Al otro día Barbara estaba oculta esperando a que Austin saliera de la mansión, sirvió una taza de café apenas escuchó al auto alejarse y subió las escaleras rumbo a la habitación de Brooke.

–Buenos días dormilona, dijiste que hoy me llevarías al centro comercial.

–Buenos días, tienes razón, ya me levanto y me arreglo.

–¿Puedo usar algo de tu ropa para salir?

–Sí claro, busca en el vestidor, también hay zapatos y accesorios, voy a darme una ducha.

–No, primero tómate este café para que te actives –dijo extendiéndole la taza, Brooke la tomó agradecida y se la bebió en unos cuantos sorbos.

Barbara se había metido al vestidor, pero desde allí estaba al pendiente de cada movimiento de su hermana, apenas terminó el contenido de la taza, la puso en la mesita auxiliar.

Brooke trató de incorporarse, sentía una inusual pesadez que la obligó a recostarse de la cabecera de la cama, cerró los ojos y de repente sintió que el estómag