Amelia. Me sentí como una maldita idiota, me odié a mí misma por bajar la mirada, por dejarme influenciar por eso intensos ojos verdes, cuando ese maldito me estaba restando tan abiertamente. Tengo que reconocer, que, en esto del ataque directo, Angus Blake tienen mucha más experiencia que yo, y está mucho más preparado. Pero por muy humillada que sienta ahora, observando como él, sonríe de satisfacción, al saberse vencedor de este enfrentamiento de voluntades, tengo que tomármelo como una pequeña derrota. No me hubiera metido en todo esto, ni tomado la decisión que tomé, si a las primeras de cambio me iba a dar por vencida. De esto se trataba todo, de demostrarle a ese estúpido, que nunca me había conocido, que la servicial Amelia que, por lo visto, él echaba tanto de menos, era una mera ilusión, o definitivamente había muerto, hace tres años. El resto del desfile se desarrolló como se esperaba, Betty Boo brillo con todo su esplendor, y al final cuando desfiló en increíble, y va
Amelia. -” Ya puedes largar, y con detalle, ¿Qué ha pasado entre El aniquilador y tú? Y no trates de engañarme diciéndome que nada, porque no te voy a creer, los conozco demasiado a los dos.”- me dijo con una sonrisa peligrosa Betty Boo, mientras en el Uber que habíamos alquilado, nos llevaba al hotel de la Top Model, tras, literalmente, fugarnos del coctel, sin decirle nada a nadie. El ataque directo, sin medir las consecuencias, es una de las habilidades que más desarrollada tiene la pelirroja, y que más odio yo, en ocasiones como esta, cuando tienes la guardia baja, y tú eres el ingenuo objetivo a su inquisitiva personalidad, por el contrario, en otras ocasiones, es hasta liberador. -” No ha pasado nada de importancia, simplemente ya no le aguanto sus aires de todo poderoso, centro del mundo, que cree conocer todo, y a todos, y que por eso puede darse el lujo de decirle a los demás como deben de ser y comportarse, simplemente eso...”-le dije a la pelirroja tratando de parecer d
Narrador. -” Como siempre estas niñas hacen lo que les da la gana. Mi hija Connelly es totalmente ingobernable. Te lo he dicho muchas veces Jason, has mimado demasiado a esa niña.”- el comentario de Kimberly Blake, fue recibido por su marido con apenas una mueca, mientras ese exasistente dejaba que sus pensamientos, sobre la reclamación de su mujer, quedasen sólo en eso, un pensamiento. -” Claro, como si tú, Valkiria, no tuvieras nada que ver en lo independiente que es esa maldita niña, si fuera por mí, nunca hubiera sido modelo.”- pensó el padre de Betty Boo, guardándose sus pensamientos, algo de había aprendido con los años. Su esposa adoraba los enfrentamientos, sobre todo si el rival era él, lógicamente en ocasiones, y pensando en las reconciliaciones, él cedían a darle lo que ella pedía, pero cuando se trataba de sus hijos, solía dejar que ella creyese que había ganado, era la mejor manera de ser constructivo, sobre todo cuando se trataba de su hija Connelly, ya que ambas ten
Amelia. -” Que alguien silencie esas malditas trompetas de Jericó, de una vez, o mejor, que un ser misericordioso me arranque la cabeza, de una sólo golpe, lo que sea que haga que esta maldita resaca desaparezca de una maldita vez”- fue lo primero que pensé esa mañana. Sobre todo, cuando intentaba abrir los ojos, mientras una la vibración intensa, e incesante, de mi móvil, mi cabeza, reproducía como si tuviera a quinientos carpinteros, con una taladradora en mano, trabajado afanosamente, para tratar de amueblar mi mente, que, a esas horas, salvo por la necesidad de querer morirme, para no seguir sufriendo, poco más tenía en su interior. La necesidad de que esa constante vibración, de torno de dentista, acabara de una vez por todas, fue lo que hizo que buscara con los ojos cerrados, por la cómoda superficie en la que, ahora descansaba, mi problemática resaca, dentro de mi cabeza. Al fin lo localicé bajo lo que supuse era mi almohada, y sin pensarlo, aún con los ojos cerrados, int
