Les dejo uno por acá, para que lean un rato. Nos vemos mañana en la tarde con nuevos capítulos. Saludos!!
Me llevo la mano a la boca para evitar que la carcajada se escape de ella. Mis viejos siguen estupefactos y abochornados, por lo que acaba de suceder. En lo que respecta a mi abuela, bueno, parece que se la está pasando de maravilla. ―Creo que es el momento apropiado para que abandone esta casa, señor Gates ―sonrío satisfecho―. El motivo que lo trajo a esta cena acaba de irse con su esposo por la misma puerta por la que usted debería irse. El imbécil me mira furioso, pero no se atreve a decir nada al respecto. ―Hasta nunca, señor Gates. Le dice mi abuela con voz cantarina. Qué pasada de mujer, el orgullo no me cabe en el pecho. Me acerco a ella, paso mi brazo por encima de sus delgados hombros, la pego a mi costado y la beso en la frente. ―Te amo, abuela. Ella me mira y sonríe emocionada. ―Yo también te amo, Denzel. Ambos giramos la cara al mismo tiempo y la plantamos en Gates. Con la poca vergüenza que le queda y la impotencia dibujada en su rostro, se despide de todos y, con
Recojo los platos descartables de la mesa y los arrojo a cesto de la basura. Me movilizo por toda la casa como si anduviera en piloto automático, mientras pienso en las razones por las que Denzel no estuvo presente en mi fiesta de cumpleaños. Quería que todos lo conocieran, presentarles al hombre que se apropió de mi corazón y gritar a los cuatro vientos que, por fin, había encontrado a la otra mitad de mi alma. ―¿Estás bien, Goldie? La voz de Ángela, me aparta de mis pensamientos. Giro la cara y la miro a los ojos. No puede disimular mi dolor por más que quiera hacerlo. ―Sí, solo estoy cansada. Miento y vuelvo a centrar mi atención en lo que estoy haciendo. Tomo el paño de cocina y limpio la mesa. Por supuesto, sé que no va a permitirme que zanje el tema así de fácil. Bufa, antes de acercarse y arrancarme el trapo de las manos. ―¿Pretendes mentirle a la persona que mejor te conoce en este planeta? ―coloca sus brazos en jarra y me acribilla con la mirada―. Será mejor que hables ah
Suelto un chillido de sorpresa y salgo expelida del asiento como si hubiera sido impulsada por un resorte. Abro los ojos con sorpresa al verlo parado frente a mí, vestido con ese traje de diseñador que lo hace parecer un alto ejecutivo de alguna empresa importante. Me derrito en el momento en que esboza esa preciosa sonrisa y adopta esa postura que lo hace ver seguro de sí mismo. No soy capaz de modular ni una sola palabra. Mi cerebro y mi boca parecen haberse desconectado. Se acerca despacio, sin apartar su mirada intensa de la mía, con la actitud de aquel que sabe que su presa está segura, que no hará nada para escapar de él, porque ella misma no puede resistirse a entregarse mansamente en sus manos. Aparta su mirada de mí y mira por encima de mi hombro―. Ángela, ¿puedes dejarme a solas con Goldie? Antes de que ella responda, se escucha la voz de Gonzalo. ―¿Qué te parece si te invito a dar un paseo, guapa? Mi amiga, ni siquiera responde. Se queda paralizada por algunos segundos,
Toda la ansiedad y la inquietud desaparecen una vez que la tengo en mis brazos. Ella me transmite esa paz y tranquilidad que no había conseguido hasta ahora. ¿Quién iba a imaginarse que esta hermosa y maravillosa mujer era la que iba a terminar con mis días de soltero empedernido? Ni siquiera era el tipo de mujer que solía frecuentar, pero es, definitivamente, lo que estaba esperando. Coqueta y sensual tira de mi corbata y acerca su boca a la mía para morderme los labios. Un ramalazo de placer recorre mi espina dorsal. ―Tengo que confesarte que, con ese traje que llevas puesto, me tienes loca. Sonrío, socarrón y entusiasmado. ―Ah, ¿sí? ―la dejo juguetear todo lo que quiera conmigo―. ¿Y eso por qué? Desata el nudo de mi corbata sin dejar de mirarme a los ojos. Encoge los hombros. ―Te ves poderoso, imponente y mucho más atractivo de lo que ya eres. Desliza la corbata y la lanza al aire. Esa actitud de chica mala me tiene la polla dura. De haberlo sabido, habría traído un par de tr
