Por mucho que odiara a la gente que bebía, y estoy segura de que había una razón para ello, Catriel se empeñaba en juzgarme todo el tiempo. Y de tocar el fondo de la herida que yo intentaba curar.Para la cena en el castillo de País del Mar, donde la realeza recibiría a algunos amigos para socializar mientras me presentaban, elegí vestir un traje negro. El pantalón era liso, de corte clásico, confeccionado en un tejido cómodo y bien estructurado. La americana, del mismo tejido y color, llevaba bordadas piedras multicolores en un lado por delante y en el reverso por detrás. No llevaba nada debajo del top. Dejé mis pechos sin sujetador, ya que se notaría, puesto que el escote era en V profunda.Antes de peinarme, fui a la habitación de Odette y llamé a la puerta, y luego hice lo mismo en la de Max. Ambos salieron al pasillo y les dije:- Ponte tu mejor ropa. Estaréis en la cena.- ¿Por qué ponerme mis mejores galas? Me pondré mi ropa tradicional, Aimê. No necesito vestirme para hacer tu
- No sé... ¿Lo fuimos? - Lucca me miró, confusa.- Es que no quiero precipitarme. Me parece que todo ha sucedido demasiado deprisa.Suspiró:- Si dijera que no me gustas, estaría mintiendo. De hecho, me gustabas incluso antes de conocerte en persona, Aimê. Pero me doy cuenta de que tal vez todo fue un poco precipitado. Después de todo, estas son nuestras vidas, ¿no? Y yo no pensaría en un matrimonio falso.- I... Ni siquiera lo había pensado, Lucca.- Catriel acabó liándola con la mujer del duque. Y luego mi padre vio que tenías problemas en Alpemburgo y pensó que una unión matrimonial podría, de momento, calmar un poco los ánimos de la gente.- Me lo imaginaba. - Sonreí. - Pero también comprendo el interés de tu padre en asegurar este matrimonio no sólo por los acuerdos beneficiosos para nuestros países, sino también por la posible extinción de los países monárquicos. En este sentido, las alianzas son esenciales en estos momentos.- Estoy de acuerdo.- ¿Le cae bien la duquesa a Catri
Max gruñó y se dirigió en dirección a Catriel. Me detuve frente a él, impidiéndole que me siguiera:- ¡No, Max, por favor! Él no vale la pena.- ¿No? Creí que te había gustado lo que pasó entre nosotros... - Catriel se sentó en el banco, provocativamente.- No sé de qué hablas, Catriel.- "Su Alteza", por favor. - me corrigió.Caminé unos pasos hacia él y acerqué mi cara a la suya:- C-a-t-r-i-e-l -repetí su nombre, casi deletreándolo, saboreando el sonido de cada letra que salía de mis labios mientras lo observaba con furia.- Si es así, creo que debería llamarte Pequeño Monstruo, ¿no crees? - Se levantó.Max me cogió del brazo:- ¡Vamos! Pronto nos iremos de este confín del mundo y lo único que te llevarás contigo serán los recuerdos de esta gente extraña que hemos conocido aquí, Alteza.- ¿Alteza? - se rió Catriel. - ¿Por qué la llamas Alteza ahora? ¿No sois lo bastante íntimos como para llamaros por vuestro nombre?- Le voy a partir la cara. - Max me miró, tratando de ir tras Catr
Los seguí, sin poder dejar de mirar los cuadros de las paredes, hasta que alguien me detuvo y me agarró del brazo.Me detuve y me di vuelta, encontrándome con Catriel.- No", dijo rápidamente.Catriel jadeaba y el sudor le chorreaba por la frente.- ¿Qué ha pasado? He oído gritos.- Tú no oíste nada. - Intentaste confundirme.- No estabas aquí... - Arrugué la frente. - Oí gritos... A lo lejos. Tus padres salieron corriendo... ¿Pasa algo?- Nada que le interese, Alteza.- Por favor... Necesito saber qué sucede.Catriel respiró hondo y me encaró, tomándome de los hombros:- Aimê, por favor, vuelve a tu habitación. Me aseguraré de que estés a salvo.- Pero...- por favor. - Interrumpió lo que estaba a punto de decir. - Este es un asunto de familia. Te juro que nada malo te pasará... Estás a salvo, ¿sí?Catriel habló de una manera tan suave que me estremecí. Sus manos no se apartaron de mis hombros y, aunque me di cuenta de lo nervioso que estaba, sus ojos se dirigieron a mi escote.- Ent
