Isabela

Isabela

Sergio no encuentra las palabras y se vuelve a tambalear mientras se pone en pie. Quita nuevamente la mano y siento un impulso de golpearlo, pero no lo hago.

—Isabela, he hecho demasiado y sabes la ley de Murphy.

Pongo una tina para no hacer más reguero, le chorreo el suero fisiológico, encuentro otro vidrio y antes de poder decir nada Sergio ya lo está sacando con una pinza.

—No es nada, tengo entrenamiento militar.

—¿Tienes sensibilidad en el pie?—pregunto.

—Mi amo sí, pero no puedo vivir con un vidrio ah dentro, ella más suero—le pide y luego se echa yodo como si nada, pasa un algodón y abre un kit de suturas.

—¿Quieres que lo haga yo?

—¿Dónde aprendiste?

—Fui misionera, cabrón.

—Cierto. No gracias, esto es como hacerse cosquillas a uno mismo, si me lo haces necesitar lidocaína y tener que reposar.

Yo voy a ordenar la casa y le dejo haciendo lo suyo. Sergio da puntadas muy bonitas y con costo acepta mi ayuda para ir a su habitación.

Evidentemente, le voy a dar espa
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