;)
DESCARO. La bofetada resonó en el amplio salón. Serafina se apartó de Lorenzo y le lanzó una mirada desaprobatoria. ―Eres un descarado. ―gruño. El Alfa alzó una ceja y le dijo. ―Serafina, creo que te estás pasando de la raya. ―Yo. Aquí el que se pasa de la raya es otro. Mira todo lo que haces, secuestras a Brandon y no conforme con eso, me propones que sea tu amante. ―No eres mi amante. ―gruño el Alfa. ―Ah, no, ¿y qué voy a ser entonces? ¿O es que ahora practicas la poligamia? Lorenzo suspiró y se dijo que debía llenarse de paciencia, cuando tomó esta decisión estaba al tanto de que no sería fácil, y menos con Serafina, que era la loba más testaruda que había conocido. ―Si tan solo supieras escuchar, entonces evitaríamos muchas cosas, pero, en cambio, lo que haces es comportarte como una loca. ¿Estás segura de que nuestro hijo no ha aprendido eso? Ella abrió los ojos como platos y estos se llenaron de furia. ―Lo que me faltaba era que pusieras en duda mi labor como madre. ―S
UN TRATO.Serafina estuvo a punto de caer presa de sus palabras, de creer nuevamente en sus promesas, pero se aferró a su determinación.―Lorenzo, el que Vivían ya no este, no borra todo el dolor, no borra la decepción y sobre todo no borra el hecho de que la prefirieras a ella.―Eres difícil, ¿eh?―No se trata de ser difícil o no. Se trata de que no me siento preparada para hacer como si nada hubiera pasado. De simplemente ignorar todos tus errores.―¿Mis errores? ¿Y los tuyos?Serafina guardó silencio.―Tú también cometiste errores, Serafina. Y no estoy juzgándote sin compasión. ―el Alfa se dio la vuelta y regresó a su trono. Ella lo siguió.―Sí, fingí mi muerte, pero, solo fue para salvarme, fue para escapar de todo este dolor al que me estabas condenando.―¿Y dónde dejas el hecho de que me condenaste a mí durante largos siete años? Te llevaste a mi hijo y me quitaste el derecho de estar a su lado durante sus primeros años. Sabías que deseaba ser padre, Serafina. ―Lorenzo la miro se
DE REGRESO AL PRINCIPIO. ―¿Qué trato? Lorenzo se acercó a Serafina con una mirada suplicante, sus ojos reflejando una mezcla de determinación y vulnerabilidad. ―Serafina, escúchame ―comenzó, tomando su mano con suavidad. ― Te propongo un periodo de convivencia sin compromisos. Durante este tiempo, me abstendré de cualquier acercamiento que no sea del tipo romántico. Te demostraré que valgo la pena y que puedes confiar en mí. Pero… si al final de ese tiempo, tú no sientes nada por mí…―el Alfa bajó la cabeza y murmuró ―…te dejaré libre para siempre. Serafina lo miró con incredulidad, sus ojos mostraron una mezcla de sorpresa y temor. ―¿Pa… para siempre? ―preguntó, luchando por mantener la calma. ―Te lo juro por todo lo que valoro en este mundo ―respondió Lorenzo con intensidad. ―Te daré mi palabra como Alfa y como hombre. Este trato es mi última esperanza de demostrarte que puedo cambiar, que puedo merecer tu amor. Pero si al final de él decides que no me amas, entonces yo… aprende
SOY UN BELLANTI. La luz del atardecer bañaba la manada Sol con tonos dorados y rosados, un espectáculo que normalmente hubiera arrancado suspiros de sus miembros. Pero para Lorenzo y Serafina, todo lo que importaba era el pequeño Alessio, que se había detenido al pie de la gran escalera que conducía a la casa principal. Sus ojos, tan parecidos a los de su padre, brillaban con una mezcla de sorpresa y emoción al ver a sus padres juntos. Con un grito alegre, el niño comenzó a correr hacia ellos, sus pequeñas piernas llevándolo tan rápido como podía. Lorenzo se arrodilló, extendiendo los brazos hacia su hijo, y cuando Alessio se lanzó en ellos, lo rodeó con fuerza, cerrando los ojos mientras se sumergía en la sensación de tener a su hijo en sus brazos una vez más. Alessio, con la inocencia de su corta edad, rodeó el cuello de su padre con sus pequeños brazos y susurró “papá”, una palabra tan simple, pero cargada de un amor y una añoranza que Lorenzo sintió resonar hasta lo más profundo
