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Comúnmente soy un hombre pacifista, demasiado diría yo. Jamás le he gritado a alguien cuando se mete en el carril en el que estoy provocando que casi choque. Jamás he hecho una cosa así, ni tampoco me he molido a golpes, al menos no desde hace como siete años. Mi época más descontrolada fue en una universidad y ni en la universidad me sentía así. Estoy lleno de impotencia, lleno de furia y es que lo que mis ojos ven hace que me infle cada vez más de rabia. Desde donde estoy, veo a Maxine hablar y hablar con el tal Leo, y para mi desgracia, no es tan feo como mi cabeza lo había dibujado. Creí que era feo solo para asegurar mi ego y mi autoestima, mi seguridad. Pero sería bastante egoísta de mi parte decir que no podría ser atractivo cuando problema sí lo es. Maxine y él no lo notan, pero ya van dos veces que la mesera que atiende la mesa de alado, mira de vez en cuando la espalda de Leo. O también la señorita que toma algo en la barra con su amiga, ninguno de los dos lo nota, pero Leo
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