Hoy maratón...
SACRIFICIO. Los lobos rebeldes con ojos inyectados en sangre y fauces espumeantes. Sin previo aviso, se lanzaron hacia ellos con un rugido ensordecedor. Zade, impulsado por el instinto de supervivencia y lealtad, se colocó frente a Fausto, listo para defenderlo a él y a los secretos que aún no había develado. Los lobos atacaron con una ferocidad desatada, sus colmillos buscaban carne mientras sus garras desgarraban el suelo. Zade se movió con una precisión letal, cada zarpazo suyo era una danza mortal que encontraba su objetivo en la carne de sus adversarios. La sangre salpicó el follaje, tiñendo de rojo el musgo y las hojas caídas. Fausto no fue un espectador pasivo; aun con las limitaciones de su edad, luchó con la fuerza y el coraje que solo un Alfa posee. Sus dientes se hundieron en el pelaje de los atacantes, arrancando pedazos de piel y músculo, mientras que sus garras dejaban heridas abiertas que manchaban la tierra húmeda. La batalla fue un torbellino de furia y violencia. Z
UN ODIO QUE CONSUME.En las profundidades del territorio de la manada Snow, el aire estaba cargado de tensión. Feyrus, con su cabello plateado, caminaba inquieto por la sala principal del castillo que había sido su mundo desde cachorro. Las paredes de piedra, cubiertas de musgo, habían sido testigos del crecimiento de dos hermanos destinados a tomar rumbos muy diferentes.―¿Por qué tú? ¡¿Por qué nuestro padre no me eligió si soy el primogénito?! ―murmuro para sí mismo.Feyrus recordó la envidia y resentimiento que había sentido al ver a Fausto, su hermano menor, recibir las alabanzas y la atención de su padre. Fausto, con su cabello igual de plateado, tenía algo que Feyrus no poseía bondad, algo que él consideraba una debilidad, era la antítesis de todo lo que él representaba. Ese día la noticia de que Fausto sería el próximo líder había caído sobre él como una sentencia de muerte a sus ambiciones.Y ahora, con su padre enfermo y fuera del panorama, Feyrus sabía que era el momento de
ORDEN CUMPLIDA. En la penumbra del estudio, Zade se encontraba inmerso en un mar de pensamientos tumultuosos. Frente a él, sobre el escritorio, reposaba el diario de su padre, las páginas marcadas por el paso del tiempo y las confesiones de un hombre que ya no estaba. A su lado, el anillo con la inicial “F” centelleaba débilmente bajo la luz mortecina de la vela. Era un símbolo que había jurado, le llevaría hacia la venganza, una promesa grabada en lo más profundo de su ser. Con la mirada fija en aquellos objetos, Zade se debatía internamente. Recordaba el peso de la promesa hecha a su madre, la promesa de hacer pagar a aquellos que habían traído dolor a su vida. Sin embargo, la imagen de Fausto cruzaba una y otra vez por su mente, desdibujando los contornos de aquel juramento. Revivió el momento en el que Fausto lo había salvado, interponiéndose entre él y el lobo rebelde que amenazaba con desgarrarlo. El gesto de Fausto había sido instintivo, un acto de valentía que contradecía to
DAGA LUNARLa luna se cernía alta en el cielo nocturno, esparciendo su luz plateada a través de las rendijas de la ventana y acariciando la piel de Luna, que yacía inerte en su lecho. Los sanadores habían hecho su trabajo, sumiéndola en un sueño profundo para que su cuerpo y mente pudieran recuperarse. Pero mientras ella descansaba, los hilos del destino tejían una trama mucho más oscura dentro de las paredes del castillo.Mientras tanto, Zade estaba de pie, su figura se recortaba contra la luz tenue que iluminaba la habitación, su mirada estaba fija en el cuerpo sin vida del viejo Alfa Fausto, que ahora yacía sobre la mesa de piedra fría. Los músculos de su mandíbula se tensaban a medida que un sanador se acercaba, su rostro serio era presagio de malas noticias.―Alfa ―comenzó el sanador con voz grave ―el Alfa Fausto fue apuñalado con una daga.La atmósfera se cargó con un peso insoportable, y aunque nadie más hablaba, el silencio gritaba a viva voz. Zade apenas pestañeó, pero sus ce