UN CONSEJO INSATISFECHO. En la sala del consejo de ancianos, la tensión flotaba en el aire. Las miradas acusatorias se dirigieron hacia Lorenzo, quien permanecía con la cabeza en alto. El líder del consejo, un anciano de cabellos plateados llamado Gedeón, habló con voz grave. ―¿Cómo pudiste permitir que Serafina regresara con nosotros, Lorenzo? ¡Ragnar atacó gracias a ella! Lorenzo, con la mandíbula tensa, clavo en una mirada desafiante. ―Ella es mi Luna y mi mujer. ¿Qué parte no les ha quedado claro? ―¡Es una traidora! ―exploto Ignar con los ojos cargados de ira. El Alfa le dio una sonrisa, sus ojos destilando determinación. ―Cuida tus malditas palabras, Ignar ―Lorenzo, camino amenazante ―Sabes que me importa muy poco que seas miembro del consejo. Nadie, escucha bien, nadie tiene permitido ofender a mi Luna. Y mucho menos tú. ―¿Qué estás queriendo decir? ―¿No lo sabes? No soy tan estúpido como para no darme cuenta de que siempre has estado del lado de Samuel y Santino ―señalo
UN DÍA DE PADRE E HIJO. El sol acariciaba el claro del bosque cuando Lorenzo y Alessio se dirigieron hacia el lugar donde se llevarían a cabo las sesiones de entrenamiento. Esa mañana había entrado en su estudio exigiendo que cumpliera su promesa y él estaba más que feliz de cumplirla. Aunque la expectación y la emoción flotaban en el aire, también se percibía una ternura palpable entre padre e hijo, una conexión que había estado latente durante demasiado tiempo. Lorenzo observó a Alessio con ojos llenos de orgullo y, al mismo tiempo, una suave melancolía. El Alfa se propuso no solo enseñarle las habilidades de un lobo, sino también compartir algo más profundo: recuperar el tiempo perdido con su hijo. El claro estaba lleno de un silencio sosegado cuando Lorenzo habló, su voz llevaba consigo la resonancia de la determinación y la añoranza. ―Hoy, Alessio, no solo te mostraré las habilidades de un lobo, sino que quiero que entiendas lo que significa para mí estar aquí, contigo. ―miro
UNA BESTIA HAMBRIENTA.Las cadenas crujían con un lamento metálico, resonando a través de las mazmorras mientras Brandon luchaba contra su confinamiento. La piedra fría de la pared era implacable contra su espalda, un recordatorio constante de su encierro. La bestia dentro de él no era más que una sombra de su poder anterior, hambrienta y furiosa, cada rugido era un estallido de ira impotente.―¡Hambre! ―gruñó la bestia en el abismo de su mente, su voz, un gruñido gutural que rebotaba contra las paredes de su prisión interna. ―¡Quiero sangre!Brandon sintió cómo los colmillos imaginarios de la bestia mordían el aire, la desesperación por alimentarse, por destrozar las cadenas y carne a partes iguales.―Silencio ― siseó él, su voz, un hilo de serenidad en la tormenta ―La rabia ciega no nos liberará.La bestia se revolvió dentro de él, sacudiendo las cadenas con una ferocidad que amenazaba con desgarrar su cordura.―¡No necesito serenidad! ¡Necesito desgarrar, destrozar, devorar!―Y de
UNA ALIADA EN LA INVESTIGACIÓN. Serafina abrió la boca y dejó que la lengua de Lorenzo se encontrará con la suya. Esta vez no había urgencia en su beso, fue un beso perezoso y ella se dejó llevar. En un movimiento involuntario se subió a su regazo abriéndose para él. Lo beso y al mismo tiempo movió sus caderas lentamente. Las manos del Alfa no se mantuvieron quietas, recorrieron su espalda hasta subir a su nuca, donde enterró los dedos en su cabello y profundizó el beso. ―Te amo… ―susurro apartándose un segundo, antes de besarla de nuevo. El beso se volvió violento, posesivo, lujurioso. ―Pídeme que te haga el amor, Fina ―Lorenzo dijo entre besos ―Me estoy muriendo por ti. Ella apenas podía hablar con la respiración agitada. ―Yo… ―Ruégame, Serafina. ―¿Por… por qué? ―Porque prometí que no te haría el amor sin tu consentimiento ―la besó de nuevo y mordió ligeramente su labio ―Y te necesito… Serafina volvió a apoderarse de sus labios con avidez y jugo con su lengua de la misma m