Llevábamos unos minutos viajando en el auto cuando me decidí a hablar, el silencio me estaba abrumando.
—¿Has ido a ver a Abby estos días?
—Una sola vez, Leah fue conmigo y mi madre se alteró mucho —contestó en breve.
Ya sabía que había ido con ella, pero no lo de Abby.
—¿La reconoció?
—No, ni a mí —murmuró triste.
—No debiste llevarla —reproché odiando que hiciera pasar un mal rato a su madre.
—Ella quería ir, no podía negarme. Además, no me dejaba ni a sol ni a sombra. No quería que me comunicara contigo, me vigilaba todo el tiempo...
Dios, esa mujer está enferma.
—¿Y cómo hiciste para librarte de ella hoy?
—La desmayé con una maniobra. Cuando despierte, estará furiosa y me buscará. Por eso quería quedarme contigo.
Sentí un agujero abriéndose en mi estómago ante la posibilidad de que me hiciera compañía. ¿Qué pasaría si lo dejaba quedarse? Pensaba en ello cuando sentí un tirón en el v
Mientras esperaba que me llevaran a la habitación, les escribí a las chicas que me encontraba en el hospital porque había iniciado la labor de parto. No pasó ni un minuto antes de que Nicole me llamara. Estaba eufórica. me hizo un montón de preguntas. Cuando mencioné a Jacob, chilló tan fuerte que me dolió el oído. —¿Qué te dijo?, ¿cómo fue el reencuentro?, ¿se reconciliaron? Quiero saber todo. —No es el mejor momento para hablar, hay mucho que debo contarte. —Se me estrujó el corazón al recordar mi conversación con Jacob. No estaba segura de si podría repetir todo lo que me dijo. —¡Ay, sí! Tienes razón. Es que me emocioné. ¿Cómo te sientes? ¿Has tenido contracciones? —Algunas, estoy bien. Solo algo nerviosa, me preocupaba que sea muy pronto para Harry, pero Gabrielle aseguró que no tendrá ningún problema. —Da muchos nervios, yo estaba tan asustada que no quería soltar la mano de Josh, casi se la fracturo mientras pujaba. —Se rio recordándolo—
Las horas fueron pasando y las contracciones se hicieron más frecuentes y dolorosas. Intenté aplicar los métodos de relajación que había aprendido en el curso, y los que Sara proponía, pero nada funcionaba. Y que Jacob sujetara mi mano y me susurrara palabras de ánimo, tampoco hacía una diferencia. El dolor era horrible. Necesitaba la epidural. Le dije a Jacob que buscara a Gabrielle para que me administraran el medicamento. Él fue por ella y no tardó mucho en regresar solo. Dijo que la doctora vendría en un momento. No pasó mucho antes de que Gabrielle entrara a la habitación. Sara y ella se conocían y se saludaron con cordialidad. Después me examinó y dijo que tenía seis centímetros de dilatación, que aún no estaba lista. —Quiero la epidural. —Bien, pediré que te la administren. Estás avanzando rápido, si sigues así, en unas horas estarás lista para dar a luz. —¿Horas? Esperaba que fuera más pronto. —Puede ser antes, pero nada está escrito, cada par
Dormí un par de horas y desperté sintiéndome bastante descansada. Jacob estaba mirándome cuando abrí los ojos, me sonrió y me besó en los labios, pronunciando un romántico «te amo» que me derritió el corazón. Amaba a ese hombre con locura. —¿Dormiste bien? —preguntó acariciándome el pelo. —Sí, adoro estar en tus brazos. —Mi respuesta lo hizo sonreír y me dio otro beso, uno candente y provocador que esparció calor por todo mi cuerpo. Pero que no trascendió a más que eso porque era todo lo que podíamos tener en ese momento—. Estoy hambrienta, puedes conseguirme algo de comer que no sea comida de hospital, tal vez una jugosa hamburguesa de Small Cheval —pedí haciendo un puchero que hizo reír a Jacob. —Lo que quieras, nena. —Se levantó de la cama y escribió un mensaje en su teléfono. Tenía a alguien que hacía posible todos mis antojos. En eso, tocaron la puerta y dije que podían pasar. Eran Jakey Paul, venían a despedirse de nosotros. No pensé que siguie
