La pregunta de Richard resonó en el comedor, sembrando nuevas interrogantes en la mente de todos.—¿Quién más podría saber dónde está ahora? —murmuró Javier, pensativo—. Si mi padre no lo encontró en el lugar donde Soraida lo escondió... ¿dónde podría estar?Valentina se llevó una mano a la barbilla, reflexionando. —¿Alguien más sabía de la existencia del cofre? ¿Alguna amiga cercana de mi madre? ¿Algún familiar? Ella debió haber confiado en alguien lo suficiente como para contarle un secreto tan importante.Elena negó con la cabeza. —Soraida era muy reservada. No tenía muchas amigas cercanas aquí. Y de su familia... no hablaba mucho. Sé que tenía una hermana, pero creo que vivía lejos. No creo que se lo hubiera contado a ella, por el peligro que corría.La madre de Javier, con la mirada perdida en sus recuerdos, intervino lentamente. —Quizás... Quizás alguien más cercano a Soraida lo sabía. Ella era una joven dulce, pero también muy reservada sobre sus asuntos personales.Javier susp
—Sí... creo que era como un metal —dijo Elena, con el rostro arrugado por el esfuerzo de recordar—. No estoy segura del color, pero tenía un brillo tenue, como si fuera viejo o estuviera un poco desgastado. Era pequeño, lo recuerdo bien, cabía perfectamente en la palma de la mano de Soraida. Valentina suspiró, la nueva información generaba más preguntas que respuestas. —¿Un objeto de metal con símbolos? Tenemos que encontrarlo... pero ¿dónde podrá estar? Si Fernando lo tenía cuando Soraida se lo entregó... ¿lo conservó? ¿Lo perdió? ¿Se lo llevó con él cuando se fue? La idea de buscar algo tan pequeño en toda esta propiedad o incluso fuera de ella era abrumadora.Javier asintió, pasando una mano por su rostro con cansancio. —Sí, es cierto. Demasiada información para asimilar de golpe. Y la llegada de mi padre mañana... creo que necesitamos un respiro para ordenar nuestras ideas y planear bien cómo vamos a seguir. Mañana continuaremos con la búsqueda. Será mejor descansar y empezar con
La revelación de Anselmo había sembrado un silencio denso y cargado de preguntas en la cabaña de Elara. Valentina fue la primera en romper el silencio. —¿Por qué nunca nos contaste esto antes, Anselmo? Esta información... cambia todo. Explica muchas cosas, el interés del abuelo de Javier en el cofre, quizás incluso por qué mi madre... por qué Soraida nos protegió de él.Anselmo suspiró, pasando una mano temblorosa por su rostro arrugado. —Era un dolor muy profundo, Valentina. Una herida que nunca cicatrizó por completo. Ver cómo ese hombre prosperaba con lo que me había robado, sabiendo que Esmeralda y su hija quizás sufrieron por su ambición... era algo que prefería mantener enterrado. No quería revivir ese rencor. Pero al escuchar hablar del cofre, sentí que era mi deber contarles la verdad, aunque fuera dolorosa.Richard asintió lentamente, procesando la información. La figura del abuelo de Javier se volvía cada vez más oscura y compleja. Un hombre capaz de robar los sueños de su
El corazón de Richard latía con una furia y un terror que nunca antes había experimentado. Sus manos temblaban mientras sus ojos intentaban inútilmente perforar la oscuridad en la dirección en que el carro se había perdido.—¡Valentina! ¡Valentina! —gritó una y otra vez, su voz quebrándose en la noche. Pero solo el eco de su desesperación le respondía.Anselmo y Elara llegaron corriendo, sus rostros marcados por la confusión y el miedo al escuchar el grito de Valentina.—¿Qué... qué ha pasado, Richard? —preguntó Anselmo con voz temblorosa.Richard se giró hacia ellos, su respiración agitada. —Se la llevaron... ¡Se llevaron a Valentina! Unos hombres... aparecieron de la nada... la agarraron y se la llevaron en un carro. ¡No vi quiénes eran! ¡Fue todo tan rápido!El pánico comenzaba a apoderarse de él. La imagen del rostro aterrorizado de Valentina y su grito desesperado se repetían una y otra vez en su mente. ¿Quiénes eran esos hombres? ¿Por qué se la habían llevado? ¿Estaba en peligro
