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Accedí a columpiarme y Jesse se puso detrás de mí mientras empujaba el columpio en el que por muchos años habíamos jugado.

— Por cierto, ¿Tú limpiaste toda la maleza? — miré hacía atrás y Jesse me empujo — vamos, contesta de una buena vez que estoy con la duda.

— Si, yo lo hice — nuevamente me empujo — tenías la maleza muy crecida y a ese paso solamente te ibas a meter en problema si alguna serpiente le picaba a alguien.

— Gracias, ya tenía algo abandonada la casa pero la realidad es que con todo lo que debía hacer me era imposible venir a podar; de milagro no me volví loca, me hice mejor amiga del café que era el que me mantenía en pie para cuando tenía que estudiar o trabajar.

— Y ahora estás recogiendo los frutos de lo que tanto te costó, realmente eres una mujer excepcional que siempre supera las expectativas que se tenían.

Los días transcurrieron con normalidad, Jesse había comenzado a preparar la habitación de nuestra hija a pesar que le dije innumerables veces que no era n
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