Capítulo 74
Por la noche, Diana no dejaba de dar vueltas en la cama, incapaz de conciliar el sueño.

Cada vez que cerraba los ojos, las imágenes de su día con Valentín llenaban por completo su mente, y su voz resonaba de manera constante en sus oídos.

Tuvo que admitirlo: ese hombre tenía un encanto innegable.

A la mañana siguiente, Diana muy temprano empacó sus pocas pertenencias y se mudó a su nuevo hogar.

—Gracias, aquí está bien.

Después de despedir a los trabajadores que la habían ayudado a mudarse, cerró la puerta y se quedó de pie en la acogedora y limpia sala, sintiendo en ese momento cómo su ánimo mejoraba.

El timbre de la puerta sonó.

—¡Voy!

Diana pensó que tal vez algún trabajador había olvidado algo, pero al abrir la puerta, vio casualmente al asistente de Valentín, Luis.

—¿Luis? ¿Qué haces aquí?

—Señorita Diana, buenos días. El señor Valentín supo que hoy te mudabas, así que me pidió que trajera algunos artículos de primera necesidad. —Luis levantó con cuidado las bolsas que llevaba en
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