La confirmación de Magaly resonó en el aire frío de la noche, añadiendo una nueva capa de angustia a la ya desesperada situación. Villa Esperanza... ese nombre evocaba recuerdos oscuros en la mente de Richard, ligados a los negocios turbios del abuelo de Javier y a la figura escurridiza de Gustavo.—¿Gustavo? —repitió Richard, su voz cargada de incredulidad y rabia—. Magaly suspiró al otro lado de la línea. —Tengo un mal presentimiento. Él siempre ha estado metido en cosas turbias, y su cercanía con Valentina... Además, no he podido contactarlo desde que pasó todo esto. Su silencio es muy sospechoso.—Tenemos que encontrar a Valentina.—Voy para allá —confirmó Magaly—. Ya estoy en camino. Los alcanzo en Villa Esperanza. Tengan cuidado. No sabemos a qué nos enfrentamos.Colgaron la llamada, dejando tras de sí un silencio tenso y cargado de incertidumbre. La mirada de Richard se cruzó con la de Anselmo, Javier y Elara. En sus ojos, veía reflejada la misma mezcla de miedo y determinació
Dentro de La Casona Vieja, la oscuridad era casi absoluta, solo interrumpida por tenues rayos de luz que se filtraban por las rendijas de las ventanas tapiadas y los agujeros del techo. El silencio era opresivo, roto únicamente por el crujido ocasional de sus propios pasos sobre el suelo cubierto de polvo y escombros. El aire estaba viciado, con un olor mezcla de humedad, madera podrida y algo más... algo metálico y vagamente inquietante.Richard avanzaba con extrema cautela, guiándose por el tacto y la escasa luz. Palpaba las paredes desmoronadas, evitando tropezar con los objetos caídos. Podía sentir la presencia fantasmal del pasado en cada rincón, la sensación de que la casa observaba sus movimientos.Llegó a lo que parecía ser un antiguo salón, donde la luz era ligeramente mayor gracias a un hueco en el techo. Allí pudo distinguir algunos muebles cubiertos de polvo y telarañas: un sofá desvencijado, una mesa volcada, la silueta de lo que pudo haber sido un piano. No había señales
Aturdida por la conversación que acababa de escuchar, la madre de Javier se apoyó en la puerta del despacho, sintiendo sus piernas temblar. Las piezas comenzaban a encajar de una manera aterradora. La insistente pregunta del señor Contreras sobre el paradero de Javier, su extrañeza por sus "amigos" en Villa Esperanza... todo apuntaba a que él sabía algo, que estaba involucrado en lo que estaba sucediendo.La mención de una fuga y la urgencia por evitar que "ella" hablara la llenaron de un presentimiento terrible. ¿"Ella" era Valentina? ¿Estaba el señor Contreras detrás de su secuestro? Y si era así, ¿por qué? ¿Qué secreto temían tanto que Valentina pudiera revelar?La preocupación por Javier se intensificó. Si el señor Contreras estaba involucrado en algo turbio, ¿corría su hijo peligro también? La excusa de "ayudar a unos amigos" parecía cada vez más endeble.Con el corazón latiéndole con fuerza, la madre de Javier se separó de la puerta y caminó lentamente hacia el salón. —¿Todo bie
La frustración era palpable en Richard y Anselmo. Regresar al faro con la esperanza de encontrar la misteriosa caja de Esmeralda, solo para descubrir su desaparición, era un duro golpe a sus expectativas.—No entiendo —murmuró Richard, pasando una mano por su cabello con exasperación—. Estaba aquí, lo vi con mis propios ojos. ¿Quién más sabría de ella?Anselmo examinaba el suelo con detenimiento. — Hay marcas de arrastre, si hay señales de que alguien haya estado escarbando. La caja simplemente... no está.Richard rodeó el pequeño espacio donde recordaba haber encontrado la caja, su ceño fruncido en señal de concentración. —¿Recuerda exactamente dónde estaba? ¿Algún detalle que pueda ayudarnos a ubicarla de nuevo?Richard señaló un hueco entre dos rocas, cerca de la base del faro. —Sí, justo ahí. Estaba medio oculta, pero se veía claramente la madera.Exploraron cada rincón cercano, moviendo piedras y apartando la arena, pero la caja de Esmeralda parecía haberse esfumado sin dejar ras