Jacob y yo nos miramos y le rogué en silencio que hiciera algo. No confiaba en Leah, ella podía lastimarlo solo para hacernos sufrir. —Sí, es un bebé precioso. Su nariz es igual a la tuya. —Se acercó un par de pasos mientras le hablaba con tranquilidad, tratando de no alterarla. Y aunque sabía que solo quería recuperar a Harry, fue duro escucharle decir de su parecido con ella. Yo podía decir que él era mío, pero la verdad era que no lo era. Yo quería que fuera mío, pero era de Leah. De Leah y Jacob. —Sí, ¿verdad? —Ella sonrió mirando a Jacob—. Somos una familia ahora, los tres. Estoy ansiando llevármelo a casa. ¿Crees que podamos llevarlo a casa hoy? Jacob tragó saliva antes de contestar. —No, tal vez mañana. —¿Estás seguro? —Su mirada era afilada, no iba a darse por vencida tan fácilmente. En ese instante, Sara entró a la habitación y entornó los ojos cuando vio Leah. —¡Sara! Me alegra mucho verte. ¿Ya conociste a mi bebé? —i
Un momento después, estaba sola en la habitación con Harry. Caminé hasta su cunita y lo contemplé con lágrimas en los ojos y una terrible angustia anidada en mi pecho. No quería que Leah lo alejara de mí, haría lo que fuera por evitarlo, así tuviera que huir con él. Pensaba en ello cuando Jacob volvió a la habitación. Por un instante, se me detuvo el corazón creyendo que era Leah. Él vino a mi lado y me abrazó fuerte, susurrando que lo sentía, que odiaba que estuviera asustada, que lamentaba que tuviera que pasar por algo tan duro, cuando debía ser el momento más feliz de mi vida. No dije nada, solo lloré sobre él, un llanto silencioso que poco a poco fue disminuyendo hasta que se apagó. —Todo estará bien, lo prometo. Saldremos adelante —susurró acariciándome la espalda, y le creí, porque debía aferrarme a algo o me volvería loca—. ¿Quieres comer? Puedo conseguir cualquier cosa que desees —preguntó cuando me calmé. —No, no quiero nada. —Pero necesitas ali
Harry tenía solo quince días de nacido cuando los resultados de la prueba de ADN estuvieron listos. Pedí que me los enviaran a un casillero postal en lugar de dar la dirección de mi casa, Ava no sabía que había solicitado las pruebas, no quería causarle angustias innecesarias. Solo Sara estaba enterada, lo hablé con ella en el hospital, mientras esperábamos que llegara el momento del parto. La muestra de Harry la tomaron de las células de madre de su cordón umbilical. La de Leah, la obtuvo Sara tomando un poco de su cabello. Y yo di un poco de mi sangre para que también fuera analizada. No me preocupaban los resultados. Si Harry no estaba biológicamente unido a Ava, daba igual. Ella era su madre. Igual era para mí. Sin importar lo que dijeran los resultados, él era mi hijo. Sara pensaba que todo lo que hizo Leah fue producto del tumor, pero no había forma de estar seguros. ¿Y si seguía con la idea de llevarse a Harry? Tenía que estar preparado por si eso pasaba.
Capítulo 50 En los documentos de nacimiento de Harry decía que Ava era su madre y yo su padre, sin embargo, Leah podía demandar la custodia de nuestro hijo en cualquier momento y tendría la oportunidad de ganar si accedían a realizar una prueba de ADN. ¿Iba a hacerlo? Era la duda que me había atormentado cada día desde que nació Harry. A Ava también le preocupaba, la escuchaba llorar en el baño todas las noches y se me partía el corazón. No era justo que sufriera así, no quería que siguiera haciéndolo. Tenía que asegurarme de que Leah no fuera una amenaza. —Mira, papi, qué guapo estoy para ir a casa de la abuela —habló Ava entrando a nuestra habitación. —Sí que lo está, amor. Nuestro hijo es todo un galán, igual que su papá —comenté acercándome. —Qué modesto, señor juez —bromeó mi mujer sonriendo. Le besé la mejilla y le di un beso a nuestro bebé en el tope de la cabeza, prometiendo que haría lo que hiciera falt
Capítulo 51 Ava Jacob no se encontraba en la habitación cuando salí del baño, pensé que estaba con Harry, pero nuestro pequeño seguía dormido en la misma posición que lo dejé. Bajé las escaleras y pasé por la cocina suponiendo que hubiera ido por agua o algo de comer y terminé encontrándolo en su despacho bebiendo whisky en su silla reclinable. Me acerqué sin que me notara y el miedo heló mi sangre. Tenía que tratarse de Leah, no podía ser otra cosa. —Jacob —pronuncié con un hilo en mi voz llamando su atención. Jacob alzó la vista y suspiré hondo, su mirada lo decía todo. Era por ella. Me senté en una de las sillas gemelas frente a su escritorio y susurré una palabra—: Dilo. —Me ha estado escribiendo mensajes desde hace quince minutos, no he respondido ninguno —explicó taciturno, la preocupación brillaba en sus ojos tan claro como la luna—. No lo ha dic