Capítulo 131Salida del encierro.El primer escalón crujió bajo el peso de Leonard y resonó en el silencio del loft. La lluvia seguía golpeando el techo de chapa con furia, como un tamborileo insistente que marcaba el pulso de aquella tensa mañana. Leonard bajó a la cocina con los pies descalzos. Sus hombros estaban erguidos, la mandíbula apretada, como si contuviera una tormenta interior.Camila estaba de espaldas al ventanal, con los brazos cruzados y la mirada fija en el mar embravecido. Llevaba un vestido ligero de tirantes, sus pies descalzos apoyados en el frío suelo. Sobre la mesada, la cafetera exhalaba un silbido débil: el café acababa de terminar de filtrarse. El aroma intenso llenaba el ambiente.Leonard se plantó junto a ella sin anunciarse. El aire olía a café recién hecho y a pan tostado. Camila sintió su presencia y giró lentamente. Sus ojos brillaron al verlo, una chispa de esperanza en medio de la grisura.—Buenos días —dijo ella, con voz suave—. Pensé que no bajaría
Capítulo 132Encuentro emocional. Leonard caminó sigilosamente hacia la ventana, atraído al ver un bolso arrojado al suelo que había volcado su contenido: algunos cosméticos, un perfume, la documentación de Alessia, un libro y un pañuelo blanco manchado apenas en una esquina.Caminó con paso lento hasta llegar al bolso. aspiró el aire cargado de ese perfume que se le hizo tan familiar. Allí, el aroma familiar de Alessia flotaba entre el olor de la sangre y la humedad del espacio. Cerró los ojos un instante y dejó que ese perfume lo envolviera: un acorde de jazmín y miel que lo transportó a una tarde de risas en un muelle.Pero luego bajó la vista y reconoció el pañuelo. Lo había visto antes, en la mano de Anthony, el asaltante del barco. Aquel hombre lo había llevado anudado al cuello cuando secuestró a Alessia. El recuerdo afloró con violencia: la tela empapada, las motas de tierra, el fulgor cruel de sus ojos.—Iván —susurró Leonard, la voz quebrada—. Ese pañuelo… lo reconocí. E
Capítulo 133 Una obsesión enfermiza.En el silencio roto apenas por el golpeteo monótono de la cafetera, Camila permanecía sentada en el amplio salón del loft de Isla de Montelago. Afuera, el amanecer despuntaba tras el mar: una franja tenue de luz rosada que se filtraba por los ventanales, trazando destellos sobre la elegante madera clara del piso. La brisa marina colaba su salitre y un leve olor a algas, mezclándose con el aroma fuerte del café recién hecho que ella sostenía entre las manos. Cada sorbo—amargo, tibio—le recordaba a la mañana en que Leonard se marchó sin mirar atrás, dejándola sola con sus temores.El zumbido del ventilador de techo y el susurro de las cortinas al moverse marcaban el ritmo de sus pensamientos. A su alrededor, la decoración minimalista: un sofá de lino blanco, un par de jarrones con flores exóticas de la isla, y la mesa baja donde la noche anterior había estallado la copa de vino, ahora recogida y limpia, como si quisiera borrar aquella pérdida de a
Capítulo 134 Volviendo a la realidad. Camila clavó las uñas en el respaldo del asiento de la lancha mientras Tony aceleraba el motor. El aire nocturno le azotaba la cara con un sabor a sal y gasolina. Bajo la cubierta de estrellas, la silueta de la Isla s Montelago se desvanecía tras ellos en un murmullo de olas rompiendo contra la costa que se alejaba como un lamento. Cada sacudida de la embarcación le recordaba la tensión de sus músculos. El chaleco salvavidas rozaba su piel, húmedo por la bruma marina. Afuera, únicamente el faro del puerto les guiaba: un ojo pálido que parpadeaba en la oscuridad. Camila apretó la brida de su pistola, enterrada en la cintura de sus pantalones, y exhaló un aire tembloroso. —¿Estás seguro de esto? —preguntó en un susurro, inclinándose hacia Tony, cuya sombra danzaba sobre la proa. Tony asintió, con el rostro severo bajo la capucha de la campera. El motor vibraba como un corazón mecánico. —Mi gente ya bloqueó los accesos. Nadie entrará n
