Las palabras de Javier resonaron en el silencio de la terraza, abriendo las compuertas de recuerdos que su madre había mantenido cerradas durante décadas. La noticia de la muerte de Fernando, sumada a la revelación de la manipulación de su esposo, la transportó de repente a aquellos años de juventud y amor truncado.En su mente, la imagen de Fernando se hizo más nítida: su sonrisa cálida, sus ojos llenos de promesas, el sonido de su voz cantando aquella melodía que ahora cobraba un nuevo significado. Recordó los paseos por el jardín bajo la luz de la luna, las cartas secretas llenas de juramentos de amor eterno, los sueños compartidos de un futuro juntos.Cada reproche silencioso que le había dirigido a Fernando durante todos estos años se convertía ahora en un puñal clavado en mi propio corazón. Había vivido una mentira, y esa mentira había moldeado mi vida y la de mi hijo de una manera irreversible.—Dios mío... —susurró con la voz quebrada, llevando sus manos al rostro—. Todo este
En el salón, la madre de Javier esperaba, sentada en un sillón junto a la ventana. Al verlos entrar, se levantó lentamente, su rostro mostrando una mezcla de curiosidad y una profunda incertidumbre.—Madre —dijo Javier con voz suave pero firme—, quiero presentarte a alguien muy especial. Él es... él es Richard. El hijo de Fernando.Los ojos de la madre de Javier se posaron en Richard, escrutándolo de arriba abajo. Por un instante, su rostro permaneció inexpresivo, como si estuviera tratando de descifrar un enigma. Luego, una leve sorpresa comenzó a dibujarse en sus facciones, seguida de una punzada de algo que se parecía al reconocimiento.—Richard... —susurró su nombre, como si probara su sabor en su boca. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras extendía una mano temblorosa hacia él. Su mirada se detuvo en los ojos de Richard, buscando algo familiar, algo que confirmara las palabras de su hijo. Richard, por su parte, la observaba con el corazón latiéndole con fuerza, sintiendo una
El silencio en el comedor era ahora opresivo, cargado de incredulidad y una creciente sensación de terror. La alegría de hacía unos momentos se había desvanecido por completo, reemplazada por la sombra de una verdad mucho más siniestra de lo que jamás hubieran imaginado.Elena tomó una respiración profunda y miró directamente a la madre de Javier. —Señora, su padre quería la muerte de su hijo... no murió cuando nació como se creía. Elena tomó una respiración profunda y miró directamente a la madre de Javier. —Señora, la muerte de Fernando... no fue un simple accidente como se pensaba. Yo... escuché algo. Una conversación... entre su padre y alguien más. Hablaban de... asegurarse de que no pudiera contarle la verdad a usted sobre... sobre muchas cosas.—¿Soraida protegió a su hijo de su padre...? —Repitió la madre de Javier con su mente luchando por asimilar la nueva información. Sus ojos se nublaron, tratando de enfocar recuerdos que parecían escurrirse entre sus dedos—. Soraida...
