico un saludo moviendo levemente su cabeza, las luces de su auto iluminaron la pequeña calle que guiaba hasta la entrada de su casa. En la entrada, Antonio el recibió las llaves. — Buenas noches, señor Fraser. — Buenas noches, Antonio —esta vez, si respondió. Douglas entró y caminó por un pasillo largo, donde se encontró a la suplente de la señora Estela, del turno de noche. La señora Mirna. — Buenas noches, señor Fraser. La mesa está lista —le dio el aviso. — Gr
Cuando abro mis ojos, las luces no me permiten ver con claridad, pero después logro acostumbrarme a la intensidad de la luz. Intento reconocer donde estoy, pero no puedo, al ver las máquinas y el catéter puedo saber que es un hospital. Miro a mi alrededor, me sorprendo de ver a Douglas en la esquina de la habitación, parece estar dormido. ¿Qué ha pasado? Como si fuera un golpe, los recuerdos vuelven a mi de forma rápida y eficaz. Por un momento me siento atormentada, recuerdo que caí por la escalera, entonces comienzo a sentir dolor. Sin querer, porque no quería hacer ruido, no puedo evitar quejarme, el dolor de cabeza comienza. — ¿Aria? —Douglas se levanta rápida, lo sujeto de su brazo para poder sentarme y escupir lo que siento en mi garganta, la sangre comienza a salir y mancho el blanco perfecto de las sabanas blancas de la cama— ¡Doctor! ¡Un doctor! La puerta se abre casi de inmediato, dos enfermeras me sujetan. Una me da pequeños masajes en la espalda, con eso siento un pequ