- ¿Qué quieres decir con reconsiderar la cita? - Odette se acercó por detrás, preocupada.- Estoy confusa con todo esto. Ha sucedido demasiado rápido... - Me quité la ropa, me metí en la ducha y la abrí.- Pero le diste tu palabra al rey. Pensé que se me había quitado de la cabeza la ridícula idea de cancelar.- No lo firmé, joder.- Pero... Fue tu palabra.- Es mi vida, Odette.- Deberías haber dicho que no cuando te lo propuso.- Me casaré con Catriel.Odette abrió la puerta de la ducha y me miró:- ¡Es gay! ¿Por qué quieres casarte con él?- Tal vez sea más fácil... Como que no será rey y no interferirá en nada en Alpemburgo.- Lucca tampoco interferiría en sus decisiones. Y la diferencia es que Lucca es amable e inteligente.- Y no le caigo bien.- ¿Y a Catriel sí? - Ella arqueó una ceja.- No, no le gusto a Catriel. Pero tú tampoco le interesas.- Pero yo... ¡Nunca pensé en eso, Aimê!- Estoy tratando de decir que Lucca está interesada en ti, amigo.- ¡Claro que no!- Odette, vís
- Es un placer conocerla. No recuerdo haber oído hablar de su país.- Os ruego que os inclinéis ante Vuestra Alteza, la princesa de Alpemburgo -intervino Lucca en mi nombre. - Y también ante su príncipe, Lucca Levi Mallet.La mujer se inclinó de inmediato, bajando el rostro:- ¡Alteza! Le pido disculpas por mis malos modales.- Si mi hermano permitió que le llamara por su nombre, yo no le concedo tales intimidades. - Fue altanera.- ¡Lo siento, Alteza! No te vi... Lo siento.- Pero usted me vio. Y el Príncipe Catriel dejó claro que yo era Princesa de Alpemburg. Mi país es cinco veces más grande que el suyo. Mis ancestros son parte de la historia del mundo. Y tengo... Trece millones de seguidores -expliqué, insegura.- ¿Trece millones? - preguntó Catriel, sonriendo sarcásticamente.- ¿Por qué no ha venido Max? - Me di la vuelta, interrogando a Lucca mientras me dirigía al lado opuesto del príncipe heredero, buscando una razón para alejarme.- Pensé que te sentirías más cómoda sin él, A
Abracé cariñosamente a Lucca:- Gracias por tus palabras. Es bueno saber que alguien piensa como yo.- He perdido el sueño pensando en esto de los matrimonios de conveniencia. Pero sabemos que es una realidad en los países gobernados por la monarquía y cada vez hay menos opciones para casarse.- Sí, tienes razón.- Quiero dejar claro, Aimê, que si no somos felices una vez casados, no me importaría... Bueno, cómo puedo explicar... - Lucca se rascó la cabeza, arrugando la frente, con cara de miedo. - Mantenernos juntos delante de todo el mundo, sobre todo de la prensa, pero...- En realidad no existe -añadí, insegura de que aquella fuera realmente su propuesta. - Recuerdo que dijiste que no estabas de acuerdo con esto.Lucca respiró hondo:- Confieso que pasé mucho tiempo pensando en ello.- ¿Un matrimonio simulado, en el que pudiéramos tener relaciones con quien quisiéramos? - me aclaré.- Por lo visto, tú misma ya te lo planteaste, cuando pensaste en tener a Max como amante. - Se rió
Lucca no se lo pensó dos veces y vi cómo le hablaba a ella, que sonrió y me miró. Me quité las gafas y le guiñé un ojo a mi amiga, haciéndole una señal para que lo cogiera, sólo para ver su expresión de asombro.Me reí y volví a mirar a mi alrededor. El paisaje era absolutamente precioso. Pero Lucca y Odette estaban coqueteando y Catriel y Laila prácticamente se estaban comiendo la una a la otra. Y yo estaba abandonada.No llevar a Max había sido una mala idea. O no. Darle más esperanzas a estas alturas no estaba bien.Comencé a mover mi cuerpo en el lugar, clavando los pies en la arena hasta que sentí que los cubría. Entonces bajé las manos y cogí un puñado de fina arena dorada, dejando que se deslizara entre mis dedos, observando la dirección del viento.Cogí una toalla, la puse junto al agua y me tumbé boca abajo, observando cómo el agua cristalina iba y venía.Me gustaba Max. De hecho, de todas las opciones que tenía hasta el momento, él encabezaba mi lista de afectos. Pero aunque