UN TRAIDOR. La traición se cernía sobre la manada como una nube oscura y venenosa. Los guerreros de la manada ya estaban reunidos cuando Zade irrumpió en el patio principal. El patio estaba bañado por la luz pálida de la luna, y un mar de rostros lobunos se extendía hasta donde alcanzaba la vista. La tensión en el aire era palpable, cada respiración, cada movimiento era una nota en una sinfonía de inquietud. Zade. El Beta se acercó con pasos decididos. ―Todos están aquí, Alfa ―dijo el Beta ―Puede empezar cuando quiera. Zade le devolvió la mirada con una intensidad feroz, sus ojos brillaban con una luz que no era solo reflejo de la luna. Asintió con solemnidad y dio un paso adelante. El murmullo entre los lobos se apagó como una vela al viento. ―Alguien ha cometido el error de traicionarme ―comenzó Zade, su voz retumbando en cada rincón del patio ―y no solo eso, ha cometido una falta peor, lastimar a mi Luna. Un escalofrío recorrió la multitud. La Luna, su compañera, era sagrada
EL CALOR DE UN HERMANO. El sonido del látigo cortaba el silencio del patio como un cuchillo afilado. Kael, el ex-Beta de Zade, estaba atado al potro, mientras su cuerpo era marcado por las cicatrices de la traición y el dolor. Cada golpe era una pregunta sin respuesta, cada pausa un grito ahogado en su garganta. Zade, con sus ojos inyectados en sangre por la furia y la impaciencia, levantó su mano y el guerrero a su lado detuvo el castigo. Su voz estaba cargada de ira cuando habló. ―Lo preguntaré nuevamente, ¿quién es tu amo? Y también, ¡quiero que me digas por qué envenenaste mis aguas y por qué asesinaste al Alfa Snow! La ira de Zade era comprensible. Había planeado su propia venganza contra el padre de Luna, pero cuando el anciano lobo se sacrificó por él, su mundo se volcó. Nadie que diera su vida de esa manera podría haberle hecho mal a su madre, y ahora estaba convencido de que la muerte de ella y la traición de Kael estaban conectadas. Mirando fijamente al guerrero que soste
SIN UN CORAZON, UN ALFA NO ES NADA.En el estudio, Zade compartía su tormento con Lorenzo, las sombras danzando sobre las paredes mientras la luz de las velas titilaba con sus confesiones.―Así que, ¿el padre de Luna no es el responsable?―No ―respondió Zade, la tensión evidente en su mandíbula. ―Él me salvó, Lorenzo. Alguien que realiza ese tipo de acciones… no puede ser esa clase de lobo.Lorenzo comenzó a pasearse por el estudio, cada paso resonando como un eco de la frustración que sentía. Con un suspiro profundo, se detuvo y enfrentó a Zade.―Sé que sonará trillado, pero… te lo dije. Te dije que investigaras más, pero tú te empeñaste en no escuchar.Zade desvió la mirada, consciente de su error.―Menos mal que el padre de Luna no murió por tu mano ―continuó Lorenzo, su tono endureciéndose con cada palabra. ―¿Tienes idea de lo que significaría para Luna saber que mataste a su padre injustamente? Y que además te uniste a ella para vengarte.Antes de que Zade pudiera formular una re
SIN UN CORAZÓN, UN ALFA NO ES NADA (II)La frustración y el autorreproche de Zade se condensaron en una furia silenciosa que recorría sus venas como fuego líquido. Se puso de pie bruscamente, su silla cayendo atrás con un estrépito que resonó en el estudio como un disparo. Caminó con pasos pesados hacia la ventana, su reflejo en el cristal era una sombra distorsionada de su ser. Su puño se cerró con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos, y con un rugido que brotaba de lo más profundo de su ser, golpeó la pared cercana. La piedra fría y antigua cedió ante la fuerza sobrenatural de un Alfa, dejando una marca permanente, un recordatorio físico de su tormento interno.―¡Maldita sea! ―murmuró entre dientes. ―Esto no puede quedar así.Zade sabía que no podía permitir que el dolor y la ira lo consumieran; eso no lo llevaría a ninguna parte. En cambio, tomó ese fuego que ardía en su interior y lo forjó en una promesa, un voto inquebrantable que hizo resonar en las paredes del est