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—Chicos, ¿adivináis lo que tengo? — Derek gritó mientras corría de vuelta de una casa.

—¡Yo también tengo uno! — gritó Harper mientras bajaba volando los escalones delante de Derek. Todos nos turnábamos para subir a las puertas con Harper y, de alguna manera, los chicos ya tenían claro dónde podían conseguir también caramelos.

Según Noah, su barrio era el mejor para ir a pedir caramelos, ya que se inclinaba hacia el lado más —rico—, lo que significaba mejores caramelos. Las calles estaban llenas de niños disfrazados y sus padres los seguían lentamente mientras corrían de puerta en puerta.

Era tan tierno ver a Harper tan emocionada por los caramelos que recibía. Lo que era más divertido era ver a Derek igual de emocionado. Él era el que más se acercaba a las puertas con Harper, no porque no quisiera, no. Era porque quería caramelos. Era un niño gigante en el grupo de los pequeños.

—Oh suerte esos son los mejores—. Sonreí a Harper mientras ella me sonreía. La funda de almohada que estab
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