La miro a los ojos con absoluta adoración. ―¿Tanto confías en mí? Sonríe y asiente en respuesta. ―Estoy dispuesta a poner mi corazón en tus manos si es lo que necesitas para que comprendas lo mucho que creo en ti, Denzel. Sus palabras son mucho más de lo que esperaba oír. No merezco tanta confianza de su parte, sin embargo, saber que la tengo me hace sentir el sujeto más afortunado del mundo. ―Soy Denzel Carpentier, tengo treinta y cuatro años y estoy atravesando por uno de los momentos más complicados de mi vida ―comienzo a revelarle algunos detalles de mi vida, solo los que, por ahora, puedo exponerles―. Aunque pueda parecer sorprendente, mi vida no ha sido fácil ―inhalo profundo―. No puedo hablarte con libertad de todo lo que me está pasando, pero te prometo que mañana voy a relatarte toda la historia con lujos de detalles. ¿Estás dispuesta a esperar hasta que lo tenga todo resuelto? Envuelve sus brazos alrededor de mi cuello y eleva su torso hasta alcanzar mis labios. Un simp
Pocas horas después, abro los ojos. Ella sigue dormida entre mis brazos, con parte de su preciosa y larga cabellera desparramada sobre su cara y el resto sobre la almohada. Elevo la mano y lo aparto con suavidad para observar las preciosas facciones de su rostro. Sus mejillas siguen cubiertas con ese precioso tinte rosado que resalta sobre su piel blanquecina. Es hermosa, tanto, que me deja sin aliento. Acaricio su rostro con el dorso de mis dedos, pero el gesto es tan delicado que no llega a despertarla. Sin embargo, gime bajito y se remueve entre mis brazos, pero está tan agotada que sigue profundamente rendida. Me inclino un poco para alcanzar sus labios y besarla. ―Te amo, Denzel… Por un instante creo que está despierta, pero en breve me doy cuenta de que habla dormida. La emoción se desata dentro de mi pecho, porque aquello solo significa que sueña conmigo, que soy yo el que ocupa cada rincón de sus pensamientos. ―Yo igual, cielo, como nunca pensé que lo haría. Susurro en voz
Después de desayunar, salimos de la casa tomados de la mano y nos dirigimos hacia el local en el que ella trabaja. Le ayudo a levantar la Santamaría e ingresamos al interior. Puedo notar la felicidad dibujada en su rostro, no es que antes no lo fuera, pero ahora se ve radiante. Mientras organiza el negocio, me siento en la silla detrás de su escritorio. ―¿Pudo usar tu computador hasta que te desocupes? Gira la cara para mirarme por encima de su hombro. ―Por supuesto, cariño, no tienes por qué pedirme permiso para hacerlo ―me guiña el ojo y sigue dando tumbos por todo el lugar―. Quiero organizar el material con el que voy a trabajar hoy. Aprovecho su descuido para escudriñar dentro de sus archivos. Una vez que encuentro lo que necesito, accedo a mi correo, escribo la dirección de la empresa de Gonzalo y adjunto el material que, mi preciosa y dulce chica, guarda con tanto recelo. Sonrío satisfecho. Quiero que ella logre sus sueños, que pueda hacer realidad todo lo que desea. Así que
―Joder, Denzel, necesito beber más café. Observo mi reloj y confirmo la hora. Todavía nos queda tiempo suficiente como para realizar una parada rápida. ―Párate frente al Starbucks de la esquina ―señalo hacia la tienda con la mano―. Compraré algunas cosas. Orilla el auto cerca de la acera y se estaciona frente al establecimiento. Bajo y me dirijo hacia la entrada del negocio. Me acerco al mostrador y le pido a la joven de rasgos latinos, que me prepare un expreso y un capuchino para llevar. Mientras espero a que las bebidas estén listas, miro hacia los anaqueles y pienso en Goldie. Hay una gran variedad de dulces que sé que le gustarían mucho. Doy una caminata por los alrededores y escojo algunos bocadillos que tienen muy buena pinta. Mi chica es una adicta al chocolate y a las toritas, así que hago una selección y termino llevando una gran cantidad de postres que vamos a disfrutar juntos. Cancelo mi pedido y abandono el local con los brazos cargados de bolsas. Abro la puerta del au