8. Secreto Revelado
La mansión de los Smith se alzaba ante nosotros como un coloso iluminado. Las luces cálidas resaltaban la arquitectura clásica que combinaba mármol blanco, columnas imponentes y ventanales gigantes que dejaban escapar destellos dorados desde el interior. Todo parecía sacado de una revista de lujo. Por un instante, mientras bajaba del auto al lado de Ethan, me sentí como una intrusa en un mundo que no me pertenecía.
Pero ese era justamente el papel que debía interpretar esta noche.
Ethan me ofreció su brazo con naturalidad, como si llevara años haciéndolo. Su gesto seguro contrastaba con el temblor imperceptible de mis dedos. Aun así, acepté su brazo, marcando el inicio de lo que sería una de las noches más decisivas de nuestras vidas.
Al cruzar la entrada principal, un mayordomo vestido de negro impecable se inclinó ligeramente.
—Bienvenidos, señor Smith. Señorita —saludó con solemnidad.
—Gracias, James —respondió Ethan, sin alterar su voz grave.
Desde ese momento, las miradas cayeron