Angus. -” Disculpe señor Blake, si me reclama, como si yo fuera una de sus citas de negocio, no sé por qué me llama a mí, mejor, para pedir una hora adecuada, pónganse en contacto con mi secretaría, es la que lleva mi agenda profesional.”-dijo la altanera Amelia, a través del teléfono, demostrando cuanto había cambiado, desde esa fatídica noche, antes de navidad. -” ¿Secretaría? ¿Qué secretaría? ¿Las fisioterapeutas clínicas tienen secretarías?”-tuve que preguntar ante la actitud condescendiente de la tercera heredera de los Miller, aún a riesgo de recibir la respuesta que recibí. -” Exacto, muy bien, veo que lo ha cogido a la primera, y resuelto su problema con las exigencias, le voy a dejar claro que hasta la tarde no deseo, ni tengo la desagradable intención de verlo, Angus el Aniquilador, así que podrías dejar de molest...”- tuve que interrumpirla mientras trataba de que una carcajada no escapara de mis labios. Esta nueva Amelia, aparte de descarada, altanera, y totalmente g
Amelia. -” Puntual, ni un minuto menos, ni uno más, así que no puedes tener queja. Pido un café, y empezamos.”- le dije sentándome con elegancia, tal como me había enseñado Connelly. Aunque mi entrada impactante y triunfal, como medio de descolocar al oponente, había sido medida y meditada, siguiendo las instrucciones de la provocadora Betty Boo, la reina de las puestas en escena, y experta en ser el centro de atención, me era imposible mirar al hombre que me esperaba en una de las mesas de la terraza de eso famoso café, sin apreciar lo deseable, masculino, tentador y atractivo que era. Quizás fuera provocado por los años de adoración ciega que aún, pese a mi determinación hace tres años, desde los doce años, había sentido por Angus Blake, algo que dejaba claro lo estúpidas que somos algunas mujeres con los hombres de los que nos enamoramos, aunque, como en este caso, no sea lo más conveniente para nosotras. Mientras pedía en francés un café, y algo de desayuno, pese a la hora q
Angus. ” Qué sabes tú que es lo que me pega, no me conoces, ni siquiera sabes como soy en realidad, lo único que ha hecho que me comportara como una estúpida contigo, algo que ni hacía con mis hermanos mayores, y de lo que aún me arrepiento, fue mi estúpido, e idiota, enamoramiento infantil hacía ti, que tú mismo te encargaste de destrozar a los quince años, así que no me des lecciones, Angus Blake, no te las consiento, ni a ti, ni a nadie.”- le oí decir mientras todos los pensamientos de mi cabeza entraban en barrena, cayendo, desde las alturas, con clara incredulidad. Por mucho que intentaba gestionar lo que estaba oyendo, sólo las palabras “enamoramiento infantil” eran las que más rebotaban en mi mente de forma candente, como un maldito anuncio de neón, mientras el resto de sus palabras se diluían en la inmensidad. -” ¿Amelia Blake se había enamorado de mí? ¿Cuándo? ¿Como? ¿Aun me amaba? ¿No será esto otra forma de reírse de mí?”- miles me preguntas bailaban en mi mente mientras
Angus. Tras abonar la cuenta, me alejé del café con paso lento, ignorando, como siempre, las miradas apreciativas de las damas, pensando que la próxima vez que ganara a la amazona, pensaba cobrarme mi tributo al vencedor, de laguna manera, y mi mente, pero sobre todo mi cuerpo recién despierto, ya barájame algunas opciones interesantes, que antes me tenía prohibido pensar, y que tomaría deseoso de esa amazona, cuando la venciera. Estaba tan concentrado en mis pensamientos mientras caminaba lentamente hasta el hotel para recoger mi equipaje, y pagar la cuenta, ya que en dos horas volaba a Escocia, tenía una reunión de accionista de las empresas Campbell a primera hora, que ni me di cuenta de que el teléfono me vibraba insistentemente, sólo la mirada molesta de una señora, con la que me crucé en el camino, hizo que regresara al presente, para sentir la vibración en el bolsillo de mi pantalón. Al mirar la pantalla, saltó el identificador de llamada, sin pensarlo, respiré profundament