La pregunta de Richard resonó en el comedor, sembrando nuevas interrogantes en la mente de todos.—¿Quién más podría saber dónde está ahora? —murmuró Javier, pensativo—. Si mi padre no lo encontró en el lugar donde Soraida lo escondió... ¿dónde podría estar?Valentina se llevó una mano a la barbilla, reflexionando. —¿Alguien más sabía de la existencia del cofre? ¿Alguna amiga cercana de mi madre? ¿Algún familiar? Ella debió haber confiado en alguien lo suficiente como para contarle un secreto tan importante.Elena negó con la cabeza. —Soraida era muy reservada. No tenía muchas amigas cercanas aquí. Y de su familia... no hablaba mucho. Sé que tenía una hermana, pero creo que vivía lejos. No creo que se lo hubiera contado a ella, por el peligro que corría.La madre de Javier, con la mirada perdida en sus recuerdos, intervino lentamente. —Quizás... Quizás alguien más cercano a Soraida lo sabía. Ella era una joven dulce, pero también muy reservada sobre sus asuntos personales.Javier susp
—Sí... creo que era como un metal —dijo Elena, con el rostro arrugado por el esfuerzo de recordar—. No estoy segura del color, pero tenía un brillo tenue, como si fuera viejo o estuviera un poco desgastado. Era pequeño, lo recuerdo bien, cabía perfectamente en la palma de la mano de Soraida. Valentina suspiró, la nueva información generaba más preguntas que respuestas. —¿Un objeto de metal con símbolos? Tenemos que encontrarlo... pero ¿dónde podrá estar? Si Fernando lo tenía cuando Soraida se lo entregó... ¿lo conservó? ¿Lo perdió? ¿Se lo llevó con él cuando se fue? La idea de buscar algo tan pequeño en toda esta propiedad o incluso fuera de ella era abrumadora.Javier asintió, pasando una mano por su rostro con cansancio. —Sí, es cierto. Demasiada información para asimilar de golpe. Y la llegada de mi padre mañana... creo que necesitamos un respiro para ordenar nuestras ideas y planear bien cómo vamos a seguir. Mañana continuaremos con la búsqueda. Será mejor descansar y empezar con
La revelación de Anselmo había sembrado un silencio denso y cargado de preguntas en la cabaña de Elara. Valentina fue la primera en romper el silencio. —¿Por qué nunca nos contaste esto antes, Anselmo? Esta información... cambia todo. Explica muchas cosas, el interés del abuelo de Javier en el cofre, quizás incluso por qué mi madre... por qué Soraida nos protegió de él.Anselmo suspiró, pasando una mano temblorosa por su rostro arrugado. —Era un dolor muy profundo, Valentina. Una herida que nunca cicatrizó por completo. Ver cómo ese hombre prosperaba con lo que me había robado, sabiendo que Esmeralda y su hija quizás sufrieron por su ambición... era algo que prefería mantener enterrado. No quería revivir ese rencor. Pero al escuchar hablar del cofre, sentí que era mi deber contarles la verdad, aunque fuera dolorosa.Richard asintió lentamente, procesando la información. La figura del abuelo de Javier se volvía cada vez más oscura y compleja. Un hombre capaz de robar los sueños de su
El corazón de Richard latía con una furia y un terror que nunca antes había experimentado. Sus manos temblaban mientras sus ojos intentaban inútilmente perforar la oscuridad en la dirección en que el carro se había perdido.—¡Valentina! ¡Valentina! —gritó una y otra vez, su voz quebrándose en la noche. Pero solo el eco de su desesperación le respondía.Anselmo y Elara llegaron corriendo, sus rostros marcados por la confusión y el miedo al escuchar el grito de Valentina.—¿Qué... qué ha pasado, Richard? —preguntó Anselmo con voz temblorosa.Richard se giró hacia ellos, su respiración agitada. —Se la llevaron... ¡Se llevaron a Valentina! Unos hombres... aparecieron de la nada... la agarraron y se la llevaron en un carro. ¡No vi quiénes eran! ¡Fue todo tan rápido!El pánico comenzaba a apoderarse de él. La imagen del rostro aterrorizado de Valentina y su grito desesperado se repetían una y otra vez en su mente. ¿Quiénes eran esos hombres? ¿Por qué se la habían llevado? ¿Estaba en peligro
La confirmación de Magaly resonó en el aire frío de la noche, añadiendo una nueva capa de angustia a la ya desesperada situación. Villa Esperanza... ese nombre evocaba recuerdos oscuros en la mente de Richard, ligados a los negocios turbios del abuelo de Javier y a la figura escurridiza de Gustavo.—¿Gustavo? —repitió Richard, su voz cargada de incredulidad y rabia—. Magaly suspiró al otro lado de la línea. —Tengo un mal presentimiento. Él siempre ha estado metido en cosas turbias, y su cercanía con Valentina... Además, no he podido contactarlo desde que pasó todo esto. Su silencio es muy sospechoso.—Tenemos que encontrar a Valentina.—Voy para allá —confirmó Magaly—. Ya estoy en camino. Los alcanzo en Villa Esperanza. Tengan cuidado. No sabemos a qué nos enfrentamos.Colgaron la llamada, dejando tras de sí un silencio tenso y cargado de incertidumbre. La mirada de Richard se cruzó con la de Anselmo, Javier y Elara. En sus ojos, veía reflejada la misma mezcla de miedo y determinació