Emma

Estaba en la cocina desayunando, pero mi comida no bajaba fácilmente. Cada vez que intentaba tragar se me quedaba atascada por lo nerviosa y ansiosa que estaba.

"¿Estás bien?", mi mamá pregunta cuando por fin me doy por vencida y dejo caer el tenedor y el cuchillo de mis manos.

"No sé mamá, estoy nerviosa", mi voz suena temblorosa incluso para mis propios oídos.

Dios. ¿En qué estaba pensando? ¿Esta siquiera era una buena idea para empezar? ¿Estaba siquiera lista para esto o solo estoy tratando de ganar tiempo?

Las preguntas siguen golpeando mi cabeza mientras miro mi comida con asco. Mi apetito estaba bastante malo, y ha estado así por meses, pero hoy era mucho peor.

Mamá toma mi mano entre las suyas, antes de frotarlas suavemente. Su rostro se suaviza mientras me mira.

"Sé que da miedo, cariño, pero tienes que hacer esto", me dice suavemente con una pequeña sonrisa. "Es por tu propio bien. No podrás seguir adelante hasta que sanes tus heridas".

La escucho. Sé que tiene ra