Capítulo 135Planes y venganzas.Las cámaras titilaron, grabando cada matiz de su expresión. Alessia sintió un nudo de orgullo y pena: verlo tan sereno frente al mundo, mientras ella guardaba el peso de su ausencia y de sus propias culpas. El olor a café que circulaba en la sala le recordó aquellas mañanas juntos antes del accidente. Cerró los ojos un instante, imaginando su mano sobre la de él.Leonard bajó un poco la voz, como compartiendo un secreto con la audiencia:—He aprendido, en este tiempo de amnesia, que la vida es frágil y cada recuerdo es un tesoro. Agradezco a quienes me han ayudado a recuperarlos, y a los sobrevivientes que lucharon por salir de la selva. Mi compromiso es honrar su valentía y seguir adelante.El aplauso fue inmediato, un estruendo contenido por la solemnidad del momento. Leonard esbozó una leve sonrisa, se apartó del micrófono y dio un paso atrás. La luz tras él proyectó su sombra alargada sobre la alfombra roja.Alessia, con el pecho oprimido, se unió
Capítulo 136Recuerdos que duelen.El vehículo donde viajaba Leonard giró en la calle 42 y se internó en un barrio más tranquilo, donde los edificios de oficinas cedían paso a fachadas residenciales. Iván esperaba en la entrada de un modesto loft, apoyado contra un coche deportivo negro. Al ver el vehículo de Leonard, retrocedió un paso, la tensión marcándole el semblante.Leonard bajó con paso firme. La corbata ladeada, el abrigo rozando el suelo, Iván le estrechó la mano con fuerza.—¿Cómo te sientes? —preguntó con voz grave.—Cansado —respondió Leonard—, pero vivo. Y con ganas de recuperar cada segundo perdido.Iván asintió. Le llevó al interior del loft, donde una mesa larga ya estaba cubierta de mapas de vuelos, planos de terminales aéreas y fotografías recientes de Anthony. Alessia había dejado allí anotaciones apresuradas: números de serie de maletas, nombres de cómplices posibles, rutas de escape.Leonard recorrió la mesa con la mirada, paladeando cada recopilación de informac
Capítulo 137Reunión familiar.El portón de hierro se abrió con un crujido suave cuando Leonard y Alessia llegaron al departamento. La luz dorada del ocaso se filtraba por el vestíbulo, proyectando sombras alargadas sobre el mármol pulido. Él sostenía la mano de ella con firmeza, como si temiera que el momento se desvaneciera antes de llegar a su destino.—Ya casi estamos —susurró Leonard, apretando su mano—. ¿Lista?—Más que nunca —respondió Alessia, dibujando una sonrisa que iluminó sus ojos—. Vamos.Ascendieron por la escalera de caracol que conducía al piso principal. El aire olía a cera de abedul y a un leve toque de lavanda, recuerdo de la limpieza que había hecho Nadia esa misma mañana. Cuando Alessia introdujo la llave en la cerradura, sintió un pequeño cosquilleo en el estómago, mezcla de anticipación y nervios.Al abrir la puerta, fueron recibidos por un golpe de calor y un murmullo familiar. Nadia, la nana, apareció al instante, dejando a un lado el trapeador y el balde de
CAPÍTULO 1 Noticias devastadoras. Alessia se arreglaba para compartir la cena con su padre y el resto de la familia. Sentada en la orilla de la tina de baño esperaba ansiosa aquel resultado del test de embarazo que tenía en sus manos, mismo que acababa de realizarse hace apenas un momento. Sentía su corazón latiendo a mil por segundos, esperando ver un resultado negativo en él y que esas irregularidades en su ciclo menstrual se debiera al agotamiento que se había sentido tanto física como mentalmente en los últimos días. (tocan la puerta) —Niña Alessia, debe bajar al comedor, su padre anunció que llega en quince minutos —comenta Nadia, la nana de Alessia—. Sabes lo estricto que es Don Richard con la puntualidad. No haga que se enfade nuevamente. —Voy nani, en un momento bajo —respondió lo más calmada que pudo, pero la anciana mujer que estaba parada detrás de la puerta podía reconocer su voz llorosa a kilómetros. —¿Está todo bien? —insistió—. Niña Alessia, si se siente mal pued