Capítulo 68. Sarah

Después de una eterna conversación en la que Adam no dejaba de amenazar a Sara con encerrarla de por vida en esa mazmorra, al final, se rindió, y la dejó en paz. Se fue de allí dejándole una lámpara de aceite, una manta gorda, y una cesta de comida, y aunque ella tenía hambre, la conversación que acababa de mantener había hecho que despareciera.

¿Realmente Adam, el hombre al que amaba, pensaba que ella era una traidora que había viajado con él a su casa para hacerles daño o robar información? ¿Pero qué clase de loco piensa algo así?

Sarah cogió la manta, se tumbó en el jergón, que esta vez no le pareció tan incómodo, y lloró. Hacía tiempo que no lloraba de esa forma, y desde luego, nunca había llorado por un corazón roto, pero esta vez

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