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—¿Qué estás dibujando?

—Un pene no—. respondí, usando el dedo corazón para sombrear un poco. Contuve una mueca de dolor por el dolor que me recorría la mano. No me había dado cuenta de lo mucho que dolía un corte en el dorso de la mano dominante.

—Deberías haberlo hecho—. Resistí el impulso de volver a poner los ojos en blanco.

—Siento no estar obsesionada con las pollas como tú—. Le respondí con una sonrisa.

—Vaya alguien se ha puesto en pelotas—. comentó Alex. —¿Qué ha sido de la chica tímida que conocí en el aparcamiento?

—Se me está pegando—. Jadeé fingidamente. —Oh Dios, ¿significa esto que mi cabeza va a ser demasiado grande para pasar por la puerta? —.

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