Capítulo 5
Abro los ojos lentamente, todavía aturdida.

Afuera ya está oscureciendo, es casi de noche.

Intento levantarme, pero escucho el tintineo de unas cadenas en mis muñecas.

Me sobresalto y despierto por completo.

Al incorporarme, veo en la penumbra que Dante está sentado junto a la cama, mirándome fijamente sin moverse.

Doy un ligero respingo y exclamo:

— ¡Caramba!

Enseguida me doy cuenta de que se me ha escapado una palabrota.

— Dante —dijo, tirando de las cadenas que me sujetan las muñecas—. ¿Qué está pasando? ¿Acaso algún tipo de tus pesadas bromitas?

Él se acerca a la cama y enciende la lámpara de la mesita.

Entonces noto por un instante que me mira con una ternura inusual, pero también con un aire depredador.

Lo observo algo desconcertado.

Alza la mano y me acaricia el rostro con delicadeza. Luego, con un tono que nunca le había escuchado antes, me dice:

— Gael, me gustas.

Mi mente estalla como si hubiera recibido en ese momento un mazazo.

Lo miro atónita y balbuceo:

— Dante, tú...

De
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